Empieza hoy en la Estación de Francia, si los datos no me engañan y mi sentido del tiempo, desde que estoy pachucho, no me juega la trastada de confundir los días, el Saló (o Salón) del Cómic de Barcelona. O sea, la feria del tebeo más popular que hay en España.
Mis impresiones sobre el Saló (o Salón) son contrapuestas. Por un lado, es bueno que la cultura de la historieta se aglutine al menos una vez al año (y son más de una, por fortuna). Por otro, me parece que se pierde una oportunidad de oro y diamantes para llegar más allá.
Me explico: cuando yo era un chavalín y veía en los viejos números de Comics Camp, Comics In, de Bang! o de Sunday las reseñas de lo bien que se lo pasaba todo el mundo en los salones de Lucca o Angouleme, me corroía la envidia: yo también quería estar allí, mano a mano con los maestros del cómic que admiraba y aún admiro. Yo quería verlos hablar, escribir, dibujar, tomar una copa con ellos como se las tomaba Mariano Ayuso, aprender, aprender siempre. Pero en España, ay, esas cosas no existían, no existieron hasta mucho después, cuando la eclosión de la historieta en la Transición dichosa, cuando uno estaba estudiando y no podía desplazarse a Barcelona y cuando, más tarde, trabajaba y no podía precisamente por el trabajo.
He ido tres veces al Saló (o Salón) de Barcelona. La primera, de curioso, o sea de lector de a pie, de friki, si ustedes quieren. Las otras dos, como invitado por Planeta de Agostini (me invitaron una cuarta vez pero no pude ir porque estaba, como ahora, con un cólico nefrítico que me postraba: eso parece que fue el punto final de mis quince segundos de gloria salonera, y de un tiempo a esta parte ya ni me piden artículos para sus tebeos, habré entrado en alguna lista negra). Y, bueno, se ve distinto desde dentro y desde fuera. Y podría ser distinto, y mejor, desde dentro y desde fuera, por supuesto.
Porque se prima el cachondeo y lo novedoso y el chavalerío y el compadreo, y sobre todo la venta de tebeos. Pero para mí (o por lo menos desde mi experiencia personal) que falta algo más: una relación seria entre lectores y creadores; conferencias de los propios dibujantes y guionistas, o de los críticos, en vez de tanta sesión de dibujines y firmas; que las editoriales hagan algo más que soportar con una sonrisita disciplente y mirando el reloj las ilusiones de los chavales que llegan con las carpetas repletas de dibujos y de sueños; que esas mismas editoriales contacten en serio con los profesionales de la cosa, que de esta reunión anual salgan contratos, proyectos, acuerdos. En mi caso, ya digo, nunca ha sido así (pero, insisto, yo en el mundo de la historieta soy menos que nadie), pero ya quisiera el Saló (o Salón) del Cómic de Barcelona tener, al menos, la calidad y el cariño con el que se organizan las HispaCones, donde hay cachondeo, hay novedades, hay ponencias serias y salen proyectos y se ultiman acuerdos y se produce ese necesario encuentro, desde el respeto y la admiración y la necesidad, entre los que escriben y los que leen.
El Saló (o Salón) es una feria de novedades. O sea, una feria del tebeo a lo bestia, un expositor tras otro expositor. Eso tiene, insisto, cosas buenas y cosas malas: presentar todo de sopetón tiene un efecto inquietante para el público comprador, que lo nota en el bolsillo. Y, a la larga, en la carrera para inundar el mercado quien se resiente es la pequeña editorial independiente, que se ahoga por el empuje de las grandes.
Está bien que se potencie la chavalería, el frikismo, el tebeo como acto lúdico. Pero también habría que potenciar la serenidad, la reflexión, el respeto a la historieta como forma artística y de expresión validísima y única de nuestro tiempo. El Saló (o Salón) tiene que ser para todos los públicos y, también, para todos los gustos, desde el que solo lee mangas (pobrecito) al que se pirra por una edición facsímil de un tebeo apaisado de posguerra, desde el que soporta horas y horas en cola para que su dibujante del alma le haga un dibujito apresurado al que tiene que llevarse el carrito de la compra para no deslomarse con el peso de tanto tebeo y tanto álbum.
Como siempre, lo mejor del Saló (o los Salones) será el reencuentro con los amigos y el poder tomarte unas cañas y hablar de cualquier chorrada que te pase por la cabeza, no sólo de tebeos.
Otro año más me quedaré aquí. Los tebeos, los que me interesen, los iré comprando según vayan siendo distribuidos: ese peso que me ahorro en la maleta. Si van ustedes, que lo pasen bien, que conozcan gente, que se diviertan y, sobre todo, siempre, que aprendan.
Comentarios (24)
Categorías: Historieta Comic Tebeo Novela grafica