Saben ustedes que, en el periódico La Voz, yo soy el lunes, y que los martes mi buen amigo Manolo Ruiz Torres tiene su sección, que ha titulado "Los peligros".
Y les tengo que contar a ustedes que, con su sección, Manolo me tiene cautivado. Yo ya sabía que Manolo es uno de esos escritores de prosa exquisita (por más que sea de natural callado), capaz de poner siempre la palabra exacta en el lugar preciso: lo he comprobado en su poesía (que es, de todos los poetas que he conocido o conozco, la que más me ha llegado), y en los juegos malabares de su narrativa. Un estilo pleno y rico, con una cadencia especial, envidiable.
Y ahora lo estoy comprobando en sus artículos de opinión. Porque Manolo no solo construye sus escritos con una precisión matemática y musical que le envidio en lo más profundo, sino que expone sus argumentos con una contundencia meridiana, casi orteguiana, sin levantar la voz, como seguro que es él, pero sin retrocer un paso tampoco. En esos peligros de la voz, Manolo se moja. Y dice lo que nadie se atreve a decir, y lo dice con seriedad, con argumentos tan irrebatibles que ganas dan (es broma) de convencerlo para que se presente a una lista electoral y convenza a más de uno de cómo hay que hacer las cosas.
Leer sus artículos se está convirtiendo en mi placer de todos los martes, en mi envidia, insisto, de toda la semana. Nada más que por eso lo perdono por haber abandonado esa poesía tan sublime y tan aparentemente sencilla que escribía hace veinte años.
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