Me van ustedes a decir que sí, pero no. Que me parece que hasta es machista plantearlo. Que me da coraje, vaya. Que esta manía de etiquetarlo todo, de poner onomástica a las cosas, de contentar a todos los colectivos (como si esto fuera la entrega de los Grammy, pongo por caso) y, sobre todo, a todos los grandes almacenes es de locos. Que al paso que vamos habrá una celebración del día del escultor beodo que firme con dos jotas y viva en París los otoños del año, por poner el ejemplo más surrealista y más torpe que me ha salido de la yema de los dedos.
Hoy es el día de la mujer trabajadora. Y dicho así hasta parece que escucha uno a Gloria Lasso o a Conchita Bautista o a Concha Velasco tararear la canción mientras pasean palmito por la Plaza de España madrileña. El día de la mujer trabajadora. Como San Valentín, mismamente. Como el día del padre. Como el día de la madre. Como el día de la mofeta, no me jodas.
O sea, quieren decir, el día de la mujer trabajadora remunerada, ¿no? Porque me temo que mujer y trabajadora son sinónimos, y desde tiempo inmemorial (vamos, desde que empezamos a cargarnos este patio que nos dieron para ver si lo cuidábamos en vez de dejarlo hecho unos zorros), es la que ha llevado encima de sus hombros, a golpe de cadera, todo para adelante: la familia, la casa, el marido, todo.
Mi madre, la madre de casi todos ustedes, nunca tuvo una nónima. Ni mis abuelas. Ni mis antepasadas. Y mi mujer (y gracias a ella, sépanlo claro, puede uno cultivar este jardincito que es esta bitácora y hacer las mil otras cositas que hace) es de esas mujeres abnegadas que han tenido que renunciar (por imperativos de mercado y trapacerías legales, que esa es otra) a tener su empleo y su antigüedad y sus trienios y su paga de beneficios, y hasta a su vocación, para ordenar un poco mi desorden y tratar de que mis hijos no se desmanden.
Que no me vengan ahora, cojones, a decirme que ninguna de ellas es una mujer trabajadora. Los hechos saltan a la vista. Métanse ustedes lo políticamente correcto en el mismo BOE, anda.
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