Se hicieron ayer públicos los finalistas del segundo premio Minotauro: El teatro secreto, de Víctor Conde; El juego del tiempo, de Sergio Gaut vel Hartman; Este incómodo ropaje, de Rodolfo Martínez; Trescientas holandesas, de Jorge Sabaté Martí; Danza de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo. Tres kilos de los de antes que se llevará el ganador dentro de unas cuantas semanas.
Tres de ellos son amigos míos (a los dos restantes no los conozco, no se crean ustedes otra cosa), así que no puedo ocultar mi satisfacción, ni puedo decantarme por uno o por otro, que estaría feo aunque tenga mi favorito, de modo que sólo puedo desearles suerte, que gane cualquiera (los tres son buenos), que su triunfo será mi alegría, y que ya me encargaré de que me inviten por lo menos a una cervecita cuando los pille por banda.
No, no me sean ustedes malpensados ni tiren con bala. Yo no me he presentado al premio: no tengo nada escrito que entrara en las características solicitadas (la manía de escribir ahora novela negra), así que no me corroe la envidia como estoy seguro que me corroería si me hubiera quedado en la cuneta. ¿Y por qué no tengo nada escrito? Pues, entre otras cosas, porque pierdo el tiempo (pero gano amigos) escribiendo esta bitácora...
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