A decir de algunos de ustedes, estoy hecho un máquina. Por lo mucho que escribo, dicen, y ya les he contado alguna vez que no, que yo tengo la impresión de que no escribo nada de nada, o ni la cuarta parte de lo que debería, con la de horas mustias que me paso aquí delante del ordenador, zapeando de pantalla en pantalla y mirando una y otra vez las páginas y las bitácoras que sigo, con la mente abstraída y tratando por todos los medios de ponerme otra vez teclas a la obra. A veces, por más que lo intento, no hay manera.
Entra el verano en la recta final y no, no he podido dejar de traducir. Acabo de terminar una novela negra de Robert Crais que he tenido que hacer contrarreloj, porque corría prisa. Una novela divertida, eso sí, facilita, con un personaje central, el detective Elvis Cole, que además es un friki y lee comics y es fan de Walt Disney. Es la segunda novela de una serie que lleva, por el momento, una docena de títulos. Espero que me caiga alguno más en el futuro, porque me ha hecho gracia.
Entra el verano en la recta final y, sí, como me había prometido, he puesto el turbo y me he liado a escribir una nueva novela. Llevo ya doscientas cuatro o doscientas cinco páginas. Toda una proeza, para mí, que tardo a veces años enteros en redactar, y que tenía apenas 30 escritas el día catorce del mes pasado. Ahora estoy en un impasse, no sé si me ha entrado el miedo. Me he pasado las mañanas traduciendo a Crais y las tardes escribiendo, y ahora que he terminado la traducción y podría estar dedicándome full time al libro, me he quedado algo así como traspuesto, un pelín acojonao, porque me quedan solamente nueve o diez capítulos para poner fin al libro (no quiero que me salga un tocho demasiado largo), y sé que esos capítulos tienen que ir cada vez más arriba, acumulando sensaciones y tensiones y esas cosas que se dicen.
Y aquí estoy, parado en el primer párrafo del capítulo treinta y uno, con Truhán harto de guerras y suspirando por las mujeres que nunca tendrá, mientras echo balones fuera y me escapo a ver algo en el dividí. En fin, voy a releer lo escrito y a fustigarme un pelín y a ver si de una vez consigo que el personaje se convierta en traidor y haga lo innombrable por recuperar la hombría perdida.
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