OTROS DÍAS, OTROS SUEÑOS


(Hay días que hacen biografía y días que pasan en blanco)

UMBRAL

Y en unos minutos ya no se verá nada y todo se volverá negro, pienso mientras contemplo la bola amarilla del sol que se viene hundiendo en el agua con una lentitud desesperante. Todo se va contagiando de un incitante color de sangre: olas, barcas, nubes, la bandera solitaria del castillo cercano. Hace frío, viento del norte, quizá. Qué día es hoy, trato de acordarme, ¿jueves, viernes? Viernes, sí, mañana será sábado, y el otro domingo, y después, lunes, vuelta en redondo. Isa y yo estamos de pie sobre el cemento oscuro del espigón. Miguel orina a lo lejos, escondido tras un coche. No podemos verlo, pero sabemos que orina. El sol no es más que la mitad de una naranja ahogada en el horizonte.

—¿Bonito, eh? —comento, ni por iniciar la conversación ni por decir nada, las manos en los bolsillos.

—Aja. A mí me gusta —Isa mueve la cabeza, la nariz sube y baja, los ojos se estrechan. Tiene frío incluso metida en el abrigo marrón del que cuelga el cinturón, como siempre, porque le falta un hilo.

Ay, Faé, este puto Cádiz me gusta cada día menos. La voz de Miguel, sus pasos, ya vuelve, palmea dos veces con sus manos enormes, se ríe, Miguel.

—¿Nos vamos? —preguntó Manolo mordisqueándome el bocadillo de tortilla mustia—. ¿Nos vamos sí o no?

—Ñiam, ñiam, espera, hombre. Todavía es temprano, cálmate. ¿Qué hora es? —contesté con la boca llena, sonreí. Manolo se desesperaba comiendo mi tortilla.

—Van a dar las once y diez.

—Hay tiempo.

Isa y Pepi bajaron riendo la escalera, los bolsos les colgaban de los hombros. Aligérense, niñas, les grité. Ellas se demoraron todavía más, si cabe. Mordieron mi bocadillo, convertido en una minúscula mancha de papel, pan y grasa.

—¿Adonde vamos? —era Pepi, interrogaba colgándose bien el bolso.

—¿Y Miguel, no viene? —preguntó Isa, inclinando la cabeza; mirándome a los ojos, levantaba la vista.

—A la Caleta —respondí por orden —. Podemos bajar: la marea está vacía. Miguel no viene, ha ido con Félix a no-sé-dónde. ¿Nos vamos?

--¡Claro! ¡Pero si llevamos media hora esperándoos!— bromeó Isa. En venganza le descolgué el bolso, Manolo reía.

—No me vayas a decir que esto no es bonito —trato de hacerme el ofendido, sabiendo que es inútil discutir de chauvinismos con Miguel.

Doy un paso adelante, hop, Miguel hace lo mismo y los dos nos quedamos al borde de la plataforma de cemento, Isa sigue sin moverse detrás. Tiene miedo, vértigo. Miguel palmea otra vez, las manos frías.

—Pero está mu sucio tó —desprecia, exagera su acento andaluz, señala la playa debajo—. Pa mí no hay mejor playa que Valdelagrana, tío.

—Esto también es bonito, Miguel —trata de apaciguar Isa, da un paso atrás, nos recrimina—. Quitaos de ahí que me da miedo, uy.

Reímos. Miguel obedece, yo me quedo en el borde y grito, que me caigo, que me tiro. La cara de Isa muestra enfado en un segundo. Idiota, me dice. Debajo, el espigón blanco feo reverbera en la oscuridad. Hay restos de moho en la base de los pilares de piedra, y el chapoteo del agua suena mal. Esto hay que quitarlo de aquí, pienso, afea mucho el panorama, a Paco Alba no le hubiera gustado en su Caleta, no.

Acabé el bocadillo y tiré el papel manchado detrás de un coche. Isa reprimió: Anda, hijo, qué limpio. Manolo salió en mi defensa. Pepi tal vez se encogió de hombros. Caminamos alrededor de la estatua de Simón Bolívar, cubierto ya el bronce de una costra verde en la manga y en las patas del caballo y el héroe. Faltaban letras en la inscripción del pedestal. Cruzamos la calle.

—Oye, ¿de verdad que nos vamos a escapar de Dibujo?— Isa preguntaba incrédula, como si fuese a correr la aventura fantástica de su vida.

Manolo la miró con gesto de asco (le salía muy bien) y levantó la mano derecha en tono de fastidio. La interpretación quedó bordada.

—¡Claro, muchacha! —El acento jerezano de Manolo, la cara risueña de Isa—. ¡Pasa del gilipollas del Zalo! Total, si no vamos a hacer na hoy tampoco.

