Ayer se murió uno de los grandes de la ciencia ficción. O, sea, uno de los grandes de la literatura. Robert Sheckley, el autor de los cuentos más divertidos, más impactantes, más originales del medio. Tenía 77 años y ya nos pegó un susto hace unos meses, cuando le dio un jamacuco fuerte en una convención de Ucrania y todos nos escandalizamos porque el tratamiento costaba un potosí y el hombre no tenía dinero para pagarlo. Él, que era un grande. Las letras pequeñas de las seguridades sociales, los seguros de viaje y esas cosas.
Conocí brevemente a Robert Sheckley en la Semana Negra de Gijón. Allí era, simplemente, "Bob". Extremadamente delgado, pese al sentido del humor duro y sarcástico que transmiten muchos de sus escritos, tenía esa misma expresión que ven ustedes en la foto, la de un payaso triste, consumido por el tiempo y los recuerdos. Iba a su bola, mirándolo todo con sus ojillos azules. Le dije que le debía dinero, así medio en broma, que en el colegio, con mi grupo de teatro, había llevado a escena tres o cuatro cuentos suyos. A él le encantó y me dijo que me sintiera libre para seguir adaptándolos como quisiera.
Un caballero. Un gigante. Un anciano que nos dio las mejores horas de su tiempo y creó afición. Aunque a él le llegue tarde, seguro que ahora por fin se reeditarán sus libros de relatos, que falta nos hace reconocer que fue y sigue siendo un monstruo. Peregrinación a la Tierra, Ciudadano del Espacio, La décima víctima todavía lo demuestran.
Comentarios (20)
Categorías: Ciencia ficcion y fantasia