Los veteranos en esto de leer tebeos, los que hemos recibido el apelativo de "generación Vértice", reconocerán sin duda la referencia. Se enfrentaban el Capitán América y su reciente compañero, el Halcón, al nazi de turno y, cuando el villano soltaba su típico discurso auto-complaciente (los malos de los cómics tienen que ser todos fans de Shakespeare y Marco Antonio), nuestro sin par personaje de color le espetaba, precisamente, esa frase que da título a esto que escribo: "¡Y un jamón con chorreras!". Todavía recordamos el detalle, porque por mucho slang que hablara Sam Wilson (o sea, Sidney Poitier reconvertido en personaje de tebeo), la alusión era muy fuerte, un mazazo en la línea de flotación de los "cáspita" y los "jamás" a los que estábamos acostumbrados. Un jamón con chorreras, así de claro. Eso le soltaban al Cráneo Rojo cuando estaba a punto de destruir el mundo.
Luego nos enteramos que al menos uno de los traductores de Vértice (Toni Tano, según el maestro Giménez; Tunet Vila en la vida real) se dejaba llevar por la pasión, y por sus pocas nociones de inglés, y se inventaba la mayoría de los diálogos, o eso dice la leyenda. Le salía una cosa simpática, lucida, con un habla peculiar de la que carecían los tebeos de entonces, y como además tenía espacio de sobra (se remontaban los tebeos y se ampliaban muchísimo las viñetas, ¿recuerdan?), al final quedaban unos cómics discursivos, con cierto tonillo de habla de la calle y jugosas reflexiones internas.
De siempre he dicho que la gran asignatura pendiente de la edición de tebeos en nuestro país es la rotulación, pero de un tiempo a esta parte nos estamos encontrando, y cada vez más, con graves problemas de traducción. Sin la gracia ni la creatividad de Tunet Vila, por desgracia. Les confieso que dejé de comprar tebeos en español cuando, tras comprobar cómo hablaban de verdad los superhéroes yanquis, me quedé anonadado: la riqueza léxica y hasta social de todos ellos se perdía en una tabula rasa donde la mayoría se expresaba con expresiones típicas de quinceañero balbuceante: "Esto es demasié", recuerdo que decía Spider-Man. Para mí fue demasiado y me dediqué a leerlo directamente en pitinglish.
Traducir un tebeo es una labor ingrata, mal pagada, enormemente aburrida, donde se invierte mucho tiempo y que, además, sufre el problema del espacio: todo tiene que caber en ese pequeño globito que es el bocadillo, el aliento condensado de los personajes, sin posibilidad de enrollarte mucho más. Pero no es de recibo que los textos vayan acompañados de faltas de ortografía que producen vergüenza propia (en tanto uno se dedica con pasión a la enseñanza), y donde se producen fallos que antes, cuando los cometía Tunet Vila, no podíamos comprobar, porque hace treinta años un comic-book original era un objeto de culto, casi un Halcón Maltés de la cosa, y hoy los encuentras hasta en los todo a cien, traídos directamente si no de América del Norte, sí de Brasil (así tengo yo por ahí perdida una excelente edición carioca de Spider-Man, por cierto). Un traductor de tebeos (e insisto, es un trabajo feo que sin duda económicamente no compensa, pero alguien tiene que hacerlo) debe controlar además los recursos del medio, y conocer de lo que habla. Tiene que ser un profesional, no un cualquiera. Tiene que saber el inglés, pero sobre todo tiene que dominar el castellano. Tiemblo al pensar qué dirán de verdad los personajes de los manga, y cuánto tocomocho nos colarán con aquello de a ver quién es el guapo que tiene acceso y conocimientos para comprobar qué se inventan.
El personal se ha llevado las manos a la cabeza, al parecer (y digo al parecer porque todavía no he pasado a recoger mi ejemplar), con el último número de Rip Kirby, ese tebeo recomendable contra viento y marea, porque los defectos de traducción hieren la sensibilidad de cualquiera, y donde entre haches trabucadas, palabras comidas, bocadillos que se traspasan de un personaje a otro y momentos en que nadie habla porque se les ha olvidado rotular lo que decían, salta la siguiente perla: "¿Un gran camión rojo? ¡Mientras a la policía, intentaré localizarlo! Comprobad la traducción porque no se entiende..."
Sí, han leído ustedes bien. Falta algo en la segunda frase, el verbo llamar y su sujeto. Es lo de menos. Lo espantoso es lo demás: eso de "comprobad la traducción". Porque eso no es un fallo de traducción. Es un fallo de coordinación, y muy gordo. En la cadena de montaje, sencillamente, hay algo que no funciona. Entre el traductor, el rotulador, el corrector de estilo (que claramente no existe), el editor y el acabado final alguien no se toma la molestia de comprobar que el producto salga de manera medianamente digna. Y no estamos hablando de una fanedición, de esas que ahora ya prácticamente no se distinguen (pagemaker mediante) del trabajo de cualquier editor de pro. El que paga los tebeos cojos, claro, es el lector.
Me fastidia mucho, qué quieren ustedes que les diga. Así será difícil crear afición, convencer al público de dentro y de fuera. Se supone que estamos hablando de unos profesionales que conocen su trabajo, no de aficionados que publican el periódico de la escuela. O será ese el problema, claro, que no vemos diferencia ya entre unos y otros, porque a este negocio de la edición se apuntan todos, y lo de menos es que se ame el producto y que se entienda del negocio.
O, en palabras de Shakespeare, una vez más, por boca de Hamlet: "Como no hilemos fino nos matarán los equívocos. De veras, Horacio, lo vengo observando desde los últimos tres años. Nuestra época se estira de tal forma que el más palurdo llega con su bota al talón del cortesano y le pisa el sabañón".
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