Este es el destino, pues, de todo maestro.
La responsabilidad de un padre
sin ser padre.
Enseñar a vivir la vida desde fuera:
templa, modera, recapacita, siente,
no te des tanta prisa en hacerte viejo,
vive a través de mis ojos los colores
que tú imaginas brillantes y yo sé huecos.
¿Cómo explicarte que he visto
ese mismo camino en el que tú quieres perderte?
Ve despacito, lo ruego: sorbo a sorbo.
Porque tu triunfo será tuyo,
pero también será mío, y cómo dolerá, entonces, tu fracaso.
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