Ya habrán leído ustedes la noticia. Al Un dos tres... que fue un programa progre en su día, lo más parecido a un lanzamiento de centerfolds allá por los años en que el señor del Ferrol todavía estaba vivo y poco después, cuando lo de la transición y el destape, lo ha alcanzado lo políticamente correcto. Vivir para ver. Uno recuerda los muslámenes de aquellas chicas con gafas de pega que deseó en su adolescencia tan larga, la mala baba resabiada y divertida del gran Kiko Ledgard, los juegos de cartas de Juan Tamariz, los hermanos Pando Caracena que demostraban que se podía ser listo y alardear humildemente de ello sin hacer el ridículo ni ir al Cesta y Puntos... y poco más. Como divertimento familiar, el programa de Chicho es más bien un sueño pre-adolescente, por aquelllo, insisto, de las cachas de las presentadoras, por algún vertiginoso escooote, y porque buena parte de las preguntas se encuentran en cualquier libro de Sociales o de Naturales de quinto o sexto de primaria: lo compruebo cada viernes con mi propio hijo, y para ello tengo que perderme la peli de estreno del C+.
Ahora una organización para la defensa de los enanos ha demandado al programa y ha conseguido que los dos actores que aparecen por allá sean retirados de los sketches donde se les suelen dar bofetadas y cosas así de edificantes. La cosa no tendría más mordiente si no fuera porque los actores mismos se han quejado de que no sienten en ningún momento que estén siendo marginados ni maltratados ni nada de nada, y que si no trabajan en el Un dos tres, se van al paro.
Chicho Ibáñez Serrador, en gesto que le honra, dice que bueno, que retira a los dos enanos de los sketches donde se les golpea, pero que los mantiene en nómina, que ya buscará qué otro trabajo darles. Y recuerda que los dos enanos del programa (lamento no conocer sus nombres) son, ante todo, actores que están haciendo un papel.
Es un tema controvertido, no crean. Creo que todos tienen razón. Quienes luchan por una integración social y que no se les denigre en razón de su tamaño (ni de su raza, su credo, su color o su esbeltez), y quienes tienen que comer todos los días y reclaman su derecho a su trabajo. La decisión censora parecía cantada, y la otra decisión salomónica de Chicho, una llamada de atención a la ola de biempensismo que nos invade.
Pero sí es cierto que, como está el patio, los sketches de la pareja de enanos (que acompañaban al actor del Dúo Sacapuntas superviviente, El Linterna) eran una invitación al escándalo. Porque servir el humor a base de empujar a unas personas que resbalan continuamente y caen y muestran su aparente torpeza, y además acompañado todo de gestos exagerados, insultos de medio pelo y alguna que otra bofetada (la característica más acusada del Dúo Sacapuntas, por otra parte), pueden y deben interpretarse más que como una falta de sensibilidad hacia la violencia, como una prueba de mal gusto o de humor desfasado y hasta chusco. Imaginen ustedes que en vez de los dos enanos anónimos se tratara de dos mujeres, o de dos negros, o de dos chinos: la polémica sería aún más grande. El problema, por pequeño que parezca, es el mismo: la televisión marca y marca mucho y debe cogérsela con papel de fumar cada vez que intenta hacer una gracieta con temas que pueden herir sensibilidades. Y me importa un pito que sea una televisión privada o pública.
Por lo políticamente correcto, vale. Pero lo triste es que un animal televisivo como es Chicho Ibáñez Serrador meta la pata de esta forma, pudiendo y debiendo haber previsto el incidente y, sobre todo, pudiendo y debiendo hacer cosas mejores.
Porque uno imagina, claro, que no se habrá buscado la polémica adrede por aquello de la audiencia a la baja y esas cosas.
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