...La Guerra de las Galaxias, Star Wars, lo que habíamos estado esperando desde siempre, la síntesis perfecta entre tebeos y cine irrumpió en nuestras vidas un viernes de diciembre, poco antes de Navidad, el mejor regalo que nadie hubiera podido hacernos. Allí estaban el rey Arturo, y Mordred, y Merlín. Allí estaban las películas de piratas, los westerns, el gusano de arena de Dune. Allí estaba el cine bélico, las aventuras de capa y espada, Flash Gordon y Starlord, Errol Flynn y Red Sonja, el Gordo y el Flaco, María de Metrópolis, Frodo Bolsón y la reina de Frigia. Estaba nuestra infancia entera, nuestro pasado y nuestro futuro entrelazados en una pirueta de fantasía y magia.

No ha habido una película que nos cautivara más, que se hiciera más a propósito para nosotros. Vivíamos una época de trascendencia, un quiero y no puedo de adulteces y poesía viva, pero en aquella sala oscura, ante aquel espectáculo de maravilla, arrullados por John Williams, comprendimos que siempre tendríamos dentro un pedazo de esa sensación, siempre buscaríamos en el bolsillo el trocito de pan para no perdernos en el bosque, porque también nosotros habíamos salido, como Luke, como Lucas, de un viejo cuento de hadas.

Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, muy lejana...

cuento de hadas

Si algo puede definir La Guerra de las Galaxias es su simplicidad, una sencillez que es fruto de un trabajo de investigación o de reflexión maduro y amoroso. A lo largo de los años setenta, la ciencia-ficción cinematográfica parecía haberse anquilosado, vencida por la apabullante metafísica de 2001 y los despropósitos de las continuaciones de El planeta de los simios. Habían pasado casi diez años, y el género, siempre menor, había sido arrinconado por el terror made in Hammer y el cine catástrofe, para desplegar brevemente todo su potencial técnico y poético en la magnífica Naves Misteriosas (Silent Running, 1971), de Douglas Trumbull.

Lo que George Lucas presentó en su película fue la estilización no ya de un género, sino de una sensación. Hizo cine a costa del cine, del tebeo, de la cultura popular del siglo. Dudo mucho que en el futuro pueda entenderse Star Wars sin la obligación o la necesidad de captar al mismo tiempo las influencias, los matices, las alusiones a películas de series B y filmografías de culto, sin la amalgama de tebeos y filosofía pseudo-ocultista. Lucas acabó por desnudar tanto al medio, a los géneros, que hizo un film de filmes, un pastiche, como a veces se acusa, pero desde dentro, regurgitando todo lo devorado a través de años de lector, espectador, consumidor. En cierto sentido, hizo una película para el inconsciente colectivo, no sólo para un grupo de fans rendidos ya de antemano. Y lo hizo curiosamente desde la soledad, a contracorriente, sin confiar siquiera en el factor sorpresa que lo auparía al titán de producción que es hoy. Tenía detrás un montón de millones de dólares, pero fue un salto en el vacío que demostró que Lucas entendía la forma de sentir de su generación mejor que ella misma y era capaz de influir en la de las venideras. Cuando el cine de los años precedentes se poblaba de jóvenes cachorros deseosos de comerse el mundo con la pretenciosidad y el engolamiento propios de la edad (y algunos, ciertamente, lo consiguieron y de forma sobresaliente), Lucas dejó a un lado sus pretensiones tras THX-1138, se sumergió en el mismo proceso revisionista de la juventud inmediatamente arrinconada que en España, poco después, en otro contexto, lideraría José Luis Garci con Asignatura Pendiente y Solos en la madrugada, y una vez exorcisado ese fantasma del vacío existencial volvió sin complejos a aquello a lo que en American Grafitti había renunciado: la magia, la intrascendencia, el sentido de la maravilla propio de la niñez o la adolescencia.

Ya sabemos que La Guerra de las Galaxias no es, en muchos aspectos, una película de ciencia-ficción. El propio Lucas la definía en su momento como una "fantasía espacial", y muy pronto se acuñaría el término "cuento de hadas galáctico" para describir esa mezcolanza de westerns y space-opera tebeística, de historias de guerra y humor, de aventura adolescente y película de cine de barrio de alto presupuesto. Desde luego, no hay en ella nada de especulación sobre futuros o pasados, sobre la técnica y sus consecuencias, sobre el destino del hombre como especie. Es una película simple, ya lo decía. Infantil, sí. La ciencia-ficción que se presenta es ciencia ficción de tebeo, de novela de a duro. Pero la tecnología que arropa la trama está lejos de los cohetes en forma de pirulí y los remaches brillantes. Y el vestuario impulsó al género al futuro, olvidando los trajes plateados y las botas de caña para siempre jamás . Después, la crítica ha loado siempre ese universo sucio y sudoroso de Alien, el octavo pasajero, pero ese mundo de grima, ese futuro gastado ya aparecía en Star Wars (robots destrozados cuando no decididamente roñosos, ancianos con harapos, carroñeros desérticos, un espacio-puerto vulgar, contenedores de basura, naves llenas de óxido) , aunque quizá lo luminoso de la fotografía ocultara demasiado ese detalle. Para remate, la acertada elección de John Williams como responsable de la banda sonora (y la manita que el músico tecno Meco echó al hacer su versión disco), convirtió a ese elemento indispensable en toda película, hasta entonces gusto especializado de una minoría, en moda que todavía perdura.

