Acabo de leer que el presidente del gobierno, o sea Zapatero, o ZP, o Rodríguez, como lo llaman algunos plumillas que lo tienen atravesado por el simple hecho de existir, como si fuera un deshonor llamarse uno como se llama, ha enviado a no sé qué revistilla del corazón y los higadillos un burofax, o sea, una carta con acuse de recibo, para que dejen de sacar a sus hijas en la prensa, que son menores y tienen derecho a la intimidad y a vivir como lo que son: niñas que están pasando unos días de vacaciones con sus padres.
Con dos cojones, sí señor. A ver si aprendemos de una vez que una cosa son las prostiputas y los chulopiscinas de esto del famoseo sin productividad, y otra cosa las personas normales y corrientes, aunque esas personas normales y corrientes sean políticos o, en este caso, presidentes del gobierno hasta que a los españoles nos de la gana.
Estamos a vueltas con lo de siempre: la responsabilidad de los periodistas, lo poco que les importa lo que hacen, siempre que llenen unas páginas o unos minutos de un informativo. No sé si se han fijado ustedes la cantidad de información que regalan estos tipejos, información que, de caer en malas manos, podría crear un caos en familias inocentes o incluso en ciudadanos más inocentes todavía. ¿Que se desmantela una red de pederastia en internet? Allá que las cámaras cuelgan las URLs de páginas de contenido más o menos dudoso. ¿Que hay más polis en la calle a cuenta de una boda real, o una jura de bandera del amigo Bono, o de la visita de cualquier mandatario extranjero o un acontecimiento deportivo? Allá que van los notas con las cámaras y nos muestran los puntos donde pueden apostarse francotiradores, los túneles de debajo de los cortejos, la red de huecos que tienen las grandes ciudades, hasta cómo se monta una bomba o se camufla un zulo. Vale que, en esos acontecimientos hipervigilados, no vaya a suceder nada, pero la información queda ahí, para los archivos. Si uno fuera terrorista, desde luego, aparte de comidas de coco, estaría enchufado a los informativos de nuestras cadenas, que regalan información para quien quiera utilizarla con un pelín de mala leche.
Y, conste, no se trata de censura previa ni de zaranjadas por el estilo. Se trata de tener sentido común, y de respetar la vida de la gente a la que le enchufan la cámara y, sobre todo, de la gente que esté viendo o leyendo esos reportajes taaaaan interesantes.
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