Traspuestito me quedé, oigan. Fui ayer en peregrinación a mi librería de cómics favorita, en Puerto Real, donde me esperaban Javi Lara y JL Rincón, para recoger mi cargamento de tebeos del último mes y pico. O sea, las novedades del Salón de Barcelona que hayan llegado por aquí (mi librito de Foster aún no, ay, y ni siquiera lo he visto aún), más las dos o tres series que sigo que son pocas y, como ya he dicho en ocasiones, ni siquiera leo.
Qué bonito se edita últimamente en este país, por Dios. Y qué mal se traduce, ay. De todo lo poco a lo que le he echado un vistazo (el Tex de Joe Kubert, lo primero), me hace chirriar los dientes (y llevo una semana con la mandíbula desencajada, y no de reírme, y duele), es que hayan traducido como han traducido alguna expresión: "el extranjero sin nombre", referido a Clint Eastwood, cuando tendría que ser "el forastero sin nombre", y sobre todo que a la chica del comienzo la hayan "descabellado", como si fuera un Vitorino, cuando lo que le han hecho es "cortarle la cabellera" o, en todo caso, "escalpado".
Para colmo de males traductoriles, veo que las vampiras de la Biblioteca Drácula son "vampiresas": parece que no comprenden que hay una diferencia, y nada sutil, entre una cosa y otra.
Pero no es de estos gazapos de lo que quería escribir, para desahogarme, sino de lo caros que son los tebeos hoy en día. Si vas a vender poco, vende caro. Y, sí, los tomos son muy bonitos, y da gusto olerlos (los leo poco), pero dejarme medio sueldo como me dejé ayer, jolín, no tiene nombre. Insisto: si la industria del cómic quiere sobrevivir, no puede apostarse el resto en uno o dos salones: tiene que tener unas periodicidades sensatas que permitan a los lectores administrarse los euros y, además, los tiempos de lectura.
Me quedé ayer, por tanto, sin hincarle el diente al integral de Las siete vidas del Gavilán (a fin de cuentas, tengo los tomitos individuales), y aparqué hasta la próxima visita el indispensable Cuatricromía delirante, uno de los mejores tebeos que se han hecho jamás en este país nuestro. Y también me quedé con ganas de llevarme alguna que otra cosa, pero no es plan, que ni me caben en casa ni está uno por la labor de arruinarse con experimentos que lo mismo después ni me convencen ni nada.
Al paso que vamos, tendremos que hacer pluriempleo para comprar tebeos. O no comprarlos, claro, y dedicar nuestro tiempo a otras cosas de más provecho.
Que viene el lobo y los tíos no se enteran.
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