Hemos estado viendo en clase de literatura la adaptación de Romeo y Julieta que hizo Franco Zeffirelli en 1968, aprovechando que estamos dándole un repaso a maese William Shakespeare que es, lo imaginarán ustedes, uno de mis fetiches.
La película suele llegarles a los adolescentes. Sin ser la mejor obra del bardo de Stratford, sigue teniendo esa mezcla de pasión y desgracia, de rebeldía juvenil y de inmovilismo carca de los adultos como para que les resulte interesante. Y si hay alguna duda con respecto a la enemistad entre Montescos y Capuletos, siempre se les recuerda: imaginad si Romeo fuera moro, o si fuera negro. Y entonces admiten que sí, que la historia no es tan disparatada como pueda parecer (aunque la versión con Leo di Caprio sí lo fuera).
Me gusta esta versión de Zeffirelli, aunque tenga sus altibajos de ritmo, pero también los tiene la obra. Y me gusta porque está llena de hallazgos: desde la música de Nino Rota, que recalca de manera sobresaliente las escenas (que suene de fondo un Ave María, música sacra, después del acto de amor de los dos recién desposados es algo que sólo he visto hacer luego a Coppola en su Drácula), a los paisajes de fondo que recuerdan, en efecto, los cuadros renacentistas, a la importancia de la luz y el entorno italiano o los momentos en que la historia se acerca a la estética religiosa, casi de semana santa.
Y me gusta por Romeo (Leonard Whiting), que es joven y guapo y nervioso y está hecho un lío. Y me gusta, sobre todo, por Julieta, que aunque no tiene los doce años que debería tener según la obra, sino quince, da a su papel toda la alegría y toda la tristeza de la que sólo pueden ser testigo los adolescentes. Olivia Hussey, bella entre las bellas, les aseguro que levanta suspiros entre la chavalería de hoy, ni imaginar quiero cómo tuvo que ser en el año del estreno de la película. Interpreta con el gesto y con la voz, pero lo que más destaca son sus ojos: son ojos de niña y de mujer, de capricho y de destino. Hay luz y hay pozos de muerte en esos ojos, qué bien acompaña al verso esa mirada, cómo comunica en cada momento los estados de ánimo de esa niña condenada a la incomprensión y la muerte.
Lástima de doblaje, claro. Aunque mucho se parece el tono de voz de Julieta (y el del ama), al final hemos optado por poner directamente la versión en inglés (la gran ventaja del dividí, para quien esto escribe) con los correspondientes subtítulos en español. Ni siquiera se han quejado, comprendiendo que así se comprendía mejor la actuación de esa adolescente que es casi como ellos, pero mira como sólo puede mirar una enamorada de Verona que nos enamora todavía, aunque hayan pasado más de treinta años.
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