Me envía un e-mail, alarmado, Ricard de la Casa, preguntando por la noticia que recogen los amigos de Axxón: Rafa Marín anuncia que deja de escribir ciencia ficción. ¿Es verdad? Díme que no es verdad, me pregunta Ricard.
No, no es verdad. O sí. No sé. Veamos: aunque uno vista de marca, odia las etiquetas. Aunque haya escrito libros y relatos de ciencia ficción, nunca me planteo que son libros y relatos de ciencia ficción, sino simplemente libros, simplemente relatos. Siempre he querido ser escritor sin apellidos. Y siempre he hecho caso, quizá incluso antes de que existiera la canción o existiera Pedro Guerra, de aquello de "contamíname, mézclate conmigo". Siempre me ha gustado conjuntar géneros, barajar matices a lo mejor contrapuestos, romper las barreras establecidas, deconstruir resortes para construirlos de nuevo. Lo he hecho (o lo he intentado hacer) de siempre, desde que era más jovencito y estaba más delgado y soñaba con comerme el mundo.
No renuncio a priori a la ciencia ficción, ni es que piense que no voy a escribir nunca más en ese género. Tengo en el tintero tres o cuatro historias largas, algunas en fase de desarrollo, otras apenas esbozadas, una en concreto a la mitad, otra reescribiéndola (o reescribiéndose). Ninguna de ellas entra dentro de eso que llamamos canónicamente "ciencia ficción" (que seguimos todos sin saber qué es). Al ritmo que uno escribe, sé que puedo tardar años en tener terminados esos libros. Y, a no ser que se me ocurra de pronto una idea apabullante y maravillosa y genial que me robe el tiempo, el sueño y esta bitácora, no creo que me vaya a poner a teclear como un loco una historia de space opera, o del futuro, o de eso que todos entendemos como ciencia ficción, aunque sigamos sin ser capaces de ponerle el cascabel al gato.
Una novela que tengo entre manos es un pastiche entre ciberpunk y juvenil, con mezcla personajes reales e históricos. Otra es una novela histórica con matices de encuentro entre civilizaciones que eran aliens entre sí. La otra es una historia de detectives que acaba virando hacia el fantástico. Y otras dos novelas de Torre el boxeador, cuando me centre. Y lo que salga, si tengo fuerzas y no me falla la imaginación y la ilusión por seguir escribiendo.
Siempre, como se ve, dentro de esa ética o esa forma de ver el mundo que se aprende, quizá, leyendo y escribiendo ciencia ficción. Pero no ciencia ficción, o como la llamemos. Siempre dentro de ese fantástico que vengo cultivando últimamente: un fantástico quizá asequible a quienes están fuera de la etiqueta.
La noticia que recogen mis amigos de Argentina, y hasta en Diario de Cádiz mi querida Aida Rodríguez Agraso, y de la que se sorprende Ricard (y no sólo Ricard) no es tan categórica como parece. Simplemente, con todos los fregados en los que ando metido, no tengo tiempo para escribir más de lo poco que escribo. E, insisto, eso que tengo planeado para los próximos meses o años no encaja claramente dentro de la etiqueta en la que a lo mejor es más fácil encuadrarme.
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Categorías: Ciencia ficcion y fantasia