Mucho se ha hablado de la gran jugada de Lucas en el proceso de negociación con el estudio, cómo se quedó para sí con los derechos de merchandising de sus películas. Tal vez a los avispados productores de Hollywood se les pasó por alto el detalle de que Lucas había invertido parte de los beneficios de su American Grafitti en abrir una librería especializada en comics, de ahí que conociera a la perfección cómo respiran los fans, y acudiera directamente a Marvel para cederles la adaptación al tebeo de su historia. Hoy,más de veinte años después, parece que lo que más nos choca y molesta de la trilogía es precisamente su manera de venderse y explotarse, de aparecer de mil formas distintas en un millar de sitios diferentes (y la que nos espera con el nuevo estreno), pero entonces fue maná caído del cielo para muchos de nosotros. La ciencia ficción (bueno, esa ciencia ficción) dejó de ser tabú, nuestro gusto dejó de ser propio de tontitos, un diario sesudo como El Paísse atrevía a incluir en su suplemento dominical una página de tebeo, nada menos que las dominicales de La Guerra de las Galaxias dibujadas entonces por el gran Russ Manning, y ante nuestros ojos atónitos el efecto galáctico se multiplicaba desde la Coca-Cola a la música disco , pasando por las colecciones de cromos que nos hicieron revivir, con cierto rubor, pasajes olvidados de la infancia.

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Star Wars fue la primera película, tal vez, que vimos muchas, muchas veces , y ese detalle se revalida por el hecho de que el video todavía no existía. En nuestra experiencia personal ya había habido otros filmes que nos obligaron a hacer largas colas: cualquier reposición de Los diez mandamientos o Ben-Hur cada sábado de gloria, o los terremotos y barcos naufragados del reciente cine catástrofe, los padrinos coppolianos o los tiburones de Spielberg (por no mencionar, pecado de juventud, la primera secuela de Le llamaban Trinidad, que tanto enganchara a la chiquillería un par de años antes). Pero La Guerra de las Galaxias traía a todo tipo de públicos a nuestro terreno, y eran esos públicos los que respiraban por primera vez algo nuestro y estaban, ante nosotros, en clara desventaja. De algún modo, se notaba que esa película y su concepto estaban aquí para quedarse. Y nos supo a poco. A muy poco.

El mundo se llenó de imitaciones de bajo presupuesto, italianas y deleznables en su mayoría: gente que manejaba los mismos iconos, los mismos tópicos, pero sin sentido de la maravilla ni de la magia. Oportunistas, sin duda. Molestaban un poco los spaghetti-opera, pero cuando era el caso de Disney (El abismo negro, 1979), realmente mosqueaba. El mundo se llenó de revistas que analizaban el fenómeno, que destripaban las influencias de cada plano y cada secuencia, que revelaban que el peinado de la princesa Leia hacía alusión al de la reina Fría de Flash Gordon y que Obi-Wan Kenobi y Darth Vader se batían con katanas de luz como homenaje a Akira Kurosawa y sus siete samurais. En los tebeos, la ciencia ficción contagió a los superhéroes, que trocaron las calles de Nueva York por imperios galácticos en guerra civil y cristales de fuerza, lanzando a los mutantes de X-Men al liderato de la industria para siempre jamás, según parece. Se desempolvó el gusto por la aventura sin pretensiones, y el candor de los años treinta y sus grandes hallazgos para la cultura popular de este siglo hicieron rescatar del olvido a personajes como Buck Rogers y Flash Gordon tanto en nuevas versiones de comics como en seriales televisivos o incursiones cinematográficas. Pronto llegaría Superman (1978), una copia de cuarta generación como Battlestar Galáctica (1978) trataría sin éxito de trasvasar algunos personajes de Star Wars a la caja tonta todas las semanas, y a la vuelta de la esquina esperaban la resucitada Star Trek (1979), y Alien (1979), la versión "realista" de la eficaz y edulcorada Encuentros en la Tercera Fase que, en aquel lejano diciembre de 1977, quiso venderse como ejemplo de cine adulto en oposición al carnaval adolescente de Star Wars. Lo que los críticos de entonces no sabían, claro está, era que ambas películas compartían mucho más que el mismo autor en la banda sonora, y muy pronto Lucas y Spielberg formarían pareja de hecho recreando a su vez todo aquello que no encajaba en la space-opera cinematográfica pero bebía en las mismas fuentes. Me refiero, naturalmente, a En busca del Arca Perdida (1981), o cómo hacer que los críticos despectivos hacia la cultura B se metieran la lengua en el trasero.

Nos habíamos quedado con ganas de más. Nos hicimos con la novelización, y nos sorprendimos de lo bien que escribía George Lucas. A algunos, no a todos, les pareció espantosa la continuación lanzada en forma de libro, ese El ojo de la mente de un autor, Alan Dean Foster, que después supimos había escrito también anónimamente la novelización del film. Tantas veces vimos la película, advirtiendo que no sólo no nos aburría, sino que volvía a emocionarnos cada vez, como si el final pudiera cambiar de un pase a otro, que tardamos mucho tiempo en advertir algún que otro gazapo en la trama, pero no importaba. O es que, realmente, queríamos que nos lo explicaran todo: ¿Por qué la princesa no le daba su medallita a Chewbacca? ¿La Estrella de la Muerte podía saltar al hiperespacio? ¿Y el caza donde Darth Vader escapaba también, tan chiquitito? Si Kenobi había muerto, ¿por qué se le oía la voz, por qué se había dejado matar? ¿Cómo podíamos hacer entender a los obtusos que estaba cantado que Darth Vader y el padre de Luke eran la misma persona, si nos habíamos dado cuenta por lo mucho que llevábamos leído y respirado en otros medios?

