Sin vampiros ni ex-animadoras que llevarnos a los ojos, un tanto decepcionados por los miembros de investigación forense de NY, y a la espera de la segunda temporada de Battlestar Galáctica, la serie del momento parece ser Perdidos, o sea, Lost, o sea, contarnos otra vez Robinson Crusoe, y La isla misteriosa, y hasta Isla Fantasía, con su poquito de La Familia Robinson y La isla de los monstruos, y King Kong, y la Historia sin héroes, el tebeo de Van Hamme que remedaba con arte y descaro El vuelo del Fénix.
En plena época catastrofista rediviva, la premisa es sencilla: un avión cargadito de pasajeros se pega un trompazo enorme en una isla desierta. Mueren ni-se-sabe cuántos pasajeros, y sobreviven ni-se-sabe cuántos otros (en teoría son 48, pero sólo se nos presenta a una docena). Luego descubren que se han desviado de la ruta y que no están donde tendrían que haber estado, y que los equipos de rescate pueden estar buscándolos allá en el tercer pino a la derecha, mientras que ellos están por lo menos en el decimocuarto. Y, entre esperanzas de enviar mensajes y de sobrevivir al hambre, la sed y el sol, en la isla empiezan a pasar cositas raras.
Creada por J.J. Abrams, el de Alias, la serie tiene todas las virtudes y todos los defectos (y hasta parte del casting) de su hermana mayor. Cada capítulo, de momento, se viene centrando en uno o dos personajes, estirando hasta lo indecible el macguffin de lo que pudiera o pudiese haber en esa isla (o sea, el tonillo sobrenatural que mete a un oso polar en una selva tropical, hace que los muertos parezcan resucitar, que los tullidos anden y que un invisible King Kong campe por sus repetos entre la maleza), y redondeando los matices psicológicos de cada cual. Algunas veces, los personajes son redondos y atractivos. Otras, el episodio queda algo plano. Como propuesta, parece novedosa, casi como los tebeos one-shot de supergrupos, donde cada número se dedica a un personaje.
La única pega que le pongo a la serie es, precisamente, esa estructura que resulta al mismo tiempo tan atractiva. Porque de momento nos está contando la ronda de presentación de los personajes (dejando en un segundo plano, insisto, el misterio ensayado en los primeros episodios), y da la impresión de que (como Alias, sí) en realidad no vamos a ninguna parte. Estamos viendo el pasado y las motivaciones previas al vuelo de cada uno de los náufragos, y mientras tanto pasan los días y crecen (o no) las barbas, y se nos va a ir la primera temporada en colocar los peones sobre el tablero. Se hace bien, sí, pero siempre me queda la duda de hasta dónde va a poder estirarse esta estructura narrativa y si, después, serán capaces de remontar adecuadamente con el misterio de la isla y la hipotética aparición de un pseudo-capitán Nemo o una nave extraterrestre que nos resuelva los enigmas. Como todavía apenas vamos por el octavo episodio de una primera tanda de veintiséis, esperemos que la cosa vaya a más y el hilo se desenrolle adecuadamente.
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