A pesar de que, en nuestra historia, el periodo denominado Edad Media se extiende diez siglos en el tiempo, y que conceptos como la novela surgen de aquel periodo, en el campo de la historieta pocas veces se ha tomado esa época oscura como enclave donde desarrollar argumentos. La historieta, desde sus orígenes aventureros, tiró siempre más hacia lo inmediato o lo fantástico: héroes como Dick Tracy, Terry Lee, Tarzán, Flash Gordon o Buck Rogers en el campo de las tiras de prensa, o personajes de la gran mitología americana como es el western en el de los comic-books.
La aparición del primer personaje situado en la Edad Media, Prince Valiant de Hal Foster en 1937, supone el primer intento de enclavar un título en el medievo y, para la historia del medio, el mejor de todos, hasta el punto de que podría afirmarse que es imposible superar esa visión postromántica del hombre y su entorno que nos proporciona la obra de Foster, dilatada en casi treinta y cinco años en el tiempo. Los personajes europeos (como el francés Chevalier Ardent o los españoles El Guerrero del Antifaz o El Capitán Trueno) obvian en gran medida el estudio casi antropológico del periodo medieval que realiza Foster en su obra maestra, creando un medievo de opereta en ocasiones, fuertemente mediatizado por la calidad y la investigación. Donde Foster estudia y pretende reproducir en todo momento un ambiente, los personajes que nacen a su estela o comparten en teoría el mismo lapso histórico deciden obviar elementos tan importantes como la ambientación, la geografía, los viajes. Recordemos que el gran Capitán Trueno soslaya su propia época y las limitaciones de movimiento a las que se ven sometidos los personajes inventando un improbable globo aerostático… en la época de la segunda Cruzada. La Francia del Chevalier Ardent es una Francia de cuento para niños, mientras que la España de los Reyes Católicos de El Guerrero del Antifaz debe más a los folletines de Rafael Pérez y Pérez y al horror de nuestra propia guerra civil y el ambiente que la acompañó que a un deseo plausible de reflejar una época.
Sólo en tiempos relativamente recientes se ha reflejado una Edad Media diferente a la de Foster, quizás más naturalista que la de éste: cuando el cómic de temática medievalista tira hacia mundos de fantasía heroica donde se mezclan épocas (desde la edad antigua al romanticismo), es laudable que exista un título como Las Torres de Bois-Mauri, de Hermann, que reproduce la dureza y las condiciones de vida extrema de aquellos tiempos en un ambiente aventurero.
Príncipe Valiente es, en principio, la historia personal de un adolescente que tiene un sueño: exiliado del Thule de donde es príncipe heredero, Valiente desea ser caballero de la mítica Tabla Redonda del Rey Arturo. Con un grandísimo componente romántico, y con una estética profundamente inspirada por la escuela pre-rafaelista, Príncipe Valiente aprovecha un marco histórico concreto, el siglo V de nuestra era, pero se nutre de estéticas que abarcan hasta el siglo XII. De esta forma, las armaduras de sus caballeros, los vestidos de sus damas, los castillos y la arquitectura en general, no corresponden a un periodo concreto, sino que sirven para que Hal Foster pueda jugar con ellos y transmitir un ambiente general que, paradójicamente, destaca por su realismo y verosimilitud. No desentona la estética de las cotas de mallas y las justas con las corazas de los soldados romanos y el hundimiento de su imperio.
Con un estilo de dibujo impactante, jamás superado en el cómic, y una prosa directa y poética, Príncipe Valiente es, en palabras del duque de Windsor, la principal aportación a la literatura inglesa del siglo XX. Es, en cualquier caso, la más bella historia artúrica jamás narrada… y dibujada.
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