No es por ponerles a ustedes los dientes largos (los vampiros con V mayúscula, ay, han sido cancelados de las teles, aunque ahora nos lleguen con retraso a las nuestras), pero vengo entrando por la puerta tras unos poquitos días en la Semana Negra y la Asturcón. Me permitirán que les cuente alguna batallita.
En el Tren Negro, bajamos en Mieres para escuchar tocar la gaita y hacer la primera espicha. En el follón del andén, me asalta Rambo. Así, como lo oyen ustedes: Rambo en persona, con el pelo desmadejado, una bandana en la frente, chaleco y pantalones de camuflaje, botas negras, tatuajes en los brazos, cinturones de calavera. Y me dice el tío (y leanlo, plis, con voz de Dinio): "Maestlo, maestlo, soy tu más humilde seguidol, leí Láglimas de Lus cuando era jovencito y me ha malacado pa toa la vía". Me quedo de piedra, alguien detrás se ríe: ya lo estás llamando viejo. Y entonces me entero que es Yoss, el joven autor cubano que ya ha publicado en los Premios UPC. Un caso. Divertidísimo, con un ajuar de rambeces diversas y una parla exquisita en las mesas redondas que nos organiza la Semana Negra. Me confiesa Juanmi Aguilera que, cuando lo conoció en Nantes, le mostró orgulloso su ajuar: una docena de uniformes de camuflaje de diversos tonos y colores. A Yoss (que se llama, lo revelo aquí, José Miguel), es que le gusta llamar la atención (me comentan que en Cuba la policía lo detiene para pedirle documentación varias veces al día... en su mismo barrio). Y ligar más que a un tonto un lápiz. Es el primer amiguete pintoresco que conozco estos días.
El sábado, conocemos al demonio de Tasmania en versión asturiana. Chus Parrado, chiquetito él, vestido de negro, con una parla en bable que además, aumenta con vocabulario de su propia cosecha. Prácticamente, nos secuestra a Juanmi y a mí y nos lleva a un programa de televisión local, en directo, donde irrumpimos en plan comando de asalto después de que nos maquillen y le trastoquemos los planes al presentador. Chus es inagotable. Charla por los codos, es un friki del cine, se sabe todas las anécdotas, se pirra (como yo) por la intrahistoria y las intracamas de todos y todas, con especial predilección por los actores "raritos" que él llama "borrosus". No vean el lío que es ver que cuando habla de "Raulito" se está refiriendo, porque le recuerda a un amigo suyo (que además dicen que no se parece) a Pierce Brosnan. Un cacho pan, amigo de media hora y ya parece que es tu amigo de toda la vida. Ha quedado en invitarnos el año que viene al festival de cine que lleva en agosto: Peor Imposible.
Tengo que dar un par de lecciones ex-catedra sobre la marcha cuando, en la espicha de disfraces medievales, aparezco naturalmente sin disfraz. Y es que hay que aclarar que para la gente de Cádiz un disfraz es una cosa muy muy seria, que se lleva con eso que, ejem, no vi mucho por allí: exactamente, con gracia. O sea, que uno se convierte en el disfraz mismo, cosa que en este caso concreto se agradece, porque había espadas de verdad, y réplicas de dagas élficas que tenían punto y todo. Mi interés, de todas formas, en la chica guapa de la convención, Rocío de nombre (ignoro su nick en cyberdark). Mi poder telequinético le adivinó la edad inmediatamente.
Para poderes, los de León Arsenal, que tiene que ir pensando en inventarse una biografría apócrifa donde, además del sempiterno tópico de que fue marino mercante, se aclare que es echador de cartas e imponedor de manos. A Juanmi le curó un par de veces la acidez de estómago. Y es verdad que tiene unas manos que parece que queman.
No menos pintoresco que su compatriota Yoss, Vladimir Hernández, el otro cubano que me ha pegado el acento (llevo dos días imitándolo). Un tipo tan divertido que estoy pensando en sacarlo en mi próxima novela de Torre (a él y a Yoss y al otro cubano mayor, Estrada, que hacía de contrapunto serio a estos dos locaris). Charla tanto que uno echa en falta que caiga del cielo la mascarilla de oxígeno de los aviones. Y encima dice, con toda la caradura y el buenhumor del mundo, que él es "hombre de pocas palabras".
Andreas Esbach es serio, teutón, formal y me temo que enormemente tímido. Pero sabe reírse. M. John Harrison (Mike) es más o menos lo mismo, pero en british. Pero se abre más, y anoche mismo tuvimos una conversación interesantísima en un restaurante sobre literatura, Tolkien, su ex que ha sido la "culpable" (según él) de que se haya podido hacer la versión cinematográfica. Lo divertido: mientras hablábamos, él de frente al escaparate de la pizzería, esmerilado y con una rayita sin pintar, la luz y las sombras se proyectaban sobre su cara, iluminándole solo la parte de los ojos. Y Mike tiene unos ojos que dan un poquito de miedo, no sé si me entienden ustedes. Vamos, que parecía el Shrander.
Y qué sé yo, el reencuentro con Juan Miguel Aguilera, que ha dejado de ser la pareja ideal de cualquier habitación, porque ahora ronca (tenía que decirlo, lo siento). Y Juanma Barranquero y la encantadora Cenelia. Y Rudi Martínez (a quien presenté uno de sus nuevos libros, a la espera de que él presente el mío el año que viene) y Marisa. Y Javi Cuevas, y los chicos y chicas de Cyberdark, que hacen que me sienta muy viejo. Y Elia Barceló. Y Víctor Conde. Y Paco García Lorenzana. Y Rebecca Pawell. Y Alejo Cuervo. Y Gorin y Natalia. Y Justo Vasco, que se deshizo en elogios hacia mi novela Detective sin licencia mientras todos los sudamericanos lo hacían hacia Lágrimas, que tal parece que la ha leído toda Cuba. Y Toni Guiral. Y Jesús Cuadrado y Jesús Moreno, a quienes por fin he podido conocer (lástima que el compa Lorenzo Díaz estuviera malito y se tuviera que quedar en casa). Y Silvia Guerra, cautivadora como siempre.
La pega, que uno acaba agotado de charlar, y ni siquiera tiene tiempo, con muchos de estos nombres (y de los que me olvido), de conversar tan largo y tendido como uno quisiera.
Será cuestión de solucionarlo en la próxima Semana Negra.
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