Ahora que parece que han convertido este título en serie de dibujos animados, y que se acerca el Saló del Cómic de Barcelona, me apetece reproducir aquí el artículo que publiqué hace unos meses en Dolmen al respecto. Desde entonces, por si acaso alguien lo dudaba, esta serie, Monster, no ha hecho más que mejorar. Quedan seis largos meses para el desenlace, y me temo que las uñas de mis dedos no crecerán lo suficientemente deprisa. Un tebeo, un manga si quieren ustedes, tan fresco y apabullante, tan bien escrito, tan bien narrado, que no dudo en calificarlo como el mejor título que se ha visto en España en lo menos quince años. Lectura obligatoria.
Supongo que no es ningún secreto que confiese aquí públicamente que ando en horas bajas como lector de cómics. De un tiempo a esta parte puede en mí eso de saber (o de creer saber) cuál es el truco de prestidigitador que permite serrar en dos la caja y que la muchachita rubia salga luego ilesa, no sé si me explico. De un tiempo a esta parte veo (o creo ver) las cosas desde más dentro que antes y como resultado lo que ocurre es que, ay, leyendo tebeos me aburro.
Debe ser cosa de la edad, algo que me pasa también con la novela: A partir de ciertos años, a uno acaba por tirarle más el ensayo. Quién iba a decirlo, ¿eh?
Pues eso, cansado de superhéroes, cansado de leer una y otra vez casi lo mismo, cansado de ver cómo la "industria" se va al garete y cómo las generaciones jóvenes no podrán tener jamás acceso a las grandes obras maestras del tebeo (ni yo puedo recuperarlas tampoco porque no las hay por ninguna parte ya), resulta que con eso y con todo hay un título que me tiene absolutamente enganchado y pidiendo más, como cuando era un chavalín que flipaba con los tebeos de continuará en formato apaisado o con aquellos Bravo y su importación del Pilote francés que me engancharon para siempre a esto de la historieta, mal que me pese (a mí, a mi cuenta bancaria y a los cada vez más escasos rincones libres de mi casa).
Ese título es, por si alguien lo dudaba, Monster.
Confieso también (hoy tengo la tarde católica) que a "eso del manga" (mi amigo Gorin dixit) no le he entrado hasta muy muy tarde, no porque tenga reparos contra leer tebeos del lejano oriente, ni porque la estética me repela, ni por los larguísimos tiempos muertos y las inacabables historias que pudieran parecernos a los lectores de tebeos occidentales de toda la vida. No, mi acercamiento al manga (mi distanciamento, más bien) se debe otra vez a factores de edad (ni soy adolescente ya, mal que me vuelva a pesar, ni soy una chica), y a que los manga que leí de la primera hornada en España, salvando a Akira y un par de títulos más (me viene a la memoria el inacabado Crying Freeman), simplemente no estaban en mi onda lectora. Me pasa lo mismo, no se me asusten ustedes, con un montón de otros tebeos: los de cualité incomprensible (lo que mi amigo Francisco Ruiz llama "tebeos subitulados"), los underground históricos (con Crumb o sin él, vaya), los fantasmas de la escuela Bruguera y un montón más.
A lo que iba: después de haber descubierto Adolf, haberme enganchado a Buda, esperar que vuelvan a rectificar el formato de Fénix y lo saquen de una vez en tomos autoconclusivos como las novelas autoconclusivas que son las historias, el tebeo que más estoy gozando desde hace muchos meses de todo lo mucho y diverso que se publica en este país (¡diversidad, por fin!), es Monster, el impactantísimo thriller de Naoki Urasawa que nos quisieron vender al principio como una versión manga de El fugitivo... cuando es mucho, mucho, muchísimo más que eso.
El formato es un coñazo, eso es verdad. Una novela-río de esas características, un microcosmos tan grande como el que el autor nos teje tendría que haber sido editado de otra manera (y, no, no me vengan con que en Japón se publicó en cuentagotas: el público nipón tiene una paciencia de la que yo carezco), en tomos más gruesos, diez o doce a lo sumo, con una cadencia mensual, qué sé yo. Y mejor no digamos nada de las portadas españolas, ¿vale?
Pero la historia sigue siendo maravillosa y leída de corrido es uno de los ejercicios más fascinantes que puede experimentar un avezado lector de tebeos como yo. La posibilidad de perderme con los muchos vericuetos de la historia, con lo anárquico que soy leyendo, y el temor de quedarme con la miel en los labios mes a mes hacen que, como me ocurre con casi todos los tebeos, haya esperado pacientemente (impacientemente, más bien) a tener almacenados los ocho o nueve últimos tebeos para leérmelos de una sentada... y qué buen rato, oigan, qué maravilla de exposición, qué bien enrolla la trama y la embarulla y la resuelve, qué magistralidad (Balzaquiana, diría yo) a la hora de cortar la historia y empezarla por otro punto, despistando al lector como despistados están todos los personajes (menos el Monstruo, al parecer, el propio Johan).
Monster es una telaraña que atrapa desde las primeras viñetas y no te suelta jamás. El uso de los cliffhangers es sabio y eficaz, un soplo de aire fresco. Monster se reinventa a sí mismo cada vez que el autor quiere, agota una subtrama y en seguida vuelve a la carga con otra tan interesante o más que la anterior, añadiendo piezas al gigantesco puzzle que la cacería del Monstruo implica.
Especial importancia el plantel de personajes. Ninguno es secundario: todos alcanzan, tarde o temprano, la categoría de protagonistas. Todos tienen físicos perfectamente definidos, un muestrario de expresiones faciales que en su sencillez resulta alucinante. Ignoro si Urasawa se ha basado en personas reales para dibujar sus personajes, como sin duda lo ha hecho para situar la acción en esa Europa tan cercana a nosotros y sin embargo tan desconocida, pero la maestría del autor no se para en lo puramente físico. Hay un amor profundo por cada uno de sus personajes, a los que llegamos a apreciar, a amar o a temer cada vez que asoman o desaparecen de la trama principal. Personajes como el simpático Grimmer o el desdichado Richard no desmerecen de los personajes de una buena novela o una buena película, porque trascienden el tópico y son más tridimensionales de lo que estamos acostumbrados a leer.
Y es que la gran innovación de Monster es precisamente esa: es un tebeo que puede leer toda la gente que no lee tebeos, y lo entenderá y lo gustará (si tiene la paciencia de ir comprándolo uno a uno o la fortuna de leerlo de sopetón). Es una historieta que no tiene como fin reflejar otras historietas, ni situaciones de tebeo. Es un thriller que se encuadra dentro de una tradición novelística, cinematográfica: la importancia que en el episodio "El reencuentro" se da al sonido de la cinta grabada, por ejemplo, casi parece contra natura en un medio como la historieta... y sin embargo funciona.
Y no hay que olvidar que, dentro del cuerpo principal de la historia, Urasawa es capaz de desviar su atención y ofrecer pequeñas obras maestras, reflexiones sobre el ser humano llenas de un halo poético y melancólico. Urasawa es un magnífico observador de la humanidad, a la que comprende y quiere con la misma pasión con que su personaje Johan la manipula y la odia. El episodio titulado "Dos terrones de azúcar" es, antes que nada, una pequeña obra maestra, un poema en cómic donde no falta un detalle.
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