No deja de ser una triste guasa que ahora andemos todos corriendo a ponernos en cola para eventos que no tendrán lugar hasta dentro de por lo menos siete años, y luego en cuestiones más cercanas e inmediatas estemos a verlas venir, como casi siempre. O sea, para lo que nos espera dentro de pocas semanas: el verano.
Aparte de vallarnos la playa con una zona azul que no va a solucionar nada de los problemas logísticos de la zona, sino a complicarlos (¿de verdad alguien se toma la molestia de venir hasta la Victoria en coche y se está dos horitas nada más, o habrá que programar el móvil para que avise, tirorito tiroriro, cuando uno esté a punto de darse el chapuzón o untarse de bronceador para así salir pitando a echarle otras monedas al parquímetro?); o de que nos den un susto de impresión con el himno nacional a todo volumen, cuando y donde uno menos se lo espera, como si hubieran dado un golpe de estado en bermudas el día de la izada oficial de las banderas azules; o que luego la señora alcaldesa nos discrimine a los que no fumamos regalando conos-cenicero a los que sí (recuerde que me debe un helado, doña Teo), ¿qué nos espera a la gente de Cádiz este verano? Más de lo mismo.
Dicen que cada vez son más los gaditanos que pasan sus vacaciones fuera. Es decir, que se quitan de en medio y se largan a otras playas o a la montaña o se dan un garbeo por las Españas y hasta por el extranjero. Teniendo en cuenta la variada oferta de ocio y cultura que uno encuentra en la capital, tampoco extraña. Pero es que a mí, oiga, cuestiones monetarias aparte, no me da la gana de irme a otro sitio ni bañarme en otro mar que no sea el mío. Y, sí, resulta tentador no hacer nada durante un mes y tirarme a la bartola durante horas seguidas. Pero hasta de descansar se cansa uno. Y las noches son largas, y calurosas, y depende de donde uno tenga la dicha o la desdicha de vivir son ruidosas los fines de semana de movida. Y mientras aguanta la cartera o resiste la tarjeta de crédito, apetece hacer algo distinto. Insisto, aquí. O por aquí cerquita, atascos de tráfico mediante.
Da la impresión de que quien organiza los eventos veraniegos tuvo una vez una idea, hace años, y la repite ad nauseam desde entonces. Vale que sí, están muy bien los actos al aire libre en el Teatro Pemán, pero eso no debería implicar, por ejemplo, que el Falla cierre sus puertas hasta la temporada de otoño (¿no hay aire acondicionado?). Cuando Fernando Quiñones parió Alcances se celebraba en julio, y ahora, inexplicablemente, es en septiembre, con lo cual se restan activos a la oferta de ocio: para la gente de fuera y también para la gran marginada, la gente de aquí. Imagino que las folclóricas de turno tendrán un tirón impresionante, pero cónchiles, también podría variarse la programación y no presentar siempre a las dos mismas. El Puerto de Santa María celebra todos los sábados de verano un inigualable festival de comedias; ¿a nadie se le ha ocurrido participar en la organización desde aquí también, abaratando los costes y aprovechando la presencia en la provincia de las compañías, o hacerles la competencia con un festival parecido donde, ejem, acuda la gente que no acude a otros certámenes? Y hasta el cine de verano los sábados en la playa, ahora que ya no quedan cines de verano “de verdad”, ¿no se podría repetir más veces a la semana? ¿Y con películas que no fueran un bla-bla continuo, dado lo mal que se oye y el público heterogéneo que acude a verlas?
Sin meternos en la harina de lo deficientes que suelen ser los servicios de hostelería durante esa fecha (por el número de gente y porque hay que resolver la papeleta contratando a cualquiera), dos meses largos de verano no pueden dejarse a lo que salga, a la celebración de un rastrillo o la gira de promoción playera de algún deporte sudoroso, ni centrarlo solamente en la actuación colegial del meneacaderas de turno. Ni creer que con el Trofeo Carranza y el megabotellón de las barbacoas (que tendrían, en todo caso, que ser el último fin de semana de verano, no a mediados, quizá coincidiendo con el primer partido del Cádiz en casa) ya está todo hecho y ale, a preparar la procesión de la Patrona. El tiempo ha venido a quitar la razón al grito de guerra de Paco Alba: para nuestra común desgracia, no podemos decir con orgullo que Cádiz esté de fiesta todo el verano.
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