Si es que se veía venir. A la noticia de que ha aparecido una piraña en el pantano de San Juan, en Madrid, le sumo que hoy he logrado sumar dos y dos y comprender por qué en la playa abarrotada de Cádiz hay tantas, tantísimas gaviotas en la arena, y cuál puede ser su coste para los bañistas.
Me explico: cuando en los años sesenta algún desaprensivo inmobiliario se encontró con siete kilómetros de playa en línea recta donde edificar, no tuvo en cuenta el flujo y reflujo de los vientos, que son los que a la postre se encargan de reponer la arena, que para eso existe la naturaleza, para hacer juegos malabares y conservar su equilibrio. O sea, que se edificó. Y mucho. Y parece que mal, porque esa enorme proliferación de edificios altos (ahora ya no dejan que haya edificios de más de cuatro plantas en toda la ciudad, que también es pasarse) justo a pie de playa tiene por un lado la ventaja de que hace una levantera del copón y ni lo notas, en contra de la desventaja de que nos quedamos regularmente sin arena.
Hace unos doce años o así se inyectó arena a la playa, traída de otro lugar de la provincia. Era un proyecto que en teoría iba a sevir para cuatro años y todavía ha aguantado, hasta este año mismo. Bueno, hasta el año pasado, cuando, en septiembre, tendrían que haber empezado con una nueva inyección a lo bruto de arena. Cosas de palacio van despacio, ineptitudes varias, retrasos... total, que este año la regeneración de la arena se ha empezado a hacer justo cuando empezaba la temporada playera, con las consiguientes molestias de tener la playa dividida por un tubo feo y gordo, un oleoducto de arena que tiene a la gente acotada y una máquina excavadora poniéndolo todo liso.
No sé si tendrá algo que ver, pero a cuenta de la santa obra este año la marea ha estado llena (alta, que dirán ustedes) hasta hace prácticamente tres días, con lo cual mi paseíto de rigor de todos los veranos se ha ido a hacer agua de borrajas y mi esbelta, cof cof, figura de hace dos meses ha empezado a recuperar su simetría cruzcampera de hace un año.
A lo que íbamos: en uno de esos (pocos) paseítos que he podido dar, me dio por advertir la enorme cantidad de gaviotas que se colocaban justo al lado de donde el tubo negro de las narices vomita arena y agua contra la playa, a la hora señalada. No había que ser un lince para darse cuenta de que, claro, se estaban alimentando de lo que la draga arranca del otro lado de la bahía y vierte aquí.
Lo que yo no sabía es que al parecer lo que se vierte, además de arena y mucho fango y todavía más espuma pestilente, son gusanos. Así, como ustedes lo leen, o eso me acaban de decir. Y todo eso que cae sobre la playa "regenerada", está llegando a afectar a los bañistas, que empiezan a tener, según me han contado hoy mismo, y es ya el tercero que conozco, problemas de piel, picores, alergias y hasta fiebre. Todo, según parece, por culpa del vertido, pues la arena nueva necesita tiempo para aclimatarse y la nueva ecofauna que han echado encima más tiempo aún para ser devorada por los otros bichos o para perder su mordiente. A los primeros bañistas que aparecieron con problemas, los dermatólogos no supieron qué les pasaba. Ahora ya parece que todos están de acuerdo que es cosa de la draga.
La prensa libre, y el ayuntamiento, no se han hecho todavía eco del caso que aquí uno expone, siquiera para desmentirlo, si es que es falso.
O sea, que si en los pantanos de Madrid hay al menos una piraña, aquí tenemos gaviotas dándose un festín a costa de gusanos marinos que además hacen la puñeta a los bañistas. El primer caso será sin duda cuestión de mala leche. El segundo, me temo, de pura inoperancia.
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