Algún critiquillo radiofónico, desde su poltrona en la oscuridad, se atrevía a acusar a Star Wars de haber sido hecha por ordenador, quitándole arte y gracia a la cosa, como si eso fuera cierto o como si nos importara. Y, en un alarde simplificativo que demostraba que sus miras eran más bien cortas, la acusaba también de ser una copia de La legión del espacio. Los fans nos enfadábamos, pero también nos reíamos. Las fuentes de George Lucas se remontaban mucho más allá del libro de Jack Williamson. Hubo algún otro comentarista mucho más cercano a nuestras sensibilidades que desveló algunas influencias y dio en la tecla de la historia al anunciar que la historia no acababa.

La historia no acababa. "El malo se escapa", anunció en Radio Nacional José Luis Garci a los pocos días del estreno. Y era verdad. Las especulaciones sobre una posible continuidad de la historia empezaron a llenar la cabeza de los aficionados. Antes de que Lucas dijera nada, tuvimos que contentarnos con la adaptación al comic de nuevas aventuras de los personajes de la mano de Marvel Comics Group.

Pronto se desvelaría el misterio y Lucas anunciaría su proyecto de rodar la continuación de su historia. No sólo eso: Star Wars era el capítulo cuarto de una serie de doce películas . Los fans hicimos un cálculo de cuánto tiempo tendríamos que esperar vara ver la saga completa, pero no nos importó. Se nos hacía la boca agua.
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En esa espera el género cambió. Los efectos especiales se adueñaron de las pantallas, y volamos con Superman por los rascacielos de Metrópolis, nos marcamos un rancio baile discotequero con Buck Rogers y la princesa Ardela, acabamos cogiéndole cierta aprensión a los gatos tras haber escapado del Nostromo con uno de ellos a bordo en Alien, sufrimos horriblemente la versión del capitán Nemo que, trocando el Nautilus por el Palomino, nos ofreciera Disney en una de sus épocas más bajas, vimos cómo el justiciero de las calles que hasta entonces encarnaba Charles Bronson se volvía más jovencito y apuesto y decía llamarse Mad Max, el personaje que marcó moda en los años sesenta se sumó a la moda para darse un garbeo por la estratosfera y se enfrentó a un tiburón humano en Moonraker, avisando ya que James Bond y Roger Moore empezaban a hacer aguas desde su cuarta película, la Enterprise zarpó por fin con una chica calva a bordo y los uniformes más feos que se recuerdan en La Conquista del Espacio, nos timaron ofreciéndonos en los cines capítulos remontados de Galáctica, El increíble Hulk y Spider-Man, soportamos decepcionantes películas serias como La muerte en directo y recuperamos a Barbarella y las piernas de Jane Fonda, superamos el sarampión de los zombies italianos y hasta nos reímos de buena gana de los látigos de fuerza centrífuga de Star Crash: El choque de las galaxias, y hasta contemplamos con asombro cómo el cine español se atrevía a imitar al chico de Krypton con la infumable Supersonic Man de Juan Piquer.

Todos estos títulos, que arrancaban de Star Wars, no se parecían a Star Wars en nada. Y ese era, precisamente, el miedo que muchos de los fans tenían entonces: que la continuación de La Guerra de las Galaxias fuera un calco de escenas, una repetición de efectos especiales. A fin de cuentas, ya lo veíamos de continuo en las naves cylones de Galáctica, y hasta en los dibujitos animados que con tan poco acierto habían hecho de Spider-Man.

El secretismo en el rodaje ya formaba parte del marchamo de la casa. Sólo de vez en cuando se dignaban a mostrarnos alguna foto indicativa: Sobre un fondo nevado, Luke Skywalker a lomos de un bicho cabruno que parecía el relleno de un osito de peluche. Y, ya a punto para el estreno, el Halcón Milenario escapando de una imposible escuadrilla de cazas-T , lo cual levantó la polémica de si era montaje fotográfico o si, en efecto, aparecía tal cual en la pantalla.

Cuando la película se estrenó en España el octubre del 80, todavía no había trascendido al gran público la revelación en que se basa (aquello que hizo a los humoristas de Starlog bromear diciendo que era la única película de la historia capaz de ser destripada con tres palabras: "Soy tu padre"), y este cronista todavía recuerda el suspiro de asombro del público a oscuras cuando el scroll (como lo llaman ahora, entonces eran las letras amarillas) anunciaba: Episodio V: El Imperio Contraataca. Era increíble que alguien hubiera podido sobrevivir tres años sin buscar bajo las piedras información sobre la saga.
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Los temores de quienes esperaban una repetición de tomas o de tramas quedaron disueltos inmediatamente. El género había cambiado en tres años, y para seguir a la cabeza estaba claro que Lucas y su compañía tenían que buscar otros derroteros, ampliando y engrandeciendo su saga fílmica. Si alguien dudaba de que el cine es una labor de equipo y que al propio George Lucas, considerado omnisciente "creador" de su saga galáctica no le dolían prendas a la hora de buscar ayuda (y no sólo técnica) para llevar adelante su proyecto, la nueva entrega de Star Wars se basaba por un lado en el guión esbozado por la novelista y afamada guionista Leigh Brackett y terminado por Lawrence Kasdan, y en una más que eficaz dirección del veterano Irvin Keshner, quien entendió la historia como una suerte de ballet romántico y a lo largo de las dos horas y pico de proyección fue capaz de hacer virar la historia desde la simplicidad del blanco de los comienzos al rojo sangre del final, cargando de drama y pasión la aventura.

