Está cada día más guapa y me da en la nariz que puede ser la gran sorpresa de la temporada. Fue pija y tonta en Sunnydale, luego malvada, intentó sin mucho convencimiento redimirse en Los Angeles y ahí está de nuevo, de secretaria de jefe, el puesto para el que en el fondo ha nacido aunque esté muerta. Me refiero a Harmony, la vampira rubita, Harmónica, como la llama ese histriónico Lorne, siempre a caballo entre el maestro de ceremonias de Cabaret y Cels Piñol.
Hay quien se queja de que hereda, sin su morbo, el personaje de lo que antaño fuera Cordelia Chase. Me da lo mismo. En el último episodio de Angel que ha llegado a mi ordenata, "Harm?s way", entre bromas y veras nos han mostrado muy claro lo terrible que puede ser la eternidad si no tienes nada entre una oreja y otra oreja... si eres mujer, naturalmente.
Harmony fue estrella secundaria de instituto y vampira de usar y tirar por Spike allá en su cripta. A la sombra de Buffy entonces como ahora parece a la sombra de quien fue su sol, Cordelia. Ingenua a lo Marilyn Monroe, a quien cada vez se parece más. He dicho ya que cada día está más guapa: su rostro más redondo ha superado aquella angulosidad post-adolescente que no la hacía una belleza completa. Ahora lo es. Y está, tristemente, sola.
Ese es su drama, como el de tanta gente. Y este episodio lo ejemplifica. Debe ser terrible ser hermosa y ser vampira al mismo tiempo, ser una chica de hoy y no tener perrito que te ladre ni espejo donde mirarte cada mañana. Sobre todo, claro, si has dedicado los primeros dieciséis o diecisiete años de tu vida a hacer precisamente eso y tu cerebro no llega mucho más lejos, qué ironía: Harmony despreció a quien no fuera como ella y ahora la desprecian incluso los que son como ella.
Lo más importante de este episodio, aparentemente intrascendente en la temporada, es cómo entra en liza el personaje. Porque sabemos cómo y por qué Angel y Spike han dejado atrás su vida vampírica. ¿Pero qué impulsa a Harmony? No ha salvado el mundo, no tiene detrás maldiciones epopéyicas ni cree a su pesar en el amor como única tabla de salvación tras un par de siglos de perversión y pecado. Harmony es (fue) una chica como casi todas, convertida en vampira contra natura, una simple víctima, y en su redención por el simple afán de redimirse está su gracia. Harmony busca integrarse por encima de todo: en el grupo, en el trabajo, en la raza humana.
¿Y si fuera ella shanshu, a fin de cuentas? No dos gallos de pelea, sino una simple oficinista, una chica cualquiera que quizá encuentre el camino de losas amarillas y zapatos de marca que perdió en una ceremonia de graduación que se llevó su humanidad, entre otras cosas, pero no pudo del todo arrancarle la inocencia.
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