Es un decir, claro, porque cada vez van calzando una talla más grande. Es el ritual más o menos de cada estación: excursión al centro, en busca de zapatos para los niños en una zapatería especializada (que no todo iban a ser tiendas de cómics en este mundo).
Es curioso esto del merchandising, fíjense. Uno podría pensar que una prenda de vestir de la talla 12, un poner, sería más barata que la misma prenda de la talla 46. Pero no. Valen lo mismo o, si me apuran, hasta más cara es la más pequeñita. Lo mismo con los zapatos. No sé qué pie andan calzando ahora Daniel y Laura, pero cónchiles, me costaron mis buenos ochenta euros los dos pares de sandalias para que se destrocen los talones en verano (¿hay algo más incómodo que la tirita de atrás de una sandalia?) y se les queden los intermedios de los dedos de los pies ennegrecidos después de una caminata o un partidillo de futbito en la plazoleta.
Uno recuerda, de niño, lo que le gustaba comprar zapatos, sobre todo por aquello de que iba creciendo de número y así uno se hacía la ilusión de que era más grande (no crecí mucho de altura, y me quedé en un 42 de zapato, 43 en ocasiones, según las normativas de la Unión Europea). Los zapatos Gorila, los zapatos Bonanza. Un coñazo de cualquier manera, porque eran batalleros pero nada cómodos, y encima tenían cordones, que aborrezco: donde esté la comodidad de un contrafuerte pisado, que se quite tirar de los hilos.
Pues hechos dos pimpollos, ayer, los dos, con sus zapatitos nuevos. Ya hoy empezarán a quejarse de que les duelen los pies (menos mal que se han inventado las tiritas), y a poco más de una hora de estrenarlos ya tenían los zapatos degastados por la puntera. Los niños son así.
Dentro de unos años, ay, calzarán solamente esas horribles zapatillas deportivas que están ahora de moda entre la juventud. Las niñas ya no quieren ser Cenicienta y me da en la nariz (¿captan?) que ya nadie sueña con beber champán en un zapato de charol.
Una profesión con futuro, la de podólogo. Me temo que, con tanta zapatilla deportiva, muchos pies acabarán deformados y los chavales de hoy lo notarán en carnes en cuanto empiecen a subir de peso.
Me voy a dar mi paseíto de costumbre, descalzo, por la playa...
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