La película daba más de todo y además de forma diferente, explorando aspectos de la saga que pocos aficionados o copiamonas habían podido imaginar , y eludiendo en gran parte el tono cinéfilo o tebeófilo del primer título. En efecto, se remite a la relación Hepburn-Grant en lo referido al inicio del romance entre Leia y Han Solo, y el planeta helado de Hoth y la Ciudad de las Nubes rememoran el reino de Frigia y la ciudad de los hombres-halcones del primer Flash Gordon, pero El Imperio Contraataca deja de ser un pastiche continuado para sentar por sí mismo una mitología de aspectos claramente wagnerianos. La banda sonora entrega esta vez una "Marcha Imperial" que refuerza como nunca un personaje que, bien examinado en la primera entrega, no había sido más que un secundario en la sombra, el mal sin rostro, aupándolo al protagonismo absoluto de este capítulo central. Estilizada un poco su negra máscara, Darth Vader (cuyo rostro destrozado tiene un claro precedente en el Doctor Doom de los Fantastic Four, como es sabido) se alza con el mando de la flota imperial e impone con su presencia una maldad que, quizá, no sería necesario reforzar con la criba continuada de oficiales subalternos.

El Imperio Contraataca no es un producto para salir del paso. Toda la producción está cuidada al detalle, con mimo, desde los Caminantes de la batalla en los hielos hasta las naves de Cloud City. Arrinconando el look tebeístico, donde los caracteres siempre visten las mismas ropas, los héroes galácticos cambiarán de indumentaria cada dos por tres, incluso de peinado (Leia y Solo), pero entonces a nadie le dio por pensar que también eso pudiera ser una estrategia de marketing dirigida a vender más muñequitos. La fotografía, más oscura, reveló por fin que el androide 3PO tenía una pata plateada, y en ocasiones descubrió que el disfraz del actor que había debajo (Anthony Daniels) había cambiado del metal al plástico, o eso parecía.

Lucas ya era consciente de lo que se estaba jugando, del más difícil todavía que él mismo se había impuesto, pues esta vez era él quien corría con los gastos (y una inoportuna devaluación del dólar frente a la libra esterlina le hizo temer muy seriamente por la viabilidad de su proyecto) . La caja de las sorpresas tenía que abrirse de continuo, bien fuera con espectaculares efectos especiales (la batalla en la nieve, el campo de asteroides, el duelo final), como con la revelación de giros en la trama y la presentación de nuevos personajes.

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Yoda, el teleñeco manejado por Frank Oz, se convierte en el personaje revelación de la historia, el señuelo que despista la presencia de Darth Vader como personaje que todo lo domina y sobre el que todo gira . Es también el personaje que retoma el rol de Obi-Wan Kenobi y ayudará a Luke Skywalker a comprender su destino en el tapiz de intrigas políticas que los efectos especiales y la acción trepidante ocultan . Es feo, chiquitito y cascarrabias. Remite al Gollum de El Señor de los Anillos (aunque en la saga quizá Gollum podría ser Darth Vader), y su figura de maestro zen se convertiría en un icono de la cultura popular contemporánea que asomaría, siguiendo la estela de Kenobi-Merlín, en películas como Excalibur o Karate Kid y sus secuelas, en la parodia Yogurt de Spaceballs o la rata Splinter de Las tortugas Ninja.

Para muchos, El Imperio es la película más redonda de la trilogía, y razón no les falta. A los efectos especiales y la sabia dosificación de la narrativa hay que añadir la ilusión de profundidad en los personajes, aunque quizá sería más acertado hablar de la pasión con que han sido escritos. Luke Skywalker, a quien habíamos visto como campesino pisaverde en la primera película, aparece ahora por lógica de la trama como un desesperado aprendiz de brujo, apabullado por la filosofía de Yoda y apartado de la trama aventurera paralela de sus amigos. Sin embargo, su ordalía se revalidará en los momentos finales, tras la batalla con Vader y el descubrimiento de que éste es su padre supuestamente muerto, y la asimilación de la derrota y la verdad apuntará ya en los últimos planos que el héroe será muy diferente en la siguiente película de la saga.

A la sombra de Yoda y Vader, la película muestra de refilón la figura holográmica del Emperador, un siniestro personaje de párpados cuádruples y biografía aún desconocida capaz de hacer que el propio Señor Oscuro agache la cabeza; presenta al primer personaje negro de la historia, Lando Calrissian, quizá en desquite por las absurdas acusaciones de racismo que se hicieron a la anterior entrega, y entre los cazadores de recompensas se incluye a un tal Boba Fett, un individuo tan cubierto por su casco como el propio Vader y que, en una pirueta incomprensible, acabaría con el paso de los años por convertirse en el personaje favorito de una ingente legión de admiradores.

La película, en un tour de force peligroso, no terminaba. Si en Star Wars vimos que el malo huía al final, ahora son los buenos quienes escapan, mientras uno de ellos es secuestrado y esclavizado dentro de un bloque de carbonita. La revisión de la historia una y otra vez sí vino a revelar algún detalle de la trama que no había sido bien resuelto, como el paso del tiempo , y obligaba a ver La Guerra de las Galaxias bajo el prisma de lo ya certificado en esta entrega, característica que se repetiría de nuevo con {El retorno del Jedi y, posiblemente, con los nuevos episodios que habrán de rodarse de la primera trilogía: cada nueva entrega varía la percepción del espectador sobre lo visto y revelado, obligándolo a ponerse en situación y usando una especie de sistema de profecía a la inversa.

