Contaba el propio Hugo Pratt (y ojo al dato), que cuando le pedían que escribiera un guión para llevar al cine a su Corto Maltés, siempre respondía lo mismo: El guión está ahí, en los cómics, en las viñetas. No hay que escribirlo.
Independientemente de que el genio de Rimini fuera además un vaguete de tomo y lomo que, dicen, llegaba a cobrar en billetes de avión y a dibujar allí mismo, en los aviones, en sus palabras subyace una gran verdad que luego otros han aprovechado para desarrollar ese híbrido del cine y el cómic que son los storyboards. Ya saben: se dibuja primero lo que se quiere que aparezca en pantalla y luego se filma.
Exactamente lo que parece que ha querido hacer Robert Rodriguez en la adaptación de Sin City de Frank Miller (que aparece también acreditado como director aunque según él mismo reconoce por cortesía). Rodríguez no ha hecho una adaptación del tebeo al cine, ni una versión, y el tebeo ni siquiera le sirve como story-board. Rodríguez simplemente ha filmado las viñetas casi tal como se ven en las "novelas gráficas" (¡movimiento reivindicativo para borrar esa memez de expresión ya!). En ese aspecto, no cabe duda de que lo que estamos viendo en pantalla es Sin City, por su estética, por los bruscos contrastes de blancos y negros y, sobre todo, por las interesantes manchas de color (que tardan lo suyo en aparecer, por cierto, en la historieta), aunque habría que ver si esas salpicaduras tienen función narrativa o puramente expresiva, que esa es otra.
El problema no es que todo se vea exagerado, acartonado y falso. El problema es que los cómics de Sin City son exactamente así de exagerados, de acartonados y de falsos. Si alguien llegó a creer que Miller estaba haciendo género negro, basta mirar un par de viñetas (o seguir la película) para darse cuenta de que no, de que Miller sigue haciendo superhéroes, quizá porque no sabe hacer otra cosa. A pesar de la estética innovadora (que se agota pronto en sí misma, ay), las proezas exageradas de unos y otros, los tiros que no matan, la violencia desaforada, los grupos de superheroínas ("Las Super-Putis", que me decía anoche mi amigo Antonio) hacen que en el fondo estemos viendo más de lo mismo. Y, lo peor de todo, más de lo mismo una y otra vez. Los personajes (y sigo hablando del cómic) son indistinguibles unos de otros en sus motivaciones y sus reflexiones (y a veces en su físico, cuando a Miller le da la desgana también aprendida de Hugo Pratt). Las historias son a tiro fijo, literalmente, entrar a saco como elefantes en cacharrerías y pasar a otra que es un calco de la anterior.
El problema es que, al llevar todo eso al cine, Rodríguez no tiene más remedio que quedarse con la estética. Al reflejar la historieta tal como la historieta es, la película acaba pareciendo una obra de teatro, un grand guignol. Molesta la voz en off. Molestan los diálogos. Molestan las escenas de acción. Y molesta que el director no sepa, en uno de los ¿sketches? ¿actos? ¿gags? si tirar hacia lo serio o decantarse por la comedia negra. En ese sentido, pese a que parezca novedosa, la propuesta es ya antigua: se hizo en cine hace algunos años, con aquel Dick Tracy de colores potentísimos y villanos de rostro deforme; y se hizo también en televisión, con aquella versión de Batman pop. En ese sentido, a esta película sólo le faltan las onomatopeyas y que aparezca de vez en cuando (como en Creepshow, fíjense ustedes si todo esto no se ha inventado antes) los cartuchos de texto que sustituyan las voces en off tan pesadísimas.
Independientemente, eso sí, del magnífico trabajo de casting, donde sólo Clive Owen como Dwight desentona un tanto (¿quizá porque Tim Robbins dijo que no?), y donde las superputis y Mickey Rourke están que se salen. Mención aparte, como siempre, para Bruce Willis, que aunque no da la edad del personaje llena como siempre la pantalla, sea o no sea un gran actor.
Me temo que, al trasvasar no de esta manera una historieta, sino esta historieta concreta, lo que se vuelve a hacer una vez más es dejar al descubierto las carencias del medio en cuanto a construcción de personajes, en cuanto a exageraciones y situaciones increíbles, en tanto a aquello de que en los cómics sólo pasan las cosas que pasan en los cómics y que, por tanto, no pueden ser tomadas en serio por los medios de fuera.
Y eso que, sí, como juego escénico, como experimento, como capricho, como estética, resulta una propuesta interesante.
Comentarios (219)
Categorías: Historieta Comic Tebeo Novela grafica