ADIÓS, DON PACO
En la historia de esa memoria común que es la televisión ha habido momentos antológicos: la llegada del hombre a la luna; un prestidigitador llamado Uri Geller doblando cucharas y reanimando los relojes parados de los abuelos; un carnicero babeándonos en la cara la muerte de quien no tuvo reparos en firmar con pulso firme la muerte de tantos otros; un zombie convirtiéndose en hombre pantera a los acordes de un ritmo trepidante, una noche de fin de año; el pezón apeteciblemente goloso de una maggiorata bizca que adelantó la adolescencia a tantos niños; y la historia verídica, larga como un día sin pan, de un hombre en paro que, con su primer sueldo, compraba a su hijo ni se sabe cuántos kilos de garbanzos.

No sé si estuvieron ustedes allí, delante de la pantalla, aquel día en que un ilustre desconocido llamado Paco Gandía estiraba el surrealismo del chiste de barra de bar a obra de arte de la lírica oral. Pero fue glorioso, poesía pura, la demostración palpable de que la gracia no está en la historia que se cuenta, sino en la forma en que se cuenta, en cómo se adorna la anécdota, en los giros idiomáticos, en la inocencia picaruela de saber que esa historia podría contarse hasta el infinito, infinidad de veces, y conservaría la misma capacidad de sorpresa, la misma gracia.

Como me recuerdan más abajo, Paco Gandía fue la voz de Andalucía, la voz de su pueblo. Sevillano hasta la médula, con su cara de vieja india y su mirada de no creérselo muy bien, tenía eso que en su tierra se llama arte y nosotros, un poquito más abajo, llamamos age, esa palabra imposible de escribir, porque no se escribe como se pronuncia (pero quien sea de Cádiz la entiende). Daba gusto verlo salir a escena, plantarse delante del micrófono y largar por aquella boca, sin perder nunca la elegancia, el maestro absoluto del retruécano, la greguería de Gómez de la Serna hecho hombre. No contaba chistes, sino historias verídicas. Era cronista de lo que veía. Como buen observador de la realidad, parecía que exageraba, cuando en realidad, sin duda, se quedaba corto.

Además de un artista sencillo, dicen que era una excelente persona, comprometido siempre con cualquier causa que lo llamara para recaudar fondos: sabía el atractivo de su llamada. Este año, medio en serio medio en broma, en el carnaval de Cádiz hasta le han dedicado un pasodoble.

Se lo merecía. Era buena gente, y nos hacía reír. ¿Se le puede pedir algo más a la vida?

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Comentarios

1
De: miguelillo de malaga Fecha: 2006-10-31 10:31

Adios al mas grande humorista y contador de chiste de españa, no habra otro como tu, y me sigo rienedo todavia y aciendo reir a mi abuela con tus garbanzos y con el tio Serafin. Descanse en paz, grandisimo Paco Gandia!