El peligro de dejar la historia en el aire, y el obligado hiato de tres años hasta presentar su desenlace, tuvo un inmediato efecto negativo en la adaptación al comic, en aquella época el único eslabón de contacto de Star Wars con otro medio, puesto que las novelizaciones de las aventuras de Han Solo seguían siendo poca cosa. Si hasta entonces Marvel había presentado una más que digna continuación de las andanzas de los tres personajes principales, lo revelado en El Imperio Contraataca y el hecho de perder al más carismático de ellos obligó a contar historias que sucedían entre las dos películas, con lo cual las ganas de saber más de los aficionados no encontraron ya en los tebeos carnaza divertida. Pasarían años antes de que, nuevamente con un sistema de filtrado terrible, Lucasfilm permitiera ir entreviendo la solución al cliffhanger que había impuesto, y cuando se presentaran los personajes-revelación de Return of the Jedi, por ejemplo, se harían a través de las tiras diarias y dominicales de Al Williamson (adaptador sobresaliente de El Imperio Contraataca) y no en los comic-books marvelianos, que sólo pudieron ir estirando y estirando la búsqueda de Solo, maniatados hasta la resolución cinematográfica de la trama... y abandonados a su suerte cuando ésta se produjo.

El suspense asegurado por el rapto de Han Solo y el descubrimiento de que estábamos frente a una saga de conflicto familiar se vería revalidado por el comentario entre el ectoplasmático Ben Kenobi y el viejo Yoda: "Ese chico es nuestra última esperanza". "No, hay otro". En inglés, la terminación there is another no indica género. Los dobladores al castellano no podían saber, naturalmente, que la esperanza de repuesto iba a ser femenina.

Entonces, ni siquiera George Lucas lo tenía claro.

Lo único que era seguro es que había que esperar de nuevo. Esperar otros tres largos años.


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Entre 1980 y 1983 el género se hizo respetable. O lo que es lo mismo, se hizo común. Las continuaciones de otros títulos, la presentación de nuevos personajes, la adaptación de novelas de ciencia ficción (y las inevitables versiones italianas, aunque esta vez no osaron imitar a Lucas y se contentaron con reciclar al peplum a los hijastros de Conan y al spaghetti-postatómico a los herederos de Mel Gibson) acabaron por sobresaturar el mercado de secuelas y efectos especiales, matando con mucho el factor sorpresa. Mad Max se convirtió en la versión cinematográfica de la estética Moebius de Metal Hurlant, y al menos en su segundo título el personaje ganaría un tono crepuscular que lo acercaría a los grandes personajes del western (Mad Max II, El Guerrero de la carretera, 1981). Superman siguió volando y anunciando nuevas secuelas que se producirían cada vez con menor fortuna, pues la pirueta del más difícil todavía se olvidó a cambio de invertir cada vez menos en producción. Otro tanto sucedería con Star Trek y sus continuaciones, ahora decididamente televisivas, sin el acercamiento a 2001 que pareció pretenderse con el primer título. Vimos a Flash Gordon convertido en un hortera en la producción de Dino De Laurentiis; un antipático tuerto llamado Snake Pilsen escapó de Nueva York en la muy menor película de John Carpenter; Sean Connery se convirtió en Gary Cooper para hacer la versión espacial de Solo ante el peligro en Atmósfera cero; Terry Gillian abandonaba su circo de serpientes para mostrar a unos enanos ladrones (uno de ellos era Kenny Baker, Artoo Detoo) en una aventura llena de sentido del fairy en Los héroes del tiempo; Han Solo se convirtió en Rick Deckard y Harrison Ford se dejó devorar por Rutger Hauer en el duelo interpretativo de Blade Runner; Clint Eastwood aparcó a Harry el sucio y se convirtió en piloto espía capaz de imitar a Luke Skywalker en Firefox; vimos una nueva versión de La Cosa; la informática naciente tuvo su primer escarceo con la ciencia ficción en Tron, de una factoría Disney todavía por resucitar; James Bond volvió a exigir el rostro de Sean Connery y se alió al propio Irvin Keshner en el remake de Operación Trueno, Nunca digas nunca jamás, revelando sin darse cuenta de que cualquier película de 007, alterando las escenas, puede ser exactamente igual que otra sin que importe demasiado; Steven Spielberg batía a Star Wars con su extraterrestre extraviado y su metáfora de la infancia con E.T.; y los propios Lucas y Spielberg se hacían la competencia y, quizá inadvertidamente, desviaban la saga galáctica de la atención de la crítica y el gran público con la presentación del arqueólogo Indiana Jones y su película de cosas que solo pasan en las películas.

El género había ido tocando otros palos y, en el terreno del fantástico, se buscaban nuevas avenidas de expansión con incursiones en el terror, la fantasía heroica o los dibujos animados. Apartándose de la saga galáctica, la ciencia ficción cinematográfica había evolucionado. Lucas seguía enfrentándose a su peculiar problema, al monstruo que había creado de la nada: superarse a sí mismo, superar las expectativas de los espectadores, ofrecer efectos deslumbrantes y escenas de acción que superaran no ya lo ofrecido por él mismo en los dos capítulos anteriores, sino lo que las demás compañías venían haciendo. Los presupuestos de producción volvieron a dispararse, y la presión de los medios de comunicación obligó a rodar prácticamente a escondidas.