Isa estuvo de acuerdo. No hizo falta que Manolo insistiera más. A partir de aquel momento éramos libres.

—¿Y eso qué es? —La voz de Isa me devuelve al presente, al frío. Me doy la vuelta, la miro, me encojo de hombros, señalo Náutica.

—El espigón para los tíos de Náutica —explico tiritando, ellos me miran—. Para prácticas de no se qué. A la gente no le gusta que esté aquí.

Miguel sonríe incrédulo. ¿Por qué? pregunta, sus ojos recorren la doble vía de cemento blanco. Ya casi está oscuro. Las barcas se mecen dentro del agua.

—Porque afea el panorama. No olvides que éste es un lugar típico.

Sonríe Isa, Miguel farfulla algo referente a la estupidez. Inútil discutir con él, también yo sonrío. Pasa un autobús echando humo y pitando fuerte.

—Estamos encima del embarcadero —anuncio—. ¿Alguien quiere bajar?

—Vacía —comentó Pepi, miraba las rocas, el cielo limpio—. ¿Qué hacemos, bajamos?

—Claro, venga —jaleó Manolo. Antes de que pudiéramos darnos cuenta ya estaba abajo, en la arena.

—No, que hace frío. Mejor vámonos —dice Isa, sigue estando helada, la nariz roja —. Vámonos, digo. ¿A Náutica? Hasta las ocho hay tiempo.

Pepi siguió corriendo a Manolo. En la cancela verde quedamos Isa y yo, mirábamos todo. Isa resopló, echó mano del bolso, se lo colocó en bandolera. Hace calor, dijo.

—Quítate la rebeca, que vas a criar pulgas —aconsejé. Por un momento creí que iba a molestarse, a decirme algo, pero ella se quitó la rebeca azul marino de punto grueso y se la anudó en torno a la cintura. Sacó unas gafas del bolso. Eran verde oscuro, verde botella.

—Préstamelas.

Ella dijo bueno, toma, y yo me puse las gafas, que me venían grandes. Bajando despacio hacia la arena, esquivamos barcas varadas. Una se llamaba Conchita, era azul y blanca, olía a sal. Los pescadores nos miraron sin demasiada curiosidad (más a Isa que a mí, por supuesto); tejían redes. Pronto nos reunimos con Pepi. Manolo tiraba piedras al agua. Chop, chop, no rebotaban.

Miguel palmea otra vez. A Náutica, dice, a Náutica. Cerveza y tónica, ¿no? Reímos. Bajo el primero el escalón, espero a los otros dos, cuando llega Isa le tiendo la mano, sabiendo que va a rechazarme. Ella me mira con cara de furia, baja sola el escalón, el pelo en la cara, pero sonríe con el ojo izquierdo. Miguel suelta una carcajada y salta, aterriza como un gato cebado, busca un cigarro.

Cruzamos la calle esperando un hueco entre la carrera sin sentido de los coches. Primero yo, luego Isa. Miguel, el último, aulla con el cigarrillo sin encender en los labios, Winston. En la cancela del colegio nos encontramos con Ana, con Mamen, con Carmen, que van a subir también. Son niñas sencillas, agradables, que caen bien, las quiero por eso. Saludos, risas, Miguel enciende el cigarro, escupe humo.

Fuimos bordeando la orilla lentamente, relamiéndonos con nuestras propias huellas marcadas en la arena tibia. Tuve cuidado de no mojarme los zapatos. Debajo del edificio en ruinas, negro y blanco, había una enorme máquina para quitar la arena. Los obreros estaban desperdigados, mascaban chorizo, fumaban tabaco negro.

Vimos un zapato viejo, curtido, de cuero, naufragado en medio de los cristales, las piedras, las rocas. Manolo se adelantó, moviéndose como un jugador de fútbol. Dio una feroz patada al zapato roto, pero éste apenas se movió del sitio. Se lastimó el pie, maldijo algo, nosotros reímos.

—Es que pesa mucho —se excusó.

—Como que está lleno de agua, listo —aclaré yo, Isa dijo claro, Pepi pareces tonto. Seguimos andando, riendo.

La cuesta, rodeada de focos, la vamos bajando en tromba, todos hablando, sin entendernos bien. Miguel baja el último riendo como siempre. El sonido de las conversaciones múltiples es ensordecedor, nadie entiende a nadie. Miguel estalla. ¡Callaros, cono, hablad de una en una!; se ríe, fuma, pone orden, mira lo alto del mástil, las estrellas de niebla, Miguel.

