Ay, Dios, que me la veo venir. Que poco menos de dos meses y ya está aquí la Navidad. Y vale que uno soporte estoicamente el empacho de buenos sentimientos falsos, y los pasteleos, y las cogorzas ajenas a falta de cogorzas propias... pero me empieza a dar pánico que, otra vez, llegan los Reyes. Y mi tarjeta del Cortinglé, lo saben ustedes, a estas alturas es ya un tranchete. Socio del año, me van a hacer a este paso.
Y lo malo de los Reyes es que mis hijos empiezan a estar en una edad... en que no saben qué pedir de Reyes. Daniel ya está en el ajo, Laurita puede que también. ¿Qué me piden? De momento, nada. Enganchados a gameboyses y equisboxes, me temo que vayan a querer solo cartuchitos de soma virtual... ¿No les sabrá a poco? ¿Después de los enormes paquetones de otros años, no pensarán que esta Navidad los Reyes vendrán rácanos... cuando los mayores sabemos que los videojuegos valen un potosí?
¿Y a mi mujer, qué le regalo que no le haya regalado ya? ¿Y a mi mamuchi? ¿Y qué me pido yo, ay, si me compro todos los caprichos que me puedo permitir, y hasta alguno que no puedo permitirme? ¿Más libros? ¿Y dónde los meto? ¿Más deuvedés? ¿Y cuándo los veo? ¿No se cansará mi mujer de anillos, pendientes, ropita, electrodomésticos? ¿Qué me regalará mi madre, si de pantalones, camisas, botines ya está harta? ¿Y mi suegra, que este año tengo todavía nueva la cartera del año pasado (y no por falta de uso), y el batín del anterior?
Qué problemas. Uno no tiene ni dinero ni ideas, a estas alturas. Pero, poco a poco, vamos empezando a acumular. Por lo pronto, ya sé qué con las rebajas esas del treinta por ciento en dividíes hay cierta agente secreta con un alias muy molón que está escondita dentro de mi armario. Y una segunda temporada de médicos americanos que se atreven con lo que les echen, y a la hora en que los echen. Y cierto científico de nombre de autor teatral que viaja por el tiempo dando saltos cuánticos y desfaciendo entuertos... Todos ahí, guardaditos, esperando ser desembalados.
¿Y los demás? ¿Más Barbies para Laura? ¿O mejor las Bratz? Qué desazón, qué falta de imaginación, qué repetitivo esto de ejercer de mago de oriente una vez al año.
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