Pero vení, no seas boluda. Dejáte de macanas, pibeta. ¿Qué son cuarenta años? Ya ves, vos cumplís hoy esa edad y precisamente también hoy es mi santo. Debemos ser de la misma edad, pucha. Pero te podés consolar, si tenés todavía todo el descaro, toda la ilusión de la infancia, mientras que acá, ya lo podés ver, peinando canas, rendido al mundo.
No sé cuánto tiempo hace que no te leo, nenita. Te tengo por aquí, en un rincón del corazón, con tu voz de tango y tus proclamas de vanguardia. Todavía cito tus palabras, y me sonrío cuando recuerdo a Felipe jugando al Llanero Solitario o a Miguelito (que siempre fue mi alter ego) enfrentándose a ese semáforo para asegurarle que lo cruzaba, sí, pero también porque él lo quiso.
Te conocí en las páginas de El Globo, y en seguida me hice con aquellos tomitos chicos que publicaba Lumen, justo antes de que empezara a volvernos a todos locos con la publicación de un número cero que venía de un número uno que era distinto. Echo también de menos esos tomitos, porque se deslomaban en seguida, ¿sabés? Y vos estás hecha, Mafaldita, no para estar atrapada entre un montón más de tebeos y de libros, sino para pasar de mano en mano, como si fueras una mujer de tango. Eso hice, durante algunos años, los suficientes para perder en no sé qué cubil de amigos o amigas todas vuestras aventuras. Luego, claro, te compré en tu aniversario número diez (fue uno de esos regalos que uno hace, ilusionado, a la chica que ama, y recibí una sonrisa y un beso, y después un matrimonio, en el intercambio). Y, claro, ese libro Todo Mafalda que, me temo, sí que está en la estantería.
Tal día como hoy, 29 de septiembre, Mafaldita, empezaste a ser publicada. Te convertiste en un mito, y no había progre que no te conociera, ni carpeta donde no estuvieses (en la mía, desde luego). Después nos dijiste adiós, te fuiste de tapadillo, al son de un bandoneón en las calles de los gatos, quién sabe si desaparecida a golpe de fusil y compás de tanques. Soñabas con un mundo mejor, y nos contagiaste a muchos de nosotros ese sueño. Perdónanos si no hemos sabido, o no hemos tenido el valor, o no nos han dejado, quién sabe, enmendarlo.
Feliz cumpleaños, nenita. Ya sabés, dale un abrazo a la pandilla. Decíle a Manolito que no se enfade si no llegó a ser jefe de ventas de una multinacional, y a Susanita que no es tan malo no ser madre: que siempre puede adoptar a un niñito chino. ¿Sigue Guille con su banda de rock duro? ¿Y Felipe todavía no es capaz de hacer cuadrar el sueldo cada fin de mes? No le reprendás a Libertad que ahora trabaje en una empresa informática de alto standing: nos ha pasado a muchos.
Y vos, cuidáte ese mal genio. Y recordá, recordá siempre, pavada de nenita: os quiero.
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