Sucohoneahí, dos goles como dos soles, Oli sin afeitar y Abraham Paz que trajo la guerra a Chapín, a quién se le ocurre ponerle a un estadio de furbo el nombre de un caricato, qué tensión, qué nervios, y sobre todo qué calor hacía en el bar, la misma que tenía que hacer en Jeré de la Frontera (y digo yo, ¿qué frontera hay en Jeré?), y a Torre no le quedaban ya ni uñas en los deos de las manos ni de los pies, y estaba tó alegrete y con la cara roja que parecía que le iba a dar un infarto, y desgañitao de decir bien Armando bien picha cada vez que en la pantalla del canal plus el otro hacía un paradón que se estiraba como el canoso ese de los tebeos, como si tuviera imanes en las manos, menos mal, que ya la tensión era insoportable, tol mundo venga a a hacer la cuenta la vieja y a preguntar qué pasaba si el gol yaverá potenciaba a un equipo o al otro, que por una vez ya estaba bien de no tener que depender de las cábalas de los demás equipos y haber ganao en corto y por derecho, porque se lo merecían los chavales que se partían el alma en esos estadios (que algunos eran un pantanal y otros un sembrao de melones) y sobre todo se lo merecía la afisión, ele ahí, esa marea amarilla y azul de hombres, niños y sobre todo chorbis güeni güeni que todos los dominguitos acudía al Carranza a armarla con Armando y a disfrutar de lo lindo, se perdiera, se empatara o se ganara. Como hoy. Y en Jeré, nada menos. Un enemigo que se creía que iba a poder con nojotro, tehquí ya, y qué falta de humildá de todos los furbolistas y qué poco medían sus palabras, como que seguro que aprendían de los políticos, venga a decir pamplinas y a joder la marrana como si los chavales del Cadi no jugaran, como si no tuviera el Cadi el jugador número doce más grande del mundo, y como si en el fondo no fueran todos ellos, pobre diablos, unos mercenarios que se estaban tós más monos con la lengüecita metía en el culo porque quién sabía si el año que viene no los contrataban a uno o a dos de recogepelotas en Carranza, y venga a dar saltos y a ver cómo la ley de la gravedad era una cosa maravillosa si quien la demostraba era una rubia fetén con la camiseta de Mortadelo (con el cinco, iín) y tanguita de esos remetíos por la raja del culo, que se notaba todo, y anda que no daba alegría meterle un magreo a una botella de champán como hacía Fernando Alonso y bañar a toda la concurrencia, qué alegría, y ahora to quisqui pa Puerta Tierra, venga fuegos artificiales y motos tocando el pito y chapuzón en el estanque de los patos, que ya ni había patos ni ná pero se iba a llenar todo de patos a partir de dentro de una hora, y allí iba a estar él, con su camiseta con el once y los pies reveníos de estar dos horas de pie viendo el partido desde tercera fila del bar, y anda que como se escantillara alguien no iba tardar él poco en meter los pinreles en el agua fría, a ver si se le aliviaba la incomodidad, y mañana a la playa, si le daba tiempo de despertarse antes de las tres y cuarto, que la noche de cachondeo iba a ser más larga que un dia sin pan, y más ruidosa que una jaula de grillos, trae pacá esa media limeta, pero que no sea de vino de Chiclana, que hoy se brinda con vino de Jeré, pichita mía, que es lo que pega.
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Categorías: Historias de Torre