Si el video mató a la estrella de radio, el chunda-chunda que atrona en todos los coches, el tiroriro electrónico, las cajas de ritmo, el mix despendolado ya sin letra y casi sin música, ¿ha matado la canción del verano? ¿Tiene faringitis Georgie Dan? ¿Dónde están hoy los equivalentes al chiringuito el chiringuito o el negro no puede no puede dormir? Es que ni siquiera la ONCE este año nos alegra con aquellos émulos tipo ADLO del tengo chopitos tengo sardinas tengo gambas tengo jamón (¿sería eso lo que por fin le puso la puntilla al tema?).
Si Alberti preguntaba qué cantaban los poetas andaluces de entonces, digo yo que qué se escucha en las verbenas de verano de ahora, en esos pueblos cuando no están compitiendo en el programa de Ramón García (que es, no sé si han fijado ustedes, clavadito el hombre a Peter Parker). ¿La sobredosis de triunfitos acabó con la pachanga? ¿Ya no hay pajaritos por allá ni pilinguis meneando tetazas para impresionar al personal, pillar cacho y luego abrir puticlub propio?
¿Pero dónde, dónde se ha ido la canción del verano? ¿Dónde está Juan Pardo, dónde está Tony Ronald, o Chayanne, o Los Amaya? ¿Han ido directamente al cielo los herederos de los Diablos? ¿Los nietos de Formula V ahora siguen en telecinco las carreras de Fernando Alonso, o se quedan en la primera con Dani Pedrosa?
Ahora te despiertas de madrugada y no se mete en la cabeza ese estribillo insoportable que parecía escrito por un yonki de seis años. Sólo queda el chunda-chunda que ahoga en seguida un coche que arranca.
Las mejores tradiciones se nos pierden. Y yo digo como Villon: "Decidme qué fue de la canción del verano de antaño".
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