Quizá había pasado demasiado tiempo. Lucas entregó esta vez las riendas de la dirección al británico Richard Marquand, pero parece que la relación no fue lo satisfactoria que tendría que haber sido o, al menos, parece que Lucas ejerció sobre él un control más férreo que sobre Irvin Keshner. Aunque la película recaudó más en taquilla que El Imperio (en España aún más que La Guerra de las Galaxias) el resultado final es, como poco, tibio. Se aprecia el deseo de dar carpetazo a la aventura emprendida seis años antes, y es posible que Lucas, recién divorciado de su esposa Marcia, no anduviera anímicamente para muchos trotes.

El retorno del Jedi parece indicar, también, un giro hacia un público más infantil, menos exigente, como indica la presencia de los peludos ewoks y algún detalle absurdamente cómico en las escenas: Han Solo tratando de apagar la hoguera donde van a ser sacrificados... soplando; Chewbacca que suelta el grito de Tarzán cuando se desplaza de liana en liana; la estúpida eliminación de Boba Fett ante el pozo del Sarlacc. Ya el cambio de título, justificado más tarde como truco de Lucas para despistar, parece indicar una toma de postura más light en la saga, como si la violencia no estuviera implícita en lo que anteriormente hemos visto: la destrucción de un planeta entero, la voladura de la Estrella de la Muerte, los montones de guardias de asalto y naves rebeldes destruidas en todas las películas.

Harrison Ford ya era una estrella cuando se rodó Return of the Jedi, y a lo mejor a eso deba achacarse la gratuidad de algunas escenas y el hecho de que Solo actúe "contra-personaje" cuando se ofrece voluntario para pilotar la lanzadera (no hay más que ver la apresurada justificación de su cambio de actitud). Sabido es que presionó a Lucas para que su personaje muriera, quizá con el deseo de librarse para siempre de la carga galáctica, y que éste no le hizo el menor caso , más preocupado por controlar la producción y por reprender a Marquand cuando éste mostró a Luke Skywalker empleando el sable de luz con una sola mano.
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Si la escena clave de Star Wars se producía en el poético momento en que Luke Skywalker contempla la puesta de los soles gemelos de Tatooine y suspira por un destino en las estrellas, y el momento culminante de El Imperio es la revelación de Vader , la secuencia más hermosa, la que resume la película y la actitud del productor y los propios actores sobre lo que han estado haciendo se muestra en el campamento ewok, cuando el dorado 3PO narra a los ositos de peluche su odisea y los héroes del espacio se miran unos a otros, sin decir palabra, asombrados por lo que han conseguido y la leyenda que han forjado sin darse cuenta.

La película es una veloz cabalgada de escenas de acción, con un magnífico montaje y una mezcla de argumentos coreografiada a la perfección. Pero algo falta, tras el tono oscuro y apasionado de El Imperio Contraataca, y algún detalle en el argumento indica el cansancio de los autores o las pocas ganas de estrujarse la mollera: repetir la construcción de la Estrella de la Muerte no deja de ser un despropósito, por muy apasionantes que fueran las escenas de acción entre los andamiajes. La aparición y muerte de Yoda es gratuita, y la película podría haber avanzado perfectamente sin ese detalle lacrimógeno. Lo peor, la revelación de que Luke y Leia son hermanos carece de la suficiente fuerza y entra en contradicción con tantas escenas anteriores (todas ellas bordeando el sexo), que parece más digna de un culebrón venezolano. No hay pasión en las escenas de amor entre Solo y la princesa, y el personaje que podría haber dominado toda la trama, Darth Vader, es sustituido por el Emperador Palpatine como malo malísimo cuasi-disneyano, relegando al enmascarado Señor de Sith al puesto de segundón que había tenido ya en La Guerra de las Galaxias.

Si Yoda había sido el personaje sorpresa de la película anterior, ahora es Jabba el Hutt, un ameboso Sidney Longstreet galáctico, vacuamente espectacular, que ya había sido presentado al público (junto al almirante Ackbarr de los Mon Calamari) en las tiras de prensa. La corte de los milagros de Jabba en el desierto es a la vez fascinante y repulsiva, pues sin rubor se salta de personajes oscuros (Boba Fett, las prostitutas, los verdosos miembros de la raza de Greedo, el carroñero Migaja Salaz, la bailarina-esclava, Bib Fortuna, el Rancor), a otros absolutamente ridículos (recuérdese el grupo musical, teleñecos sin gracia). Jabba, por su parte, no parece tener problemas para mantener contactos sexuales con humanoides, y habría que recurrir a la explicación de la Fuerza para aceptar que Leia pudiera acabar con la vida de un bicho de semejante masa.

Por si hubiera habido alguna duda, es Luke Skywalker quien se alza aquí con el protagonismo absoluto de la trilogía, encarnando a la perfección al caballero Jedi, ronin sin maestro, apartado por la propia carga trascendente que lleva sobre sí y redentor del pecado de su padre, aunque no de los suyos propios. Mientras que Han Solo ha pasado de ser, en los capítulos sucesivos, un inconformista adolescente y bravucón, un pendenciero con corazón romántico y ego muy suyo (recuérdese la respuesta al atribulado "Te quiero" de la princesa Leia: "Lo sé", frase acuñada por el propio Harrison Ford) a acabar por convertirse en un payaso infantil, como infantiles son los ewoks que lo rodean, Skywalker ha trascendido su destino y se convierte en un mito.

