Con muchísimo más retraso del permisible (como excusa, recordarles que uno no tiene ya paciencia para ver en segmentos de tres minutos unos dibujos animados que nunca sabe a qué hora pasan, que el DVD desapareció de las tiendas el primer día, y que además es un perfeccionista que no piratea ni nada), le eché por fin un tiento a la serie Star Wars: Clone Wars, la micro-serie de Genndy Tartakovsky sobre el universo de George Lucas que sirve para matar el gusanillo de la espera entre película y película y, de paso, le quita al bueno de tito George el enorme peso de encima de tener que contar esa guerra que, de tanto imaginarla todos, seguro que convencería a pocos una vez plasmada en la pantalla.
¿Y...? Bueno, pues no está mal. Las soluciones gráficas son, en ocasiones, algo extrañas. Acostumbrados a la pretensión de realismo cuasi-fotográfico de las versiones en cómic (o, al menos, de que los personajes se parezcan a las fotos de los actores que los encarnan) y al tono de seriedad más o menos acusado de series de aventuras animadas, la estilización casi expresionista que se muestra de los personajes hace que uno tarde en entrar en el juego estético. No se preocupen, que se supera pronto. Los episodios son tan cortos que obligan a veces a contar la anécdota mínima en que se basan todos ellos en dos tandas, y conscientes de que es la espectacularidad lo que se potencia aquí, en el momento en que todo se vuelve una sinfonía de tiros, explosiones, robots despedazados, clones que caen, naves que revolotean, sables láser que chirrían y cascos que ruedan, el espectador acepta que está viendo una versión de Star Wars que trasvasa a otro medio gran parte de lo que la versión cinematográfica y "real" (el entrecomillado va por lo virtual de las últimas entregas) ha popularizado entre nosotros. Hecha a la manera más o menos tradicional, parece que sólo se han usado ordenadores para los movimientos de las naves, que en efecto recuerdan poderosísimamente a ese mismo movimiento en las películas.
Hay mucha violencia, cosa que extraña un poco, quizá porque uno recuerda (con horror) la etapa de infantilización absoluta de la Lucasfilm y las otras dos series de dibujos animados que siguieron a El retorno del Jedi, Las aventuras de los Ewoks y Droids. Imagino que, con eso de que lo que se suelen cargar a lo bestia son naves espaciales, androides y clones, o sea, cosas sin vida, no habrá habido más problema.
De los veinte mini-episodios que componen esta primera entrega (y, en efecto, es una lástima que no estén los veinticinco en un solo dvd, pero dólares cantan), hay alguno de ellos que destaca sobre la media: la patrulla de asalto y sus movimientos en plan comando; el doble episodio con Mace Windu contra millones de robots, bajo la atenta mirada de un niño que recuerda a Luke y que podría ser perfectamente (por edad y porque estuvieron jugando con la posibilidad de incluirlo en el Episodio III), el mismísimo Han Solo; y sobre todo el enfrentamiento entre Anakin (más insoportable aquí que en las películas, ay) y su contrapartida sith, Asajj Ventress, en un planeta que los fans identificarán si problemas como la cuarta luna de Yavin: aunque parece que es un rito de iniciación para la Sith (que es una mujer y usa dos sables como Dooku, quizá porque durante mucho tiempo en los story-boards de El ataque de los clones Dooku fue una mujer también), quien conseguirá su reconocimiento como aprendiz cuando elimine a Anakin, el desenlace de la batalla entre ambos, y el poético momento en que Anakin se apodera del sable de luz de su enemiga nos cuenta, en apenas cinco minutos de historia, que el rito de iniciación ha sido justo el contrario.
La serie termina con la presentación del malo del Episodio III, Darth Grievious, y deja con la miel en los labios. Los cinco episodios restantes (que esos sí he podido ver en la tele, de corrido, en Cartoon Network), familiarizan al espectador con esos caballeros Jedi que sabemos que van a morir en la gran pantalla, nos muestran el momento en que Anakin es armado caballero y pierde el mechón de padawan, y termina justo un minuto antes de que comience La venganza de los Sith.
La reflexión que uno se hace es que, a la vista de todo lo que queda por contar, de lo rico que es ese universo en guerra múltiple, si no habría sido más interesante que Lucas se hubiera saltado el Episodio I, hubiera comenzado por el Episodio II directamente, nos hubiera regalado la versión en imagen real de estos dibujos animados como segunda entrega de su serie, y luego hubiera pasado al Episodio III propiamente dicho.
Lo mejor de todo, ver cómo los animadores se entregaron en cuerpo y alma al proyecto, porque eran unos fans convencidos desde el principio y se vieron de pronto con el juguete perfecto para sus sueños. Qué envidia. Qué suerte tienen algunos.
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