En todo el coco, oigan. En todo el coco, el primer caramelazo. Luego perdí la cuenta, o los niños y niñas y pajes y elfos y duendes y papanoeles y pastorcitos y santaclauses y pitufitos y virgencitas perdieron la puntería. Traspuesto me han dejao, ay. En todo el coco un caramelito mínimo, de fresa era.
La cabalgata de Reyes. Por decir algo, claro. No sé en las ciudades de ustedes, pero la de por aquí tenía que llevar delante una pegatina de "Recicla que es sano" o hacer propaganda de los bidones verdes.
Porque, a ver, tiene miga a estas alturas que salgan los gigantes y cabezudos de Mortadelo y Filemón, los Pitufos, Mickey Mouse, Astérix y Obélix, Blancanieves, los Simpson... ¡y hasta la abuela de la familia Ulises! Casi los mismos que cuando yo era crío. Los mismos que saldrán luego en la cabalgata de Carnaval (a los que se sumarán otros gigantes y cabezudos más cachondeíles pero no por ello menos prehistóricos: los Picapiedra, Goofy, los sobrinos del odioso pato Donald y demás).
Y es que, me lo vengo viendo, cada fecha se parece más a la fecha que viene antes o a la que viene después. Que ya no se diferencia el Viernes Santo del Sábado de Carnaval, lo he dicho en otro sitio de aquí la pantalla azul. Tiene su miga, por ejemplo, que en la cabalgata de hoy (hecha con dos duros, posiblemente, pero hecha al menos) abriera la marcha un dragón y delante dos tragafuegos serpentiles con sendos tridentes donde colgaban cráneos humanos. Muy navideño e infantil todo, ¿verdad? Y encima el dragón se movía a ritmo de samba.
Veinte minutos o por ahí de cortejo, frente a la bahía, con un clima envidiable: parece que, por la luz y la temperatura, estuviéramos ya terminando febrero.
Lo malo, ya digo, el caramelazo en el coco.
Tendría que haberme dado cuenta, yo que soy tan observador y que me ufano de pillarlo todo a la primera: los chicos de protección civil que acompañaban el cortejo llevaban todos casco metálico.
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