Al hilo de lo que estamos discutiendo en el post anterior, sobre la popularidad de los tebeos en el mundo o no, sobre si son arte o no, sobre si son una industria respetable o simple pulpa de usar y tirar, creo que a veces, a los aficionados, los árboles no nos dejan ver el bosque.
De siempre, de siempre-siempre, los tebeos fueron poquita cosa a nivel cultural, respetables sólo a lo justito en algún país, y sólo hubo algunos nombres señeros que pudieron vivir honrada y holgadamente de su trabajo, en condiciones económicas que, en realidad, eran pecata minuta comparadas con las que se movían en otros medios. Recuérdese que nada menos que el gran Hal Foster justificaba el horror sentido tras el visionado de la película sobre su personaje Prince Valiant con un solo hecho impepinable: los derechos por llevar su personaje al cine le reportaron más beneficios que todo lo que había ganado en los casi veinte años que llevaba entonces dibujando y escribiendo la serie.
Una cosa es que el tebeo no esté arrinconado como está en nuestro país, insisto, y otra cosa que deje de ser (incluso en Japón, incluso en Francia, incluso en Italia) un producto de consumo fugaz al que no hay que echarle mucha cuenta (¿no significa "manga" algo así como "dibujo rápido"?). Recuérdese también cómo en su mayor momento de gloria el mismísimo John Byrne, cuando le presentaba alguien ajeno al medio, decía que su profesión era la de ginecólogo. O la anécdota de Neil Gaiman, que tras presentarse como guionista de cómics y sentir el desprecio de su interlocutor, vio en seguida cómo el otro rectificaba su actitud porque era el escritor de Sandman, y Sandman no era un cómic, sino una "novela gráfica".
Los cómics son lo que son: un entretenimiento rápido, una forma de vida para unos pocos, cine para pobres en sus inicios, una profesión de fe para muchos de nosotros, lectores y autores. Pero nada más. Si nos empeñamos en buscarle las cosquillas (o sea, las carencias) las encontraremos a paladas. Jamás vamos a convencer a alguien de fuera (y, créanme, me he pasado la vida buscando conversos, y hasta he conseguido una o dos victorias) de que se está perdiendo algo importante... porque en muchos casos no se está perdiendo nada que no pueda encontrar en otra parte: la tele, el cine, los best-sellers, los videos porno, los deportes.
Y esto es lo que hay, y siempre ha sido así, y reconocerlo no es malo. Lo malo es empecinarnos en lanzar a las redes teorías conspiratorias o creer que existe de verdad un país de Nuncajamás donde los tebeos están en la cabecera de los ministerios de Cultura, Educación y Defensa. Volvernos celotes, a estas alturas, no sé yo si le hace bien o mal a la que nos ha caído ya encima. Tenemos que defender el tebeo haciendo buenos tebeos, no enrocándonos como un político al borde de la defenestración. Y cuando alguien habla con conocimiento de causa, como habló hace un par de años Luis Alberto de Cuenca sobre la situación de la "industria" en nuestro país, deberíamos más bien ponderar sus palabras, y comprender cuánto de dolorida verdad había en ellas.
No se acaba el mundo porque al mundo de fuera no le interesen los cómics. Se acabarán los cómics cuando a éstos deje de interesarles el mundo de fuera.
¿Que no tenemos una industria fuerte, ni la hemos tenido nunca? Cierto. ¿Que el tebeo a lo mejor es un género menor comparado con otros medios contemporáneos y paralelos? Qué se le va a hacer. ¿Que no todos los cómics son arte, ni todos los dibujantes artistas? De cajón, como en todas partes.
El amor no necesita justificaciones. No necesita ni belleza ni cualidades beatíficas en la persona querida. Lo mismo en los cómics. Remedando la canción: son sólo tebeos, pero me gustan.
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