Hace quince años que ya no eras tú, una mujer que sin duda fue anónima y ahora ya ves, en la primera plana de los periódicos de todo el mundo. Una de esas jugarretas del destino te convirtió en la sombra de lo que eras, un ser desvalido incapaz de decidir por sí mismo qué quería hacer con lo que le quedaba de eso que todos tenemos y perderemos algún día, la vida. Si las familias se pelean por herencias o por inmuebles, tanto más triste, Terry, que se pelearan por tus despojos, que entendieran que amarte podía significar esas dos cosas tan opuestas, tan distintas.
No le arriendo la ganancia a quien te vio pasar de sopetón de ser una persona activa a convertirte en un trozo de ser humano encadenado a una cama, incapaz de razonar y, sobre todo, según nos dicen, de sentir. No le arriendo la ganancia a quien ha sufrido quince años intentando darte la paz, para que dejaras de hacer sufrir al mismo tiempo que tú, a lo peor, también sufrías. Y no le arriendo la ganancia a quienes todavía se aferraban a un milagro, a la esperanza inútil de que algún día pudieras volver a ser aunque fuera una décima parte de lo que fuiste un día lejano de hace quince años y catorce días.
Tu caso, como otros muchos casos, es uno de esos aldabonazos a nuestras conciencias, uno de esos temas que no pueden solucionarse con un sí o un no. Porque nada es simple, y mucho menos lo es definir esa cosa difusa que nosotros llamamos vida. Sé que yo, en tu caso, no habría querido verme así. Y sé también que, desconectada del tubo, tendría que haber habido otra solución más rápida, con menos ensañamiento, que te aliviara a ti y a todos esas dos terribles semanas últimas de agonía.
Descansa en paz, Terry. Quizá tu caso y muerte sirvan para algo, para remover conciencias, para admitir que no todo puede reducirse a blanco y negro. Pero me temo, ay, viendo la agonía en directo del Papa, que como cualquier otra muerte, como cualquier otra vida vivida, ni tu caso ni tu historia sirvan para nada.
Comentarios (18)
Categorías: Un poquito de seriedad