El Emperador sigue siendo, todavía, un misterio que espera ser desgranado en nuevas entregas. Y Darth Vader, perrillo faldero de su amo durante toda la película, contenido como se contiene Skywalker para no iniciar un nuevo duelo final, es en el cine un personaje al que parece haberle abandonado el valor o la ambición. Por muy impactante que parezca la escena en que se revuelve contra Palpatine y lo arroja al pozo, Vader ya es bueno aquí desde casi el principio, como si el descubrimiento-enfrentamiento con su hijo en el capítulo anterior lo hubiera dejado vacío de motivaciones y de fuerzas (recuérdese cómo en los últimos planos de El Imperio Contraataca perdonaba la vida del almirante que ya se veía estrangulado por sus dedos invisibles). En la versión cinematográfica Vader es tan vacío que hubo que recurrir a la novelización de El Retorno del Jedi para encontrarle motivaciones "malvadas" que justificaran su presencia a lo largo de toda la historia. Y éstas, siguiendo lo apuntado en el climax de El Imperio, son el deseo de derrocar a Palpatine y gobernar él la galaxia con Luke como su brazo derecho. Es un matiz muy interesante que en la película se ignora, quizás porque la novelización fue escrita a posteriori y tuviera que justificar los muchos huecos que quedaron al descubierto en la trama: ¿Cuánto tiempo había pasado entre el Episodio V y el VI? ¿Cómo había completado Luke su entrenamiento Jedi? ¿Quién era Owen Lars y qué relación lo unía no a Vader, sino a Kenobi?

Lo peor de El retorno del Jedi no eran los ewoks, por cargantes que éstos fueran si se los comparaba con los wookies que tendrían que haber sido, según se apuntaba en uno de los primeros borradores del guión. Ni la gratuidad de algunas escenas, ni la incongruencia de comprobar una vez más lo inútiles que eran los guardias de asalto imperiales y lo traído por los pelos que quedaba que una civilización prehistórica venciera a la alta tecnología espacial. Lo peor era que Lucas había cerrado el kiosco con la tercera entrega de su saga, y la propia revista Time así lo anunciaba en su portada.

Lucas, en efecto, tal vez estuviera en horas bajas. El retorno del Jedi fue un éxito de taquilla, recogió los consabidos Oscars menores, pero el final apresurado anunciaba que el sueño se había acabado.

Lo peor de El retorno del Jedi era que nos advertía a los fans que nos habíamos quedado sin continuaciones, sin preludios de la saga.
infancia
Nos tuvimos que contentar con la versión en video. Lucas pasó a otras historias, no todas tan exitosas como Indiana Jones, y se dio el batacazo con Willow y El pato Howard. Vacío de inspiración galáctica, presentó en televisión dos infumables largometrajes con los ewoks de protagonistas, lastrados de toda magia y aburridos como ellos solos. Probó suerte con los dibujos animados y lanzó dos series, Droids y Ewoks, mientras continuaba exprimiendo el merchandising a través de bandas sonoras, posters, accesorios y muñecos. El boletín oficial de la saga dejó de llamarse "Bantha Tracks" para convertirse en el escaparate de reclamo de la Lucasfilms, publicitando los productos de Indy y arrinconando cada vez más la trilogía. En las convenciones, cada vez que se le preguntaba si algún día reemprendería el rodaje de Star Wars y los capítulos prometidos, Lucas contestaba con un lacónico "Algún día", y en una muestra de candor, cinismo o sinceridad confesaba que La Guerra de las Galaxias ya continuaba, aunque no en las pantallas, a través de libros, comics, videojuegos.

Incapaz de continuar una historia cerrada y bien cerrada, Marvel suspendió la publicación de los tebeos. Poco a poco, la ciencia ficción cinematográfica tomó otros derroteros, y casi desapareció como boom de las pantallas: Terminator tomó el relevo de Aliens, la trilogía Regreso al Futuro y sus inteligentes paradojas temporales llamaron a otros públicos, hasta Indiana Jones abandonó los cines y se convirtió brevemente en una interesante serie televisiva con la historia del siglo como leitmotif y quizá el handicap de tener que aceptar que aquel jovencito idealista sería algún día el cínico aventurero que encarnara Harrison Ford.

Star Wars había bebido del cine y los tebeos, y había influido en toda una generación de máquinas recreativas, desatando la moda de los "marcianitos". Poco a poco, la calidad de los gráficos y la presencia de ordenadores en todas las casas fue propiciando que la saga galáctica continuara, como sostenía Lucas, en historias interactivas. Los años se convirtieron en lustros, los lustros en décadas. Lucasfilm siguió investigando en imagen y sonido, alquilando sus servicios para las continuaciones de Star Trek, descubriendo efectos de morphing o creando los terribles dinosaurios de Parque Jurásico.

Una compañía de comics relativamente menor, Dark Horse, adquirió los derechos para continuar la serie, como ya venía haciendo con Aliens, Predator o Terminator, y los tebeos demostraron ser un éxito. Las ventas en video continuaron. Un primer globo sonda, y Lucasfilm reeditó la trilogía en formato panorámico, con nuevo sonido remasterizado. Timothy Zhan, un autor francamente menor, consiguió aupar a la lista de best-sellers su continuación autorizada de El retorno del Jedi, levantando una oleada de secuelas y tramas paralelas,Star Trek, cuya resurección se debió en buena parte al éxito de La Guerra de las Galaxias, quienes así devolvían de alguna forma el favor.

Y poco a poco pasaron veinte años, y casi no nos dimos cuenta. El anuncio de que por fin Lucas se había recuperado de la depre y preparaba una nueva aventura de Indiana Jones y el rodaje de la primera trilogía se vio reforzado por el re-estreno de los tres títulos con escenas añadidas y efectos retocados, algunos sobresalientes, otros innecesarios . Para sorpresa de todos, la trilogía volvió a ser un éxito en taquilla. Lucas revalidó su título de perro viejo en el negocio, y consiguió sondear al público para obtener la mejor publicidad no ya gratuita, sino pagada, para su nueva entrega de la saga.

