He leído estas vacaciones otros dos libros de Michael Connelly. Imposible esperar a que salgan traducidos en español, el mundo estrecho y al alcance de las teclas que es esto de la red global me ha facilitado once again poder comprar sus dos últimas novelas mucho antes de que aquí se acuerden de editarlas.
Y, oigan, qué bueno es Michael Connelly. Cuánto gana leído en su versión original (sin que las traducciones, conste, sean malas). Lost Light es el último título, hasta el momento, de la serie de Harry Bosch y supone un giro interesantísimo en la vida y penurias del personaje. Harry envejece bien, como los buenos vinos o los buenos cineastas, y quienes lo considerábamos un más que indiscutible sucesor de Philip Marlowe ya tenemos el elemento que faltaba: esta novela está escrita, por primera vez en la serie, en primera persona. No sé si debo espoilearlo, pero tras el final de la novela anterior, Harry ha abandonado el departamento de policía y se ha establecido... bueno, no sabe exactamente como qué se ha establecido. No es un detective privado al uso, pero sí, como se dice en esta historia y en otras anteriores, es un hombre con una misión. Y, aburrido y con tiempo libre y una paga de jubilación que no le permite exorcisar los fantasmas de su pasado, ahí lo tenemos, intentando resolver años después aquellos casos que tuvo que ir dejando en la cuneta y que todavía siguen quemándole.
Harry va a descubrir en este libro (cuyo bellísimo título es casi el opuesto al primero de la serie, y los seguidores del personaje sabrán a qué me refiero) que no ser ya un poli no tiene las ventajas que tenía el serlo. El FBI, el propio LAPD, malhechores y fulanas, el mundillo de Hollywood, todo va a ser distinto para él, ahora que no tiene el respaldo de una organización ni la ganzúa de una placa. Harry envejece y ahora se encuentra al otro lado de quienes fueron sus amigos. Y hasta tiene que escuchar la acusación que lo define mejor que ninguna otra cosa: Incluso cuando estabas en el cuerpo, siempre fuiste un detective privado. Ahí es nada.
El otro libro de Connelly que me he tragado (en un día y una noche), es Chasing the Dime, una historia que no está protagonizada por sus personajes habituales y que es, quizá, el mejor libro del autor que he leído. Una trama que ya tardan en llevar al cine, porque contiene todos los elementos que hacen digno a un thriller, y además desde la modernidad más absoluta: Henry Pierce, el protagonista, se muda de casa y su nuevo teléfono es, casualmente, el mismo número de teléfono de una chica que se ofrece a hacer de escolta (o sea, de prostituta) por internet. Y claro, empieza a recibir llamadas y más llamadas de clientes hasta que le pica la curiosidad y busca en la red y empieza a destejer una madeja que le indica que la chica ha desaparecido y puede haber sido asesinada...
Es interesante ver cómo Connelly es capaz de llevar adelante dos tramas (la chica desaparecida y, al mismo tiempo, los problemas laborales del protagonista, una especie de émulo de Bill Gates empecinado en desarrollar un ordenador biológico) y, sobre todo, cómo después de haber visto cómo Harry Bosch o Terry McCaleb llevan adelante una investigación perfecta en su meticulosidad, ser consciente de cómo Pierce improvisa y mete la pata y acaba él mismo envuelto en una acusación de asesinato de la que le va a costar mucho trabajo salir.
Y veo con alborozo cómo ya tiene Connelly prevista una nueva novela de Harry Bosch para el mes de mayo: The Narrows, donde recupera el caso de otro libro suyo, El poeta.
Habrá que estar atentos.
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