Y él se iba a cagá en la mare que parió a los nervios, desde las diez de la mañana con la camiseta amarilla con el once en la espalda y el viento que se le colaba por los resquicios intercostales como si fuera una navaja de las que venden allí en la plaza al lado del Melli, venga a mirar el reloj, la una nada más, y a comprobar que el transistor petaba, y a buscar unas pilas de recambio por si acaso le daba un infarto a la máquina en el segundo tiempo, y venga a volver a comprobar que tenía la entrada, y la bocina que le regalaron porque la daban de regalo en La Voz, y los globos amarillos y azules por si se producía el milagro, qué tensión, ni en una peli de zombis de esos que te empiezan a meter las uñas llenas de mugre por el quicio de las puertas y cuando tú te crees que ya te has librao de todos ellos, zas, el que tenías detrás, que estaba vivo hasta cinco minutos antes, te miraba con los ojos en blanco y le caía una babilla sucia por los labios y hacía gññññ y ya te dabas cuenta de que estabas más perdío que el barco el arró, y que te ibas a convertir en zombi tú mismo aunque no fueras a salir en la segunda parte de la película. Y la puta madre del señor colegiado, venga ya, que les robó el partido y el ascenso la semana anterior contra el Pontevedra, ponte aquí que vedrá la gracia que nos hace la putada que nos gastaste, ome, y el reloj que se atascaba y la hora del principio del partido cada vez más lejos, parecía, que las nueve de la noche no era hora ni de ir al furbo ni de ná, sino de ver el telediario en casita o asomarte allí al cementerio a ver si estaba ya puesto el chiringo del media barba a ver cuánto clavaban este año por las caballitas asás, que según le había dicho Vicentito Quignon, antes de irse a los madriles nada menos que al cine, mira que hay que estar majara, con la de cines tan chulos que había allí en el Cortinglé o en la misma plaza er Palillero, a su señora madre le habían clavado más de seis euros por una, no sabía Torre si con la priñaca incluida o no. Pero nada, a las nueve de la noche, todos los partidos en sincronía, lo mismo para que ninguno hiciera tongo y todos estuvieran en tensión hasta que el trencilla pitara el final de todos a la vez, a ver quién subía o quién se quedaba mirando a las puertas de la gloria, y menos mal que por una vez Dios o quien fuera había recordado que tenía por alguna parte un banderín del Cadi y le habían anulado al Celta el ascenso la semana pasada por alineación indebida de un chaval de Las Canteras, que había que ser mu malage pa ser de Puerto Real y jugar con un equipo gallego que le hacía la pascua al equipo de la capital, o sea, como el dinosaurio de Fraga al resto de los españoles, y mira que llevaba tiempo el nota joe que joe, aunque no dejaba él de reconocer, coño, si todavía eran las tres y cuarto nada más, que para la afición celtiña tuvo que ser una putada de las gordas, y hasta se alegraba de que el histórico Bar Celta, que estaba a dos esquinas de su casa y donde ponían unas tapitas de menudo que quitaban el hipo, hubiera cerrado hacía la tira y ahora lo hubieran reconvertido en una tienda de deportes de esas que sólo venden balones de la Uefa y camisetas, pero eso es lo que hay, así es la vida, y donde las dan las toman, y de tomarse medias botellas y cervecitas frescas estaba ya Torre poniéndose bolillón, a ver si daban las nueve de la noche ya, o mejor las once o las once y media, y podía refrescarse de la jumera que se iba a acabar cogiendo en la fuente de Puerta Tierra, a pesar del viento sur que cortaba como una segueta, a primera oé, por cojones oé, y no había que esperar a la semana que viene, que con los maestros ya se sabe lo que pasa, que capaces eran de joder la marrana, ponte otra copita, picha, y un montadito de lomo en manteca, Andrés, como la camiseta despinte mañana voy a parecer el chino del todo a cien, pero me va a dar lo mismo si estamos en primera, a que sí, der tirón, aro, a primera.
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