En Algeciras, y desde hace unos días, Serrat ya tiene una calle. Con su oposición correspondiente por parte de los de siempre, y la excusa algo peregrina, pero acertada, de que en su canción "Mediterráneo" el noi ha paseado el nombre de la ciudad por todos los rincones del planeta, igual que su alma, su corazón y sus maletas. Ya recuerdan ustedes, y si no lo recuerdan aquí lo cito yo: "..que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul para que pintes de azul sus largas noches de invierno".
No sé cómo será esa calle, pero la deseo en la imaginación blanca y celeste, de cara al mar, una calle para perder el tiempo y pasear, con bancos de estación donde no esperan ya amantes despistadas, con la tienda de globos que El Furo abrió a media con el compa de Benito, donde la vida nos besa en la boca y tiene prohibidas las calabazas. No sé cómo será esa calle, pero la quiero en el deseo con música de merengue y sones de timbales, con dulzura de Miralles y otros arreglos a lo Juanito Valderrama, con gorgoritos de pequeño gorrión y sonrisas de Salam Raachid, y fareros de Cap de Pera que ahora sueñan en Punta Europa, y niños que nunca dejarán de joder con la pelota y campesinas embarazadas y hermanos que vuelven de California. No sé cómo será esa calle, pero la imagino en la intuición como la calle donde se cruzan todas las calles, todos los meus carrers que somos en la vida, y donde un amigo de siempre se sonroja cuando tarareamos sus versos y le pedimos su pizquita de azúcar para el café y le devolvemos la sonrisa invitándolo a conocernos, esperándolo.
No comprendo cómo esa calle no llega ya a todos los rincones del mundo.
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