Ante la puerta de cristal me quedo el último, les cedo el paso al batallón de hembras, hago resonar los tacones de las botas como un nazi, murmuro algo. Ana rezonga machista, machista-leninista, apostillo yo. Todos ríen, cruzamos el pasillo, subimos escaleras. Miguel gasta bromas a las niñas, muy bueno, aliento yo, hay quien me mira con odio, ja, ja, ja.

Corrimos entre las rocas, teniendo cuidado de no resbalarnos. Manolo saltaba entre una piedra y otra con rapidez, y parecía que de pronto iba a dar un paso en falso y hundir un zapato en los charcos, uuy. Las algas eran verdes, de un color sucio, y estaban salpicadas de arena por todas partes. A Isa —claro— le daban asco.

—Café —pide Miguel, ordena las mesas, aparta una silla, hace gotear ceniza del cigarro.

Pepi recogía conchas gastadas por el agua, apartaba a un lado las más rotas, terminaba por tirarlas todas, se limpiaba las manos sucias, se ponía en pie. Yo jugaba a malabarismos, de una roca gris hacia una roca negra, ya, aterrizaba con la punta del pie izquierdo, bamboleaba el cuerpo, tatachán. Hacía calor, sudábamos.

—Café —dice Isa sentándose en el centro de la mesa. Yo pongo cara de asco, me siento también. Ana al frente, Carmen a mi lado, rugen las sillas.

El reloj del bar, girando, marca las siete y cinco. Gira en remolinos amarillos, en remolinos verdes, no para nunca, tictac tictac. La máquina de coca-cola hierve, ding ding ding, la tragaperras.

—Ten las gafas, Isa, que me marean. —Le tendí las gafas, harto de ver el cielo verde, las caras verdes, el mundo verde. Ella se las puso, a horcajadas sobre la nariz, y también le venían grandes. Eran las gafas de su hermano, me explicó, a quien yo todavía no había visto nunca. Los ojos le quedaron fuera de mi alcance, taponados por el cristal. Por un momento pensé quítate las gafas, deja los ojos libres, mejor el sol. La miré en silencio, corrí sobre las piedras, venga, venga.

—Uaac, café a esta hora. No puedo soportarlo —saco la lengua, pongo los ojos en blanco, digo algo referente al olor y al humo. Ana se ríe, me mira sonriendo. Miguel apaga el cigarro, mira la tragaperras con ojos de niño.

—Me baja la tensión —anuncio, los codos sobre la mesa; miro los ojos de Ana, los ojos de Isa.

—Al revés, hijo. El café la sube —corrige Isa, baja los ojos, tuerce los labios, grrr.

—A mí no, encanto. Yo soy más raro que nadie —la corto malévolo, río, tamborileo los dedos en la mesa, le quito a Carmen el bolígrafo, paso de todo.

Manolo, más avanzado que nosotros, se agachó. Llamó nuestra atención silbando, meneó los brazos, señaló el suelo. Corrimos hacia él esquivando el verdín y el fango. Cuando le alcanzamos estábamos cubiertos de sudor.

—Oye, Rafa —me preguntó—. ¿Tú sabes qué es esto? Me agaché junto a él, perdí el equilibrio, tuve que agarrarle por un hombro. Miré más allá de su dedo y por un momento me decepcioné. Aquello era un cohombro, le dije, por aquí le llaman carajo de mar, ¿no ves su forma?, expliqué, es igualito.

Manolo rió, sacó la navaja, hizo gñiiic la hoja antes de ponerse recta. Manolo cerró un ojo por cosa del sol. Pepi dijo qué vas a hacer, Isa me miró sonriendo.

—¿Esto no se come?

—Ya sabéis: A mí, café —dice Miguel, se levanta, echa a andar hacia la tragaperras, se olvida del mundo.

—A mí un batido —me levanto yo también, le sigo. Ana asiente, enciende un cigarro a Mamen. Por una vez el camarero se acerca, la tiza en la oreja. Más allá, Miguel juega con la tragaperras, y produce destellos y sonidos extraños que parecen música. Ding ding, la bola cruza loca entre los flippers.

—¡Ay, cómo se nota que eres de Jerez! --exclamé todavía riendo, Manolo se quedó cortado, la cara roja--. Eso no se come, está lleno de agua. Pínchalo y verás.

Manolo obedeció. Clavó el estilete en la pulpa marrón del bicho, que escupió el agua como un surtidor de fango. Los demás saltamos hacia atrás para no mojarnos, cuidado.

—Bueno —se defendió él—. ¿Y aquí no se pué mariscar algo que se coma?

