Pase porque hayan tenido o tengan los mejores químicos del mundo, los mejores ingenieros, el mejor músico, los románticos más románticos de todos, los nazis más fascistas, la cerveza aún más rica que la Cruzcampo de nuestros amores, que no se coman el mundo quizá porque tienen demasiadas erres y demasiadas ges y demasiadas uvedobles en el abecedario (y además usan palabras larguísimas con signos de puntuación la mar de raros), pero cachilimóchiles, produce cierto sonrojo ver que allá en Berlín el más tonto de todos habla el inglés como los niños en Francia saben hablar francés mientras que aquí, por más que unos y otros nos esforcemos para meterles en el coco el verbo to be de los cojones y el presente simple y el pasado continuo no haya manera, oigan, que no, que te ponen "I going" y "Did I be" y perlas de esas.
Uno comprende que sí, vale, si fuera inglés o de Wisconsin, le trajera al pairo estudiar otro idioma: total, el mundo es medio suyo o acabará por serlo, mandarín aparte, y los van a entender cuando pidan un Big Mac en la Conchinina (vulgo Vietman), pero nosotros, restos de un imperio que ya ni recuerdan los dados al fasto y el boato, que para ponernos de lado, zas, nos metemos en Portugal, en Marruecos o en las Francias, vayamos por la vida con la suficiencia que nos caracteriza, como si todo el monte fuera orégano y el español fuera, de verdad, una lengua con la que nos podemos entender en cualquier parte del mundo, sudaméricas aparte, sonroja tela. De verdad. Sonroja un mazo.
Hablamos inglés como los alemanes hablan español. O sea, un poquito. Trabucando las cosas, y echándole morro, como si la cosa no fuera con nosotros. Ya les digo: en Berlín uno se entiende en inglés con cualquiera, y hasta hacen el amago, los berlineses, de hablarte sus dos palabritas en español. O sea, que allí nos tienen en cuenta como nosotros no tenemos en cuenta al resto del mundo.
Y mosquea, sí. Mosquea que seamos tan ineptos, tan ceporros, tan negados para los idiomas. Y es algo que no viene de la LOGSE siquiera, ni de los planes de Villar Palasí. Que no nos da la gana o no tenemos las neuronas de aprender. Debe ser un problema lingogenético. O genético a secas. Cuestión de inoperancia y de orgullo mal entendido. Así nos va.
Porque el problema se complica cuando cualquier guiri es capaz de aprender español más que medianamente bien en dos añitos. Y nosotros todavía intentando hablar por señas y diciendo "didn´t was" y lindezas semejantes.
De aquí a unos años, me temo que no nos van a dejar trabajar ni de camareros por el mundo.
Comentarios (115)
Categorías: Reflexiones