Desde ayer tenemos vecino nuevo. Y, al contrario que la mayoría de los vecinos (que son una lata porque siempre dejan la puerta de la calle abierta, o te estropean el ascensor en los peores momentos, o se ponen a tocar la guitarra a deshora, o siempre tienen la tele a toda voz cuando tú quieres tener tu propia tele a toda voz, o te sueltan esos gritos soeces en lo más movido del coito que tú, joder, ya quisieras gritar o que te gritaran en el momento de cortar oreja y rabo; lo que nos contaba que había escuchado el otro día Dani Heredia: "¡Así, así, fóllame más fuerte!" de pared a pared), al contrario que la mayoría de los vecinos, aquí tenemos a una delicia de persona, a un amigo del alma, a un caballero.
Manolo Ruiz Torres es, desde ayer mismo, un nuevo bitacorero de Blogalia. Ya les he hablado en alguna ocasión de él, tiene mi edad y el color de mi voz, es compañero de batallas literarias desde hace un montón de años, compinche silencioso de esta aventura mágica de escribir y observar nuestro entorno. Manolo es uno de esos escritores de casta que siempre ponen la palabra exacta, el tono a punto, un científico del arte de la literatura, si me apuran. En La Voz de Cádiz, donde los dos colaboramos hasta que nos aguanten, lleva la columna de opinión los martes, y ese mismo título Los peligros es el elegido para su bitácora.
Va a ser una delicia seguir lo que nos diga, continuar el hilo de sus reflexiones, extasiarnos en la magia de su palabra (ojalá, Manolo, que cuelgues por aquí alguno de esos poemas que, por perfectos, hicieron que tanto tú como yo acabáramos por retirarnos de la poesía). Porque, atentos, señores: Manolo Ruiz Torres no sólo tiene mucho que decir. Es que es una maravilla disfrutar de cómo lo dice.
Un vecino, ya les digo, de categoría.
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