A veces la vida te obliga a ser personaje de Howard Hawks o irlandés borrachuzo de John Ford, hombre de pelo en pecho de los que sólo se sinceran delante de un whisky, mirando a los ojos y murmurando con voz de goma verdades como puños.
Es lo que nos pasó el miércoles pasado, cuando vino Tomi de su exilio inglés y nos dedicamos a recorrer los lugares típicos de nuestro Cádi-Cádi (o sea, la marisquería de la esquina y el pub irlandés de al lado, que ya son ganas). Tomi, Vicente, Paco y yo. Hasta las tantas. La primera vez en mi vida, que yo recuerde, que me tienen que esperar para cerrar un local. Pero valió la pena.
Porque, verán ustedes, Tomás (Tomi) tiene un sueño. Y se está dejando, literalmente, la piel y la vida en ese sueño. Y como no pudo seguir ese sueño aquí abajo, lleva ni se sabe cuántos años por allí arriba, en las Inglaterras, frente al canal, trabajando en lo que no le gusta y a la espera de, algún día, poder hacer eso que siempre quiso y que aquí se le niega. Estudiar, investigar. Un hermoso sueño. Eso le ha llevado a dejarse en la cuneta muchos amigos, su familia, a cambiar la compañía de una charla y una complicidad por la soledad de los inviernos norteños y las hablas distintas. Vuelve una o dos veces por año, y es entonces cuando nos vemos. Y, como el otro día, y como el sábado también, nos contentamos con ponernos al día durante unas horas, delante de papelones ingentes de pescao frito, y de cerveza, y de toda la producción de whisky de malta del mundo.
Me encanta conversar con mi amigo Tomás y sé que a él le gusta también charlar de todo conmigo. Le brillan los ojitos azules cuando menciona la ciencia, cuando no se sabe sólo en el mundo en ese amor carajote que tenemos todos los que amamos leer y en vez de corazón tenemos las páginas de un libro en cada aurícula y cada ventrículo. Y se nos suelta la lengua, sí, y nos sale a flor de piel la pasión de la cultura, y la melancolía que en el fondo siempre lleva uno dentro.
Mi amigo Tomás tiene un sueño y, pese a que muchos le ponen pegas, porque piensan que está haciendo el perla y ya no es un crío, yo lo envidio.
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