Había pasado ya, hace unos años, con el cartel de una de las dos películas de Batman de Tim Burton. No sé si recuerdan ustedes, seguro que sí: sólo se veía el óvalo con el murciélago, ese emblema que el personaje lleva en el pecho. El público que no identificaba aquello con los cómics (estamos hablando de antes del bombardeo mediático, de antes del estreno) se quedaba mirando y remirando aquello. No tenía letras, no aparecía en ninguna parte el nombre del superhéroe. La conclusión era que la gente pensaba que aquel emblema tan extraño, como si se tratara de una de esas ilusiones ópticas, era una boca abierta. Luego, claro, culminado el proceso publicitario y reinventada brevemente la batmania con un poquito de ayuda de Prince, todo el mundo llevó camisetas con otros logos de otros murciélagos. Y desde entonces, me parece, Batman dejó de pertenecerle a los lectores de historieta y se convirtió en una trade mark, un icono sin alma ni pasado en tinta china. En otra cosa.
Hemos comentado a veces por aquí y por otros sitios que, en ese acercamiento que los personajes de los cómics vienen haciendo hacia el cine, en ese trasvase que puede ser literal o no, se dejan muchas cosas en el camino y se revelan las graves carencias que por otra parte puede tener el medio. Cada película de superhéroes o de personajes de historieta que se lleva a la pantalla es saludaba indefectiblemente con la frase: "Es la mejor adaptación de un personaje de cómics al cine" y bla bla bla. Suele ser verdad, aunque todavía (creo) no se ha hecho ninguna gran película (entendiendo por gran película eso que ustedes y yo entendemos cuando vamos al cine a ver cine), y la prueba está (insisto: me parece) en que suelen olvidarse a los seis meses. Las compramos en DVD y entonces nos caemos del caballo y las saludamos como lo que Roger Corman dice que son: sus mismas películas pero con más dinero. Y es cierto.
Sin embargo, en ese balón de oxígeno que la industria del cómic cree necesitar en el cine (y no me cabe duda de que también el cine necesita fijarse en los cómics para desplegar efectos especiales, explosiones y otros ganchos), acabamos por perder a los personajes. Hay muchísima gente (por millones en el mundo, oigan) que conoce a Batman gracias al celuloide. Y de esa muchísima gente serán decenas de miles nada más que lean cómics de Batman, que sepan cómo Batman es, que sepan encuadrarlo en su momento y sus parámetros y sus limitaciones y sus grandes momentos históricos. Batman ya pertenece al público, a los media, y tiene aventuras (o no) en cine y televisión, en dibujos animados y juegos de ordenador, aparece en carpetas y bollicaos y estampas y bolígrafos y carteras y camisetas y disfraces y juegos de rol... y una mínima porción en los cómics. Y en los cómics a veces sigue siendo (Batman o cualquier otro personaje de historietas, entiéndanme) como siempre fue, una imagen que se contrapone con la imagen mental que del personaje o los personajes tiene el público general, una imagen que a veces interesa tan poco en los propios tebeos que las empresas editoras no tienen reparo en cambiar la historia o la trayectoria o el background o los uniformes o los secundarios de los cómics, o hasta el aspecto físico de sus personajes, para que se acerquen brevemente a la moda que impone el cine. Recordemos el cambio de uniformes al cuero negro en la Patrulla X o los sospechosos parecidos entre el Ultimate Spider-Man y la primera de sus películas para la gran pantalla.
Viene todo este rollo a cuenta, y ahora voy al grano, porque las horas de verano son largas, calurosas y aburridas, y me he entretenido en buscar aquí en internet imágenes y más imágenes de Flash Gordon para hacer (por puro gusto, fíjense) una presentación en PowerPoint similar a la que el mes pasado (para una conferencia en los cursos de verano de la UCA como ustedes saben) hice sobre Príncipe Valiente. Y, si hacemos caso de lo que se encuentra por internet y nos ofrece san Google, costaría trabajo comprender que Flash Gordon, antes que ninguna otra cosa, es (o fue, ay) un personaje de historietas creado por Alex Raymond en 1934, un personaje que marcó un hito en el género, una de las series mejor dibujadas jamás, realizada por uno de los tres o cuatro gigantes del medio. Busca uno por internet y encuentra páginas y más páginas dedicadas a los seriales de Buster Crabbe de los años treinta, anécdotas de rodaje, fotos dedicadas, aparecen Ornella Muti y Sam Jones y Max von Sidow y centenares de carteles de la peli infausta que produjo al socaire de Star Wars Dino de Laurentiis, y con un mucho de suerte te topas con imágenes de la serie de dibujos animados Defenders of the Earth (donde hacían supergrupo Mandrake, Gordon y The Phantom), o de la puesta al día más reciente donde Flash era un adolescente con monopatín y flequillo rapero, o te encuentras muñequitos, cajitas de lápices, huchas, bustos, cientos de miles de millones de camisetas... y carátulas del disco con la banda sonora de Queen, aquella de "Flash aa aah, savior of the Universe" cantada en falsete.
Luego, ya con mucha suerte, puedes pillar alguna imagen de la versión original de Alex Raymond, muy pocas de Dan Barry, algunas más de MacRaboy, casi ninguna de todas las otras docenas de autores que desde el año 34 y hasta hoy, en las tiras de prensa y hasta en comic-books, para bien o para mal (convengamos, sí, que desde los años sesenta Flash Gordon ya no es lo que fue) se siguen aún haciendo del personaje.
La conclusión que uno saca es que Flash Gordon ya no vive aquí. Ya no es un personaje de historietas. Es una marca registrada que suena bien, que se vende como estampas en paquetes de galletas, que se asoma de vez en cuando a la tele (y dicen que pronto otra vez al cine, glups), que genera fans lo bastante locuelos para dedicarle páginas a sus seriales... pero fans que obvian de dónde viene el personaje, que ignoran el trabajo de Alex Raymond o de Dan Barry o de Al Williamson o de Bob Fujitani.
En el trasvase a otros medios, Flash Gordon sobrevive pero ya no es Flash Gordon. Quizá su nombre se conserva (como no se conservan ya, no sé, los nombres de Terry Lee, Blondie, Ben Bolt, Johnny Hazard o tantos otros), pero su alma ha sido devorada por una máquina ignorante. Flash Gordon-el-gran-personaje-de-historietas es sólo ya un recuerdo en la memoria de unos pocos que conservamos su recuerdo. Como pueden serlo dentro de algunos años, ojo al dato, todos esos otros personajes que hoy creemos que gozan de excelente salud y gran popularidad porque se les lleva al cine y a la televisión y nos hacen creer lo archiconocidos y maravillosos que son y el gran futuro por delante que tienen los cómics.
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