Los héroes de los tebeos se nos están haciendo viejos. Tal día como hoy nació para el medio Tintín, el reportero a quien jamás vimos redactar una crónica, pero cuyas aventuras cautivaron a una y dos y tres generaciones de lectores infantiles (y no tan infantiles) en todo el mundo.
Tintín (que curiosamente se dice "Tantán" en su idioma original) es el adolescente tal como se creía que eran los adolescentes en el periodo de entreguerras: ingenuo, noble, aguerrido. Tiene, lo saben ustedes, la propensión a meterse en líos y a hablar en voz alta, a llevar pantalones algo ridículos y un no menos ridículo tupé amarillo y, sobre todo, a expresarse por medio de unos bocadillos cuadrados y con un tipo de letra estilizada, como de cuaderno Rubio de muchos kilates.
Es un buen tebeo. Una obra maestra del tebeo, si me apuran, pese a las pegas ideológicas que se le puedan poner, sin comprender que el tiempo no perdona y a todos nos pasa por lo alto. Es, sobre todo, la labor personal de un autor (Georges Remi, alias Hergé) a la que dedicó toda su vida y de la que, por mucho que nos gustaría, no hemos visto más entregas desde que éste muriera, hace ya más años de los que me gusta llevar la cuenta.
Tintín es un tebeo de ambientes, de arquitecturas y calles, de palacios y figurantes. Un tebeo, se dijo luego, de "línea clara". Tintín es un tebeo de personajes, todos ellos mucho más interesantes quizá que el protagonista de la serie: ahí tenemos a Milú, desternillante e irritante a partes iguales; a los gemelos Hernández y Fernández, que vestidos de rabinos judíos no desmerecen de cualquier película de Woody Allen; al sorderas Silvestre Tornasol, el sabio distraído como nunca hemos visto otro sabio distraído en la historieta; a la Castafiore, o cómo hacer parodia del bel canto con un personaje que, de puro insoportable, se hace un hueco en nuestros corazones; de un plantel de malos que son malos nada más verlos llegar, herederos de Joe el Indio y los malos de la literatura popular y del cine mudo, a veces teñidos de ideología, a veces rendidos solamente a la economía privada y propia. Y, sobre todo, de ese grandísimo, histriónico, bigger than life marinero borracho, el capitán Haddock, cascarrabias y con un vocabulario tan extenso que hasta un diccionario o dos se han escrito recopilando sus improperios.
Tintín cumple 75 años y es hoy, nada menos, que un icono.
Enhorabuena: hoy el mundo de la historieta está de fiesta.
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