Con la que nos ha caído desde hace unos pocos años, desde la serie V a la otra serie con el mismo título de la peli, pasando por el amigo Shaymalan, Independence Day, el genocidio de partida de la nueva Galáctica y, sobre todo, haber asistido en directo al derrumbe de las Torres Gemelas, hay que ser muy suicida para embarcarse a adaptar (y encima, poniendo al día) la novela de H. G. Wells. Steven Spielberg, que ya se atrevió a hacer que un tío corriera delante de una piedra, se lía la manta a la cabeza, y lo que siguen son dos horas de tensión fílmica y, para sus detractores, bastante buena interpretación de Tom Cruise, que envejece bien el chaval, y hasta te crees que pueda ser un roughneck cualquiera.
En ocasiones parece que Spielberg ha presentado esta vez un "Dark E.T.", y no es difícil encontrar paralelismos inversos entre su primera película fetiche y esta versión contemporánea y descreída. Si en ET teníamos una familia rota donde el padre brilla por su ausencia, aquí casi podríamos imaginar que nos encontramos con Elliot y Gertie, varios años más tarde, encomendados a la custodia de ese padre que no existe. Spielberg es consciente de ello y lo rubrica vistiendo a Dakota Fanning casi igual que a Drew Barrymore, y dotándola de la especial habilidad para gritar que ya tuvo la ex-niña prodigio en el filme de 1982.
Ya no estamos en un cuento de hadas, y el peso de la historia contemporánea se nota en esta película: los bombardeos recuerdan a escenas que ya hemos visto en televisión, los refugiados podrían haber sido cualquiera de los que huyeron con lo puesto en Bosnia o la Segunda Guerra Mundial, y a pesar de las banderas que adornan las casas y las intervenciones ocasionales del ejército norteamericano, no hay moralina patriotera. La película se centra más en lo perdido inmediato, o sea, la familia, que en lo perdido más abstracto: el país, la civilización, el planeta. Es cierto que esta misma historia de familias deshechas y la búsqueda de puntos en común ya nos la han contado muchas veces, y que el propio Spielberg lo ha hecho mejor en ese incomensurabla Atrápame si puedes, pero se agradece ver a ese padre inútil con una responsabilidad que no es capaz de canalizar rendido ante el holocausto de sí mismo.
Como versión de una historia que ya conocemos, Spielberg innova y sorprende en todo momento, con una puesta en escena que nos va llevando de la mano de sobresalto en sobresalto, desde la aparición del primer trípode a la angustiosa escena en el coche o la no menos terrible lucha en el ferry. En ningún momento, insisto, se nos vende la idea de que la unión y la patria hacen la fuerza, y si hay que ponerle un pero a esta adaptación del clásico es, precisamente, que se ciña a él en el desenlace final, cuando parecía, por la martización de los paisajes y lo desesperado de la situación, que iban a ser los ¿marcianos? quienes iban a llevarse el gato al agua. De cualquier forma es una pega que, me temo, quizá sólo hagamos los que conocemos el libro y su ingenuo final, porque el público sigue sorprendiéndose como si la idea fuera nueva.
De los muchos momentos aterradores, los homenajes a la versión de George Pal, el chiste privado de Tim Robbins empuñando ese fusil y convertido en supervivencialista, ese rayo calorífico que desintegra y no respeta, me quedo con la bella y desoladora imagen del tren fantasma en llamas, corriendo en la noche, en automático, hacia ninguna parte.
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