Pepi levantó la mano y enseñó un cangrejo. Esto, dijo, si quieres esperar a que crezca. Manolo hizo fsss y se dio media vuelta, guardó la faca. El cangrejito era diminuto como una uña, casi transparente, y no se estaba quieto. Pronto cayó de la manecita blanca y se hundió en el charco. No hizo ondas.

Miguel se ríe, maneja la tragaperras con delicadeza, entiende en seguida las instrucciones que yo jamás entenderé. Hace tres partidas en un santiamén, me pide que le traiga el café antes de que se le enfríe, pregunta la hora, mira el destello del bumper y su craquido monótono.

—Rafa, ¿me invitas a un zumo? —pregunta Ana, intenta poner cara de niña buena pero no le sale, se ríe con sus ojos enormes, el flequillo en la frente. Pongo gesto de extraño, me rasco una ceja. Isa disimula sorbiendo café. Ésta es la mía, pienso, ahora va a ver.

—Bueno, pero otro día me tienes que invitar tú a mí, ¿eh? Que luego me acusas de machista —aclaro, bromeo, procuro no derramar el café, espero inútilmente la reacción de Isa.

Vuelvo sobre mis pasos y Miguel señala de nuevo el marcador. Otra partía, tío, anuncia, en cuanto se le coge el tranquillo es cosa hecha. Me río, a mi lado aparecen de pronto Carmen y Ana. Isa se queda en el sitio, mirando la nada, con la taza de café vacía entre las manos. Un penique por sus pensamientos.

—¡Mira, un erizo, Manolo! —exclamé lleno de alegría, saltando como si aquel diminuto alfiletero fuera el mayor tesoro de la historia—. ¡Esto sí se come!

Manolo se acercó despacito, temiendo por partida doble la burla y el resbalón. Miró luego con desconfianza el montoncito de púas, reconstruyó su cara de asco.

—¿Esto está vivo?

—Más que yo. Pínchalo y verás cómo se mueven las púas. Anda, pínchalo y verás.

—Ten cuidado no te claves —advirtió Pepi. Manolo volvió a sacar la navaja, se mojó los labios con la lengua y pinchó al animal como los médicos de las películas cuando desinfectan a algún paciente. Su cara cambió cuando las púas respondieron agitándose como un abanico.

—¿Y esto se come? —Se levantó con el erizo en una mano, la navaja en la otra, la desconfianza pintada en el gesto. Pepi meneó la cabeza diciendo que sí, Isa hizo aaag qué asco.

—Anda, Rafa, juega tú —dice Miguel, recoge el café, me deja paso. Agarro torpemente los pulsadores, hago que hagan tacata tacata y lanzo una bola. Miro de reojo y veo que Isa no me está mirando. Pierdo la primera bola por tonto.

Baja la segunda, rebota, marca puntos y la alejo otra vez hacia arriba. Las niñas me miran y parecen dos lejanos personajes de un cuadro. No prestan atención al zumbido ni a la bola, se miran en el cristal absortas. Ding ding ding, por fin game over. Me vuelvo a la mesa, me siento, quiero decir algo pero me callo, miro de reojo a Isa.

—Claro que se come —expliqué muy ufano—. A mí no me gustan porque me dan dolor de cabeza, pero comerse se comen. ¿Nunca has visto venderlos en la plaza?

—Debajo de mi casa los venden también —apuntilló Isa, sonrió. Yo traté de recordar dónde vivía, caí en la cuenta—. Mí padre los compra mucho, pero a mí me dan asco, ggg.

Manolo metió la navaja entre las púas y trató de abrir el erizo. Pepi sonrió con sorna, preguntó a Isa si también le daban dolor de cabeza. Isa no contestó, plegó los labios. Yo no supe reaccionar, me levanté, miré a lo alto, anda, vamonos.

—Pues está bueno, ¿no hay más por ahí? —preguntó Manolo después de hacer chuuuuuic y tragarse la pulpa roja y viva del erizo. Lanzó la cascara vacía a lo lejos, clonc, sacó los dientes, rebuscó alrededor con cara de hambre.

—¿Te aburres? —pregunto por fin, cruzando las piernas, me estiro cuan corto soy contra el respaldo del asiento.

--Un poquillo. ¿Ya has terminado de jugar?

—Aja. Soy muy malo —digo y callo, pienso así que después de todo me ha estado mirando, me pongo recto, miro el reloj. Ya va siendo hora de irnos, añado. Chari sale a las ocho, ¡eh, Miguel!

El camarero vuelve, gasta bromas, retira los vasos, cobra la cuenta. Nos levantamos haciendo redoble de sillas, Miguel bosteza, saca un cigarro, ofrece a las niñas. Adiós, adiós, hasta el lunes, divertios.

