Yo no sé si es bueno o malo que la universidad, siquiera en cursos de verano, admita que todavía existe un medio de expresión y comunicación (y hasta arte) llamado historieta, pero no todo van a ser salones del cómic y jornadas perdidas en pueblos lejanos donde los jugadores de rol, los lectores de historieta y los vendedores de merchandising copen por un par de tardes el centro deportivo de la zona. O sea, que sí, que es bueno que la universidad, siquiera en cursos de verano, nos haga un poquito de caso y nos trate, como en este caso, no sólo a cuerpo de rey, sino como si fuéramos portavoces de un misterio, de una reliquia casi histórica, de un medio de expresión y comunicación (y hasta arte) llamado historieta.
Allá que nos vimos, en los cursos de la Universidad de Cádiz en San Roque, que coordinan Antonio Sánchez Alarcón y Carlos Pacheco desde hace dos años, nada menos que Federico Moreno Santabárbara, Toni Guiral, Lorenzo Díaz, el propio Carlos y yo mismo, lo saben ustedes. El tema del cursillo de este año, "La historieta histórica". Cada uno de los ponentes de su padre y de su madre, imagino, pero según parece todos más o menos de la misma cuerda (me contaba luego Carlos que dijimos prácticamente las mismas cosas... y los ponentes no habíamos asistido a las ponencias previas), y sobre todo, siempre, profesando un amor sin límites al medio, lo cual no nos priva, sino todo lo contrario, de ser profundamente críticos con lo que se publica, se escribe y se dibuja. Mal no lo hemos debido hacer, cuando de los más de treinta cursillos que se imparten estos días, es el más valorado por los alumnos y ha sido calificado con un diez rotundo.
Lo mejor de estos encuentros es, por unos días, poder hacer profesión de fe ante un público que en su mayoría no es entendido (Toni Guiral hizo la pregunta de cuántos leían tebeos de forma regular a las treinta y tantas personas que componían el alumnado y sólo ocho o nueve levantaron la mano) y que se sorprende y alucina y jura y rejura que va a leerse toda la bibliografía que se le encomienda. Ya se está pensando, para años futuros, ponerle "deberes" a los alumnos. Como hemos aprendido de años anteriores y de otras charlas o ponencias en otros sitios, hablar hoy de historieta ante un público que la desconoce o que la conoce solo parcialmente (nosotros que somos ya los albaceas de una historia, los sacerdotes de un culto que se pierde) necesita de eso que es característico de la historieta: un soporte de imagen. Bien con diapositivas, como se hacía antes, o con medios técnicos más modernos y presentaciones en PowerPoint (o simplemente proyectando en automático, pero con la ayuda de la informática), se hace necesario ilustrar la palabra que uno dice con la imagen de la que uno habla, porque así no sólo no se dispersa la atención del alumnado (y uno, acostumbrado desde hace más de veinte años a dar clases sabe cuándo y quién y por qué se puede despistar en una disertación), sino que pica el gusanillo y la curiosidad de quien contempla.
Tres días de hablar de tebeos pero no como fans, sino como amantes y expertos de los tebeos. Con rigor, con preocupación, vislumbrando futuros negros y mañanas de luces, y coincidiendo todos que el futuro de la historieta quizá esté en productos de mayor calidad formal, (o sea, sí, más caros por fuera) a los que precisamente por eso se pueda exigir mayor calidad de fondo (o sea, sí, más rigurosos por dentro). Los cinco ponentes estábamos de acuerdo en eso, desde nuestras diferentes perspectivas de guionistas, dibujantes, editores o lectores.
Y luego, sí, nos hemos reído a mandíbula batiente recordándonos anécdotas, hablando de batallitas pasadas, sorprendiendo a Guiral con la nueva evolución sexual de su admirado Jeff Jones o sorprendiéndonos a todos con el anecdotario escatológico de uno de los guionistas-gurú de moda.
Que sí, que es bueno que la universidad no se duerma en los laureles y nos preste atención. Siquiera porque nos permita, una vez al año, ver a amigos del alma que no conocemos más que de bolo en bolo y de feria en feria, pero con quien tanto queremos, y a quienes tanto queremos. Una banda (dibujada) de hermanos de tinta.
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