Patidifuso me quedo leyendo en la prensa esta perla:
Espido Freire abogó por crear una titulación superior para escritores durante la presentación del taller Narrativa Creativa en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en Baeza (Jaén). La escritora y directora del taller dijo no entender "por qué si hay escuelas para actores no puede haber también para escritores", y puso como ejemplo a Estados Unidos y a los países nórdicos en los que según la novelista, sí se ofrece este tipo de formación.
Guau. Suponiendo que la noticia no sea una de esas serpientes de verano como lo del cráter de Tunguska, la Atlántida en Cádiz o las ministras luciendo palmito, y suponiendo que el redactor en prácticas de turno haya reproducido más o menos fielmente el espíritu de lo dicho, y aceptando que lo mismo la señora o señorita Freire tiene buena intención en lo que dice y que, claro, siempre tenemos que entrar en matices...
Lo que nos faltaba. Titulitis en esto de escribir también. O sea, que si no tienes un diplomita universitario que diga que eres escritor, chico, o chica, puedes dedicarte a rellenar mejor declaraciones de Hacienda, que lo tuyo no es esto, no es esto. Reconozcan que, como método para quitarte de encima la competencia de todos los emborronapantallas que en esto ya somos, es ideal. Presentas un libro a una editorial, y si no tienes el título puesto al día, certificado por la universidad de Miscatonic, con la conveniente compulsa y el sello de calidad Q, no molestes, hombre, que hay gente más letrada que tú y con el título avalado por otra universidad de verano con más solera que la tuya.
Obviemos el hecho de que los escritores que en el mundo son y han sido no tenían estudios "de escritor" ni título que avalara lo que escriben, ni puñetera falta que hizo jamás, y quitando que alguno haya asistido alguna vez a un taller de creación, donde se liga algo, se aprende poco y las puñalás son las mismas que en cualquier tertulia que se tercie, no me imagino yo esto de escribir como carrera institucionalizada y ofertada por las universidades del ramo. "No te matricules en esa universidad, que me han dicho que Vargas-Llosa es un hueso". "Uy, sí, mejor matricúlate en la universidad de Breda, que Pérez Reverte es un playa, y si te lo ligas te lleva a dar un paseo con el barco". "¿Sánchez-Dragó? Un plomo. Se duerme en clase y nos duerme a todos, y no para de dar la lata con un tal Prisciliano y no sé qué del karma".
Yo de verdad no sé si estas tonterías se le ocurren a la gente porque hace mucho calor o porque de verdad las sienten. Los escritores son escritores porque lo que tienen que decir lo llevan dentro y lo sacan de dentro ("Un escritor es una araña, saca la tela de su cuerpo", a ver si alguien sabe de quién es la cita), y la posibilidad de reducir la "profesión" a unos cuantos trucos estilísticos es, cuanto menos, abominable. Un escritor no será más o menos escritor porque tenga un carnet, ni un título: su reválida está en los libros. Ni siquiera uno es escritor porque tenga o no tenga una obra publicada (eso que te preguntaban antes cuando llegabas a una reunión de ateneístas y burguesas de pelo azul: "Ah, ¿pero tiene obra publicada"? "Sí, señora, pero no me pago la edición yo mismo"). Un escritor escribe porque mira alrededor y siente la necesidad de enmendar lo que ve, o de reproducirlo, o de dejar constancia de lo que le sugirió en ese momento aquello que vio, aunque no lo escriba de inmediato. Un escritor es fruto de sí mismo, de sus lecturas y sus conversaciones, no un mero creador de efectos especiales. No sé en qué carajo de universidad podrían enseñarte qué argumentos, y triste sería la literatura si la gente saliera por promociones, en plan clase alfa o beta o gamma, todos con el coco cuadriculado y unos parámetros similares: generaciones literarias prefabricadas, qué miedo.
Este afán de progre rebotado para tener controlado al personal, oigan, es que me pone, pero de los nervios. Si no tienes un papel, parece querer decir esa propuesta, no sirves. Y, naturalmente, el papel lo damos nosotros, tovarich. Habría que ver cuántos de los que ahora somos en esto de escribir seríamos capaces de sacar los créditos en junio y doctorarnos cum laude con birrete y con contrato de edición y esas cosas. Una aristocracia de las letras, pero controlada por quienes más saben y manejan el cotarro: como si no tuviéramos ya bastante con los apaños de los premios literarios que te pueden sacar de pobre.
Y, claro, habría que ver quién le pone el cascabel al gato. Me temo que la señora o señorita Freire no ha leído aquel magnífico chiste de Mafalda, la universidad y los políticos.
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