Volvemos a la Normal, despacio, con el frío en los dientes. Miguel todavía sonriendo, Isa escondida en el abrigo, yo no hablo. La calle está iluminada por el rastro rojo de los coches que pasan. Miguel arranca con sevillanas, un pañuelo de silencio, cualquiera sabe cuál es su intención. Sss, mejor cállate.

Una ola estalló cerca de donde estábamos, y entonces nos dimos cuenta de que la marea estaba subiendo. La playa quedaba muy lejos, porque sin darnos cuenta habíamos ido andando hasta lo más dentro. Que nos ahogamos, gritó Pepi, a correr, Manolo.

Cinco minutos más tarde estábamos otra vez en lo alto, en la cancela verde. Isa miró el reloj y se dio cuenta de que ya era tarde.

—¡El autobús! —gritó. Pepi dijo huy como perdamos el autobús, redoblamos el paso. Af, no tan rápido.

Miguel saca el coche del parking con habilidad, ronronea el motor, el R-6. Isa detrás, a mi lado, avisa de vez en cuando para que el otro haga mejor la maniobra. Yo me callo, no entiendo nada, veo a Chari que ya sale, el abrigo azul, los libros bajo el brazo.

—¡Ale, vamonos, nenín! —la voz de Chari, su alegría. Miguel pone su eterna cara de hombre tonto pero feliz, hace carantoñas, suspira, arranca el coche. ¡PalPuerto!

Manolo se despidió, cruzó la calle y se perdió detrás de los edificios claros. Yo continué andando, comentando tonterías, hasta que a lo lejos apareció la figura roja y blanca del autobús cochambroso.

—Ahí viene —comenté con tristeza, Pepi dijo menos mal, Isa era temprano.

El autobús aparcó, con su ladrido de lata, y el chófer de mote italiano esperó con paciencia la marea de jóvenes que subían alborotando. Miguel estaba ya allí, pudimos verlo por una ventanilla, saludó.

Adiós, hasta el lunes, despedí, meneé la mano con tristeza, esperé mi propio autobús de línea. Ellos arrancaron, con sonido de carroza vieja, y empezaron a perderse poquito a poco a lo largo de la calle. Adiós, adiós, saludó Isa. Adiós, emprendí lentamente el camino de regreso a casa.

—Aquí te bajas tú ya, ¿no? —pregunta Miguel, sabiendo por adelantado mi respuesta.

Salgo del coche ligerito, siento el frío en la espalda, el olor a ozono. Adiós, tío, hasta el lunes, dice Miguel. Adiós, Chari. Mira la calle a través del cristal, no dice nada, se hace la tonta Isa.

El R-6 arranca, se va. Un día más miro el mar negro, el faro, el viento. Ella se va otra vez sin despedirse, pienso. Tengo que escribir sobre esto alguna vez, ¿un poema, un cuento? Los dos, ¿por qué no? Ja, ja, ja, seguro que no escribiré nada. El mismo perro de todas las noches, que me odia y al que odio, me ladra y se me avanza, negro como la muerte. Pienso púdrete, vuelvo a casa.

—¿Sabes? —dijo Manolo el lunes siguiente—. A mí el erizo también me dio dolor de cabeza.

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Comentarios

1
De: RM Fecha: 2005-10-19 23:05

Durante años, este cuento ha sido un misterio para muchos de mis pocos lectores. Apareció en la antología "Unicornios sin cabeza", y como no es un cuento fantástico, ni de ciencia ficción, dejó al personal un poquito a cuadros. En realidad aparece allí porque mi primera idea de una antología no hacía distinciones entre los géneros de los relatos allí incluidos (siempre he nadado entre dos aguas). Cuando se publicó en Ultramar, le propuse a Domingo Santos que lo quitara del libro, pero él dijo que no. Y en el libro salió. Muchos de mis pocos lectores se pasaron todo el relato esperando que saliera el ovni. Otros no lo entendieron.

Y en realidad hay poco que entender: el título y la cita de Umbral lo explican muy clarito. Son dos acciones situadas en dos momentos distintos, en dos años distintos (1978 y 1979; el cuento está escrito en el 80), donde hay dos personajes que aparecen en ambos (Isa y yo) y otros que se alternan (Miguel, Pepi, Manolo). Las dos acciones se encadenan, como se encadenaban los recuerdos míos al intentar darles cohesión con la memoria.

Para facilitar la comprensión, he marcado con cursiva la acción más antigua (y que aparece en pasado, la acción de 1977), y en redonda o normal la acción más reciente (que aparece escrita en presente, la acción de 1980).

