Les confieso ustedes que, con este tebeo, no sé a qué carta quedarme. Vamos, que no sé de qué va ni qué pretenden contarnos los autores con esta historia. Me tienen perdido. No lo entiendo.
Y no es que no lo entienda porque sea de una complejidad teutona, a ver si me explico. No lo entiendo porque parece que nos están contando una historia y, para mí, que nos están endilgando otra. Suponiendo que nos quieran contar nada.
Verán, por si no han leído ustedes el título, que de momento consta de ocho álbumes: Dottie es una chica de poster, una pin-up, que en la Segunda Guerra Mundial posa para una strip para los periódicos, una strip bélico-sexual para un autor que no sólo no es un trasunto de Milton Caniff y "Male Call"... sino que es Milton: sin apellido, que yo recuerde, pese a su estilo de dibujo y la imitación de su firma inconfundible, mientras que la strip se camufla -poco- en "Poison Ivy"... antes de ver, en el tomo cuarto, que el tal Milton está dibujando "Steve Canyon".
Como juego intertextual, los tres primeros libros de la serie son divertidos, las escenas de sexo inteligentes y sensuales, por más que el retrato que se hace de Milton (por mucho que Caniff fuera un "facha") podría ser de juzgado de guardia si los herederos de Caniff llegaran a enterarse.
Y eso es lo que me trae mosca de la serie, cómo se atreven a tomar el nombre y la fisionomía de una serie de personajes reales (Caniff, Howard Hughes, Gary Lockwood, Hugh Hefner, Sinatra) y ponerlos de vuelta y media mezclando realidad y ficción. Si lo que van buscando los autores es un proceso por difamación que impulse las ya de por sí buenas ventas de la serie (en Francia se reedita continuamente al derecho y al revés), desde luego tienen el camino expedito. Porque sutiles, lo que se dice sutiles, más bien poco.
El dibujo de Berthet ha ido bajando en calidad, igual que los guiones de Yann: del agradable pastiche de los tres primeros álbumes a la desgana y la frialdad del último hasta la fecha, hemos ido viendo algunos de los sacrosantos iconos del pop art americano contemporáneo, desde 1943 hasta finales de los años sesenta...
Y esa es otra cosa que me trae a maltraer. Porque en esta serie no envejece nadie, y Dottie está ahora (en el año 69 ó 70) tan maciza como en el año 43, y se dedica más o menos a lo mismo, o sea, a estar maciza.
Y uno imagina que, como nos están contando una historia de un mundo paralelo, como no se saquen de la manga el giro pirandelliano de que al final (como al principio) Dottie no es más que un personaje de historietas, una pin-up, aquí no hay quien se aclare ni se entere de nada.
Más plausible llega a ser, de verdad, que te pique una araña radiactiva y te quite todas las dioptrías de golpe, oigan.
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