Y en eso andamos. Seguimos esperando. El referente cinéfilo y tebeístico, posiblemente, se convertirá ahora en alusión a los videojuegos. El merchandising que entonces era novedoso hoy es saturación imposible de completar, a menos que uno sea millonario o esté un poco tocado del ala. Lucas juega a enseñar con cuentagotas lo que va rodando, engañándonos cuando quiere, despistándonos a capricho, seduciéndonos con su carnaval de máscaras y efectos especiales.

Han pasado más de veinte años y una nueva generación tiene ahora su ración de fantasía y magia.


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Comentarios

1
De: alejandro ruiz macedo Fecha: 2005-05-10 19:59

esta muy padre esta pagina ya que puedo ver todo lo relacionado con star word



2
De: francisco(ollonois) Fecha: 2005-06-08 20:22

excelente articulo, has compartido mucha de tu fascinacion por la serie con los lectores, enhorabuena...



3
De: betor Fecha: 2005-06-19 05:57

Esta noche hablaba con un amigo sobre la saga, y llegamos a conclusiones parecidas: las mejores, las dos primeras entregas. Luego gira hacia el público infantil. También me parecía que los ewoks debían haber sido los wookies, pero a ver cómo le dices eso a los niños. Por otro lado el episodio 1 y 2 siguen las mismas directrices de enfocar hacia el mismo tipo de público infantil. Sin embargo, el episodio tres me ha decepcionado un poquito, pues si bien no hace ya esos guiños, sí utiliza algunos recursos del episodio 4 y 5. Opino que la imaginación se debía haber desplegado más en todos estos años y productos de merchandising comercializados. Claro que como ahora todo se puede comprar, ¿para qué esforzarse en inventar?



4
De: Norlett Fecha: 2005-09-17 03:24

Pues a mi me parece fantastica esta saga de películas las he seguido desde que era una adolescente en 1977 y aun me emociona cada una de las peliculas que estrenan, cada una de ellas tiene algo especial y fabuloso...a todos los que les interese unirse a un grupo de Star wars les invito a visitar la pagina:
http://groups.msn.com/LaNuevaOrdenPatagonica/ ahi encontraran muchas cosas de interes para los fans de corazon...por ahi los espero...un beso...Que la fuerza los acompañe!!



5
De: Anakin/Vader Fecha: 2007-03-31 02:06

No estoy para nada de acuerdo con Betor o como se llame, porque para mi, la Nueva trilogía también me fascinó, y no por la tecnología, sino por su historia de como una republica se va derrumbando, como el amor puede llevar a hacer cosas terribles, al decir esto, me refiero por los episodios II y III, que son mis preferidos junto con A New Hope y el Imperio Contraataca. El Retorno del Jedi falla en los ewoks, pero el final es excelente. Cabe destacar que la nueva trilogía, ha sido muy criticada, INJUSTA por cierto, porque AOTC Y ROTS mejoran lo visto en TPM, lo que pasa en que Episodio I, es un inicio, Anakin es apenas un niño. Si, todo odian a Jar Jar, yo no, no lo odio ni me gusta, pero si le da un toque infantil a esta pelicula. Sus dos secuelas son una maravilla (Ep II y III), la historia de amor entre Ani y Padme está muy bien desarrollada, el misterio de los colones, los pasos de elegido al Lado Oscuro, todo, y La Venganza de los Sith es la mejor de la saga, una historia que me llegó al corazón y que me hizo llorar al ver a Vader quemándose y Padme muerta, entiendo todo lo que pasó, ahora comprendo la maldad de Vader, y m,e doy cuenta que el verdero enem,igo siempre fue Palpatine, senador, canciller y emperador, un tipo muy astuto y paciente, que logró todo lo que se propuso. En pocas palabras, la historia de Star Wars es magnifica, y todos sus actores también, porque ellos le dieron vida a estos personajes.



6
De: oscar Fecha: 2008-01-16 15:21

me parece que an bardeado mucho y estas peliculas estan calificadas para un 10, y ya que saben criticar tanto porque no hacen ustedes 6 peliculas y con los mismos personajes a pesar de los incombenientes que huvo estre pelicula y pelicula.
Aganlo ustedes boludos



7
De: oscar arias (argentina) Fecha: 2008-01-16 15:40

a mi me encanto como george llevo la saga adelante y vos betor en vez de CRITICAR, porque no lo haces a ver si te dan los presupuestos y los contratos.
Estoy muy deacuerdo con anakin/vader.
Estas sagas tendran su parte infantil yo tengo 11 años mi papa y yo somos unos fans de corazon y la primera vez que vi estas peliculas me facinaron y es al dia de hoy que no paro de verlas tambien lado es una ''garka'' espero que los actores que esten vivos esten bien y entren a este siteo para que vean le que son capaz de hacer y transimitir con peliculas.
los mensajes que dejan ejemplo el amor te lleva a querer matar a tu mejor amigo en la vida, espero que tengan en cuenta messenger agregenme oscar_angel_2005@hotmail.com
george conta conmigo

Y QUE LA FUERZA LOS ACOMPAÑE!!!



8
De: Roberto Fecha: 2009-12-09 19:54

Buena historia.
Ahora deberia continuar con las primeras 3 sagas. Cierto que ninguna llega al nivel de las primeras, de hecho la I y la II son mas bien flojas, pero la 3 esta cerca y muestra un interesante Anakin convertido al lado oscuro