Lo curioso del relato es que es, sobre todo, un ejercicio de estilo y de memoria. Todos los que vivimos esos dos días anodinos los recordamos de pe a pa, con lo que se revalida la cita del maestro Umbral, pese a que no pasó nada importante que cambiara nuestras vidas. Todo sucedió exactamente como aquí se cuenta.

Es posible, como dice mi buen amigo Antonio Romero, que éste fuera el inicio de mi faceta como escritor gaditano-costumbrista-onírico, aunque tardara casi veinte años en desarrollarla y "perfeccionarla".

Hay un guiño en una de las frases finales, claro. Porque escribí un relato sobre aquellas despedidas y también, naturalmente, escribí un poema.

Si Isa lo conserva todavía, lo cuelgo un día de estos.



2
De: Eme A Fecha: 2005-10-20 01:19

Ya hace unos añitos que me leí Unicornios Sin Cabeza y he reconocido el cuento en el primer párrafo. ¿Es grave, doctor?



3
De: Camarona Fecha: 2005-10-20 13:22

Con tu foto de la Caleta me han dado ganas de llorar. Cómo se echa de menos esta bendita tierra cuando se está tan lejos...

Besos de Camarona exiliada.



4
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 13:27

MM: ¿pq inepto? ¿quién?



5
De: Lito Fecha: 2005-10-20 13:38

Tio tienes mucha razon en todo, MM, eres un carck, ojala escribieses tu este bloc.



6
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 14:10

Coño, MM, me parece bien q te expliques y hasta puedo estar de acuerdo en algunas cosas, pero hazlo desde el principio, no insultando. Digo yo (sin ánimo de hacer de moderador)



7
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 14:16

MM, Con otras palabras, esa crítica tb la he hecho yo por aquí (no a RM en perticular), que se denigra al cómic de SH actual al mismo tiempo que se dice q no se lee el mismo. Y eso son ganas de hablar por hablar. Hay muchos ejemplo de series y autores q merecen la pena y que cuentan cosas nuevas, sobre todo últimamente, en eso estoy de acuerdo contigo y creo que lo he dicho aquí más de una vez.

Eso de q se terminó en el 87 (¿pq ese año en particular?) a mí me parece una toontería, antes de esa fecha había comics malos y buenos (en la opinión de cada uno) y después (y hasta ahora) también los hay , de los dos tipo (repito, que de acuerdo a la opinión de cada uno)
.
Otra cosa es que por q estamos creciditos nos parezca de niños lo que antes no, o que no nos apetexca leerlos y por eso digamos que es una mierda, pero ese es un error de percepción, no de realidad.

Por eso digo siempre, que cuando se critique el medio, se haga a una serie en particular, un número en concreto, sin mencionar vaguedades.

Si no, no tiene sentido la discusión.

(y perdona RM por derivar el tema del post)



8
De: RM Fecha: 2005-10-20 14:48

mira, troll, aquí no tienes nada que decir: ni siquiera tienes nada que insultar. Olvídanos.



9
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 15:01

De las 'Cosas impensables en un tebeo de los 60-70 en un tebeo de hoy' que cita RM en el post de la épica y SH:

1) Héroes que sean héroes.

De eso no falta ahora tampoco (¿o es spider-man menos héroe q antes, o los vengadores, o hulk, o flash, o...?)
Y sí, hay ejemplos de series que no tienen héroes como tales en sus protagonistas, o al menos en el sentido tradicional, pero creo que ése condimento es precisamente uno de los que se necesitan, el explorar cómo los poderes pueden no hacer un héroe de un determinado personaje ¿o tienen q ser todos buenos buenísimos?

2) Lecciones "morales"

Remitirse a punto 1.
Aquí, extendería esto a otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, el triste caso (sobre todo para él) de Maradona. La principal crítica q se le hacía era el 'mal ejemplo para los niños'. Perdona, no, un futbolista (que al fin y al cabo es un trabajador, indep de lo que cobre) no tiene pq vivir su vida privada en función de lo q puedan pensar los críos (o mejor dicho los padres de los críos) q sueñan ser como él. No tiene pq dar ninguna lección moral. Vive su vida como todo quisqui y si le va bien, bien, y si le va mal, pues allá él.
Esto es aplicable a todo, libros, cine, cómic...
Las lecciones morales q cuentan son las que uno aprende viviendo, no leyendo en un cómic. Por mucho q un cómic de X-Men me quiera dar a entender que el rechazo del prójimo es malo, si yo no estoy convencido por mí mismo, no valdrá para nada.

3) Argumentos más sólidos que exploran géneros y situaciones.

Para esto, habría que hacer un estudio comparativo entre historias de antes y las de ahora, con ejemplos, claro, y decir pq éstas no tienen dichas características. Pero para eso habría que leerlos primero, claro.

