La noticia cayó como un mazazo. Los directivos de la WB habían decidido no renovar la serie de Angel justo cuando la quinta y revampirizada (all pun intended) temporada estaba empezando a coger forma y a jugar perfectamente con el cambio exigido meses antes.
Puestas así las cosas, e imagino que concentrado al cien por cien en la pre-producción y la dirección de Firefly, que ahora está rodando para el cine con el título de Serenity, Whedon y sus colaboradores no tuvieron más remedio que tirar la toalla. A pesar de los rumores de que alguna cadena menor pudiera estar interesada, a pesar de los esfuerzos de los fans, era imposible reflotar la serie. Y parece que tampoco David Boreanaz estaba mucho por la labor, a raíz de sus declaraciones a los medios. Al final, claro, Whedon y su equipo han decidido morir matando.
Si el arco argumental había sido escamoteado en esta nueva temporada, tras el aparente abuso de las dos anteriores (cuando, en el fondo, lo que nos gusta a los fans es esa historia larga larguísima que se estira de una semana a la siguiente y que se ve como un super-largometraje cuando la vemos en dividí), los cinco o seis últimos capítulos de Angel son un no come back despendolado, un arco narrativo en sí mismo que encierra más ideas por minuto que la mitad de todas las otras series televisivas que se están rodando en estos momentos... o las que se van a rodar la temporada que viene, cuando el vampiro con alma ya no esté en la pequeña pantalla yanqui.
Se nota que han echado el resto, comprimiendo quizá en demasía elementos que, de haber sido desarrollados con otro tempo, habrían dado para varias temporadas más, todas ellas jugosísimas. Pero el tiempo les iba a la contra y, sabiendo que no se podía hacer otra cosa, es bueno que hasta se dieran el lujazo de gastar una broma absoluta (a ellos mismos, a los seguidores de Buffy, a la propia Sarah Michelle Gellar --que debe estar pasando un momento de engreímiento de aquí te espero, oigan--, y a los tópicos italianos) en el episodio "The girl in question", cuando quedaban apenas dos episodios más para el hachazo.
Sin freno ni vuelta atrás, se han permitido el lujo de (atención que van spoilers), matar a la bellísima Fred y sustituirla por sí misma con pelos azules y mirada mutante, el dios preternatural Illyria, donde Amy Acker da un recital de expresión corporal (y potencia su innegable sexy) mientras, de soslayo, se hace un homenaje en imágenes, hermosísimo, al "Ozymandias" de Shelley. El gran personaje débil de la temporada, Eve, es sustituido por Marcus Hamilton (donde se demuestra que Whedon es fiel a su elenco de actores, pues Adam Balwin interpreta un personaje completamente opuesto a este frío yuppi exterminador en Firefly), y la sensación de montaña rusa se potencia a cada instante: Gunn acuchillado, Wesley enloquecido, Angel que coquetea con el lado oscuro, Spike que no logra emborracharse y es convertido en un continuo saco de boxear para Illyria, Harmony y Lorne que no encuentran su sitio... Hasta se recupera brevemente a Connor, el hijo de Angel... ¡y se consigue que nos caiga bien y todo!
Hay momentos de enorme emotividad, y a la camaredería-enemistad de Spike y Angel, uno de los fuertes de la temporada, hay que sumar el dramatismo de la interpretación de Alexis Denisof, sin duda el mejor actor de los muchos buenos actores que hay a bordo. Hemos visto a Wesley pasar por muchos malos trances en la serie de Angel, y el actor ha estado siempre a la altura, componiendo un personaje riquísimo en matices, torturado siempre.
Se nota que han quedado muchas cosas en el tintero, y uno lamenta no poder estar ahí para verlas o explorarlas. Lo mismo que se juega a contar que las aventuras de Buffy continúan aunque no las estén relatando (la aparición de Andrew en los dos episodios de esta temporada sirve como enlace con el pasado, como atisbo de un futuro que nunca vendrá), el enfrentamiento final con los altos directivos de Wolfram & Hart se escamotea, y hasta parece que se resuelve la profecía del shanshu.
Pero queda siempre el doble sentido, la acusación, la mirada crítica. Los directivos en la sombra de esa firma de abogados (o lo que sea) vertida al mal son claramente aludidos como los directivos de la propia cadena de televisión: su estrechez de miras, sus manejos en la sombra, su ineptitud incluso, son puestas en solfa por los héroes. Todo va muy rápido en estos cinco o seis últimos episodios, y la confrontación final, con ese final a lo Butch Cassidy & The Sundance Kid, puede y debe verse como el enfrentamiento del propio Whedon y los suyos contra los demonios propios.
Han hecho lo que se ha podido, Angel y Joss. Quizás volvamos a verlos algún día. O quizás se escudriñe algún otro rincón de ese interesante whedonverso. Por mi parte, mientras tanto, yo me quedo con la hermosa frase con la que el siempre ubicuo Lindsey acusa a nuestro vampiro: "Los héroes no aceptan el mundo tal como es. Los héroes luchan contra ese mundo".
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Categorías: Buffy y Angel