Al hilo de lo que estábamos hablando antes, y la bella reflexión que hace Vicente sobre El Masa y El Peña con respecto a su relación con el nacimiento, desarrollo y muerte del cuarteto carnavalero gaditano, me gustaría poner por escrito aquí un par de ideas sobre el tema. Conste que no soy experto en el tema como puedan serlo Alfonso Merelo, Alfred o el propio Vicente, pero sí entiendo algo de eso que llaman teatro.
Y creo que ahí, precisamente, está la madre del cordero. El cuarteto es proto-teatro, participa de muchas características de la representación teatral pero fracasa, tristemente, en la puesta en escena. Dicho de otra manera: el cuarteto surge y tiene su gran momento de gloria cuando el público general (no el núcleo duro del teatro Falla, que ese ha existido siempre) tiene acceso a la parodia a través de la radio. Y el cuarteto se hunde y se viene a pique cuando el concurso se retransmite por televisión, porque entonces queda claro que esas voces exageradas (de caricato, como mi tío-abuelo Trechert) no van acompañadas por algo tan indispensable como es saber moverse en un escenario.
Teatro implica, literalmente, verbo en movimiento. Y el cuarteto tiene su máximo momento de gloria con "Don Mendo y sus mendas lerendas" o con "Mario Carmelo y sus muñecos": cuando lo que se oía eran las voces y uno imaginaba la situación. Luego, y sin olvidar otros factores que lastran la idea, los vimos en televisión, y (aparte de lo malas que suelen ser las retransmisiones, porque los cámaras no saben para dónde van a moverse o no los declamantes) entonces quedaron en entredicho: los cuarteteros tienen gracia, tienen age, sus salidas de tono desconciertan y provocan la risa... pero en todo momento sobran dos, sobran tres personajes en escena. Y mientras el que habla se mueve (y no muy bien), los otros dos o tres figurantes solo saben asentir y estar de pasmarote.
Otro handicap es que no hay en el cuarteto un verdadero diálogo. De los cuatro personajes, pronto saltó uno de ellos, y la cosa quedó reducida a tres (aunque de vez en cuando algún temerario hace cuartetos de cinco), pero sin haber el toma y daca del diálogo como tal. Uno suelta su monólogo y el otro apostilla, haciendo un aparte, haciendo un chiste. Y el tercero queda en silencio, esperando su momento de intervenir y hacer la gracia... una gracia que podría hacer perfectamente el cuartetero segundo.
El tercer handicap es el tipo: condicionadas por el personaje que desarrollan, las parodias apenas pueden aportar más situaciones cómicas que las del arranque. Los mejores cuartetos han sido siempre aquellos que han aprovechado bien el entorno y el disfraz: los ya citados Don Mendo y Mario Carmelo, los cuartetos de Rota (donde la inamovilidad de los actores quedaba reforzada porque se trataba de soldados que tenían que estar firmes... y donde el cuarto personaje se sustituía por un maniquí mudo, el Ceuta), y en general aquellos que son capaces de incorporar elementos de atrezzo: la playa, la sublectura Shakespeariana de "Ser o no ser", o la divertida fachada del patio de vecinos.
Y un cuarto handicap está en la saturación de parodias por televisión a cargo de humoristas "profesionales". Si gente como Martes y Trece, Cruz y Raya o Los Morancos son incapaces de llevar sus sketches a buen puerto (siempre se hacen muy largos y tampoco tienen res dramática: se estiran tontamente y acaban de cualquier manera, cuando se les termina la cuerda), difícil es que tres parados gaditanos sean capaces de hacerlo mejor que ellos. Aunque a veces lo hagan.
Recordemos aquí el genial juego escénico de "Tres notas musicales", donde los anónimos escritores de Talleres Cuplesur fueron capaces de conjugar todos estos elementos y convertir todo esos handicaps escénicos en elementos de provecho: la inmovilidad quedó potenciada por el estiramiento del disfraz de músicos, la parodia misma estaba reforzada por los elementos finos de las batutas y los atriles, sí había diálogo y no monólogos superpuestos.
¿Sobrevivirá el cuarteto? Dicen quienes carnaval escriben que es la más difícil de las modalidades. Mientras la chirigota goza de buena salud, y la comparsa se recicla, y el coro rompe su estructura acajonada y se acerca (quizá peligrosamente) a puestas escenas casi zarzueleras, todos son conscientes de que hay que jugar con los elementos teatrales. Hemos visto a los zombis levantarse de sus tumbas y volver a ellas, a los piratas o los presidiarios aprovechar los elementos del decorado que representan, a los juancojones sentarse en sus bancos de parque o a los niños del colegio hacer travesuras en sus pupitres: se utiliza el escenario a tope (aunque siempre me queda la duda de qué gracia tienen entonces muchos cuplés o muchos pasodobles o muchos popurríses si no se lleva a cuestas el atrezzo cuando se actúa en un tablao o en una peña). El cuarteto, sin embargo, parece creer que no precisa nada más que tres o cuatro o cinco señores de pie, largando chistes individuales sin una visión de conjunto.
Y, con todo, estoy seguro de que debe ser o debe de haber sido mucho más divertido escuchar al Masa, al Peña, al Libi o al injustamente olvidado Wiki tomándote unos vinos que verlos actuar en un escenario...
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Categorías: Carnaval en Cadiz