Hace más de veinte años, cuando leímos El señor de los Anillos, una cosa que maravilló a mi amigo Vicente Sosa (que lo leyó bastante antes que yo, de una tacada, cuando a mí me costó tres intentos y varios años de retraso), una de las cosas que fascinó a Vicente fue la falta de referentes del libro de Tolkien. Hoy, cuando ya peinamos alguna cana y arrastramos muchas más noches de leer libros hasta la madrugada, y hasta sabemos hilar los referentes por lo que son, y con la abundante biblografía al respecto, ya sabemos de dónde vienen muchas de esas cosas mágicas de la Tierra Media que nos sorprendieron cuando intentábamos no dejar atrás la adolescencia.
Acabo de terminar la traducción de Ilión, de Dan Simmons, y por lo pronto he advertido lo que no había advertido antes: El Gollum es una puesta al día de Calibán: ese es su gran referente. Y sabido esto, uno comprende de pronto por qué se acaban de vender los derechos de este libro para hacer de él una película. Y los referentes se amplían cuando, rizando el rizo, uno advierte también que el gran éxito de este verano va a ser la película Troya, cuya guerra reconstruida (¿en las llanuras de Marte?) es una de las tres grandes subtramas de este libro. Si se hace la película de Ilión, está claro que Calibán recordará a la gente a Gollum, y que las escenas de batalla entre dioses y aqueos y troyanos tendrá por fuerza que recordar la peli de Wolfgan Petersen (y, claro, los dos moravecs que salen en el libro recordarán al personal a ciertos androides galácticos, pero en barroco).
Referentes, referentes, referentes... Lo divertido es ver cómo todo está relacionado con todo. A fin de cuentas, en La Ilíada de Homero y en la tradición griega es el personaje de Paris el gran arquero de las líneas troyanas. Y no puede ser casualidad (y si es casualidad, entonces es poesía) que nada menos que Orlando Bloom inteprete al enamoradizo hijo de Príamo. O sea, Paris es Légolas. Nada menos.
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