4) Historias con principio y fin en varios tebeos o en uno solo

Tb hay de eso ahora, y de lo contrario antes.

5) Un rato divertido de lectura, no dos minutos y medio de tedio

No me remitiré al dicho aqúél de 'lo bueno si breve...'.
Sí, ahora los cómics se leen más rápido, son digamos, más 'cinematográficos' (aunque tb hay otros q se basan en la narrativa más clásica), pero eso no quiere decir q la historia sea mejor o peor. Sólo que uno se gasta más pasta para tener una historia completa. Ahí sí veo un pero, pero si la historia entera merece la pena, pues lo pongo por delante de la 'tardanza' en contarla o el 'coste' de leerla.

6) Un montón de buenos guionistas

Tb los hay ahora ¿pq no nombramos los guionistas malos de ahora y antes?

7) Un montón de buenos dibujantes

Tb los hay ahora ¿pq no nombramos los dibujantes malos de ahora y antes?

8) No había dibujantes "hot" que se lo tuvieran creído: eran currantes del medio

No sé si 'hot', pero estrellas hubo desde el principio (independientemente de que cobraran millones o pasaran miserias). O si no, recordar las peleeas entre DC y Marvel por la marcha de Kirby, Adams, Byrne, etc. Si no se consideraran estrellas, es decir, pilares de la empresa que atraían a los lectores, no hubiera importado que se fueran, desde el punto de vista de la empresa.

9) Sabían que estaban haciendo tebeos y eran honrados haciendo tebeos.

¿pq no nombramos alguno actual que no sea honrado y/o que no sepa que está haciendo tebeos?

10) Eran fruto de su tiempo y tenían otros intereses aparte de los tebeos: la música, el cine, la tele, los libros

Como creo q tb los de ahora. ¿o sabemos de alguno que no?



10
De: RM Fecha: 2005-10-20 16:05

Esto... Felipe, ¿te importa seguir el hilo de los superhéroes en el post de los superhéroes y no aquí?



11
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 16:14

ok, sorry, pensaba q ya estaba abandonado



12
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 16:14

borralos si quieres, que lo pongo en el otro



13
De: RM Fecha: 2005-10-20 16:24

Ok, gracias. Es que si no, perdemos el hilo.



14
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 16:29

RM, respecto al relato, no me ha quedado claro lo de la diferenciación en cursiva
¿se publicó originalmente con la cursiva o si ella?. Lo digo porque he leído tu primer comentario antes que el texto y me ha ayudado bastante, pero sin saberlo creo que quedaría un pelín mezclado, a no ser que lo que quieras mostrar es la posibilidad de intercambiar momentos entre dos días 'vacíos'



15
De: RM Fecha: 2005-10-20 16:32

Se publicó sin cursiva, precisamente porque quería mezclar los tiempos de los dos días vacíos. Pero como el personal no lo entiende, pues así queda más claro :)



16
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 16:33

Perfecto, ¿y que pasó con Isa?



17
De: RM Fecha: 2005-10-20 16:41

me casé con ella :)



18
De: Felipe Fecha: 2005-10-20 16:46

Pues felicidades, y un saludo para ella



19
De: jose antonio Fecha: 2005-10-20 16:47

Es muy curioso,
cuando he visto el título del post, algo ha saltado dentro de mí.
Porque , como tú bien sabes llevo dos días descubriendo ese libro "unicornios..." y oh casualidad! ayer mismo leía esta historia en el libro.
Esto hace que piense sobre ese artículo tuyo que hay colgado por ahí sobre las casualidades, tu cicatriz, Alberti, etc...
Glup! ya me expreso como un frikimarinista



20
De: jose antonio Fecha: 2005-10-20 16:48

...Sigo.
Y resulta que según leía ayer la historia, no me percaté de dos historias entremezcladas, porque puse toda mi atención en la trama Isa-tú. O más bien tutirandolostejos-Isahaciéndoseladura.



21
De: jose antonio Fecha: 2005-10-20 16:53

pero me surgió una duda que tenía apuntada para comentarte algún día de estos, y hoy con tu post me lo has puesto a huevo para lanzarla aquí:
¿cómo sigue tu relación (si la hay ) con Miguel, Chari, Manolo y Pepi???
Por último, el final de las despedidas en el bus, y esos "hasta el lunes" me han traído a la memoria otras épocas mías, ese noviazgo, ese sentimiento raro y apetecible que cada día busco otra vez, pero que me queda pequeño.



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De: RM Fecha: 2005-10-20 16:59

Hay entre las dos historias una historia que no se cuenta y que voy a contar aquí ahora: me declaré como buen tardoadolescente y ella me dijo que nones :). Por eso la actitud de ella (o la percepción de la actitud de ella) varía de la historia en pasado (1977) a la historia en presente (1978). Luego ella recapacitó, cambió de opinión y lo mismo metió la pata :P


Manolo se casó el primero de todos nosotros, nos invitó a la boda, año 81... y no le hemos vuelto a ver el pelo. Era de Jerez, sacó plaza directa y no sabemos dónde andará ahora.

Pepi se casó poco después, tiene dos hijos que deben rondar ya los 16 años, se divorció hace dos o tres años... Y como ya no vamos al Puerto todos los fines de semana como hacíamos siempre, no la hemos vuelto a ver.

Miguel se casó con Chari, tiene dos hijas adolescentes ya. Fue jefe de protección civil, tuvo un accidente de moto (Miguel es un ser humano gigantesco en los dos sentidos), las pasó canutas durante dos o tres años y parece que ya está recuperado. Lo vemos una vez al año o tal que así, por la misma causa.

Rafa e Isa se perdieron de vista un año, cuando terminaron magisterio y él continuó filología inglesa. Entre tanto, Rafa intentó locamente enamorarse de Olga (o sea, de la Wimdyl de Lágrimas de luz), pero el sexto sentido femenino de Isa reaccionó a tiempo y aquí estamos, con la hipoteca, los niños, la casa llena de libros, etcétera etcétera.



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De: jose antonio Fecha: 2005-10-20 17:00

conste que la curiosidad por esas relaciones de amigos de antaño, no es simple cotilleo, sino que yo me he preguntado bastantes veces, si no será que lo de tener amigos (ojo, no conocidos) será algo "limitado", es decir, esclavo de nuestro tiempo libre.
Me explico:
Conforme pasan los años, nos casamos, tenemos hijos, y nos damos cuenta (me doy cuenta ) de que tu tiempo libre al final se reduce a un sábado y a un domingo, de los cuales alguna mañana o tarde las dedicas al carrefour, con lo que te quedan tres "momentos" de vida social con los amigos : dos tardes y una mañana o viceversa, Si de esos dedicas uno a visitar a padres o suegros, finalmente se reducen a DOS los ratos en que quedas con amigos (tienen que tener niños que ronden la edad de los tuyos) para dar una vuelta.
Conclusión. ¿donde quedan los demás, esos que se van perdiendo en la cuneta del caminos por falta de "momentos" para dedicar a ellos??



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De: RM Fecha: 2005-10-20 17:03

A veces ayuda la nani de más confianza del mundo: la abuela.

Hasta hace apenas dos años, nosotros hemos tenido la suerte de encasquetar a los niños el finde en el Puerto y salir allí con los amiguetes. Hasta que llegó el euro y todo se puso carísimo, hicieron obras en la casa de la abuela que despertaron las alergias de los críos, y los puñeteros descubrieron que se divertían más saliendo con nosotros que quedándose a hacer manualidades...

Y se acabó el trasnochar los sábados.



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De: jose antonio Fecha: 2005-10-20 17:04

¿pero en lágrimas de luz, la que merece la pena no es la capitana esa del traje de tiras de cuero, que te trata como un puto y te regala un super puñal???
El polvo de tu vida, ese (por lo menos hasta esa página)



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De: RM Fecha: 2005-10-20 17:06

Nah, fantasía todo. Uno, que andaba de un salido...



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De: RM Fecha: 2005-10-20 17:06

En Lágrimas de luz, el personaje que más me gusta es Valeria, fíjate.



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De: jose antonio Fecha: 2005-10-20 17:10

Valeria,
curiosa mujer. Misteriosa.
Está muy conseguida la imagen de cómo se lo quita de encima con esa amenaza de morderle el labio



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De: RM Fecha: 2005-10-20 17:11

Avísame cuando te estés terminando de leer el segundo relarto de complemento, que falta, precisamente, el párrafo final :(



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De: Punisher Fecha: 2005-10-21 12:35

M.M., sigue hablando si quieres, más hablas y más permites que te identifiquemos.



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De: Anónimo Fecha: 2005-10-21 12:40

M.M., ¿no serás usuario de ABRANET, por casualidad?



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De: gozalo Fecha: 2005-10-21 15:58

A mi siempre me hubiera gustado contar cuentos imaginarios pero no he podido para mi siempre la realidad supera la ficcion por eso hasta en los ovnis sera un dia realidad pues cuando el ser humano tiene algo en la imaginacion ya ha sido real



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De: virgenyfurioso Fecha: 2005-10-24 19:53

Conmigo, la sensación de nostalgia la tenías ya conseguida con la foto. Es uno de mis lugares preferidos, diga lo que diga Miguel :)