Cuando en 1999 se estrenó Matrix, servidor de ustedes entró en el cine sin saber muy bien qué iba a ver. Se desconcertó cuando vio que el principio era clavadito a mi libro Mundo de dioses, y luego ya no pudo apartar los ojos de la pantalla. Esta es la crítica que en su momento hice para Stalker de lo que hoy es la primera entrega de una trilogía y, me temo, el principio de un merchandising que nos acosa hasta en la sopa. Vayan abriendo boca, pues. Dentro de un par de horas veré la conclusión de la historia y, si Dios quiere, mañana o pasado colgaré aquí mis impresiones.
La vida en exceso, ese podría ser el lema de The Matrix, no importa que esa vida sea real o falsa. El cine como quintaesencia sensorial, la técnica (¡por fin!) al servicio de la historia. En Matrix la vida no es bella (como bien se encarga de explicar el agente Smith al encadenado Morfeo), sino mórbidamente anodina, espectacularmente vacua, dolorosamente gloriosa. Y siempre llena de sutilezas. Una cebolla que tiene muchas capas que a lo mejor va más allá de las dos (¿o tres?) realidades que nos descubre la película.
La segunda experiencia tras las cámaras de los hermanos Wachowski después de la curiosa Lazos ardientes es, más que un ejercicio de estilo y una oleada de savia fresca en el anquilosado mundo de la ciencia ficción cinematográfica, un compendio de influencias y de modas, la plasmación en fotogramas de años de lecturas y visionados videográficos, una coctelera de géneros. Tarantino empezó haciendo más o menos lo mismo. El quinto elemento bebía más o menos de las mismas fuentes.
En The Matrix hay influencias de Philip K. Dick y Sergio Leone, de Richard Corben y de John Woo, del Arma-X de Barry Windsor-Smith y de La guerra de las galaxias, de los tebeos de superh´roes y los trípodes de H. G. Wells, de Lewis Carroll y los superguerreros de Bola de Dragón. Sí, ya sé, en otras páginas habrán leído ustedes que es una película cyberpunk, y de la influencia de Frank Miller y Geoffrey Darrow (autor del storyboard, cierto). Pero aceptar solamente eso sería simplificar en exceso las muchísimas fuentes de las que parte esta película, reducir a una sola la matriz de la realidad. Los cómics de Rip Tiempo Atrás, me parece, son aquí más decisivos que la estética de Dark Knight o Sin City: la desconexión entre realidades y la muerte real simultáneamente a la muerte virtual remiten más a los tebeos de Corben y Jan Strnad, o al mismísimo Doctor Extraño que a William Gibson. No en vano la idea original pretendía ser una serie de cómics antes de ser trasvasada a las pantallas.
Contrariamente al moderno cine fantástico español (?), que manifiesta una molesta tendencia a poner el parche antes de que salga el grano, es decir, a tomarse la propia historia a guasa y a desmitificar y parodiar en vez de crear en serio (y qué olvidada queda la honradez casposocarpetovetónica de Paul Naschy), los hermanos Wachowski aceptan sus influencias con respeto, tiléndlas de un barniz novedoso. Nada de lo que se cuenta es original, excepto algún detalle de su puesta en escena, pero el gran mérito de The Matrix es la habilidad de camuflar las alusiones y de arrancar de cero en la narración de su historia. No hay chistes fáciles, sino sutiles referencias que no siempre se pillan a la primera.
Andy y Larry Wachowski se confiesan admiradores irredentos de la trilogía original de George Lucas (dicen haber visto Star Wars quinientas veces, y anuncian su deseo de convertir Matrix en una trilogía también), y resulta evidente en la relación entre Neo (Keanu Reeves) y Morfeo (Laurence Fishburne), trasuntos de Luke Skywalker y Obi-Wan Kenobi. Aquí el equivalente al Imperio totalitario es la Matrix, y la misión de Morfeo y sus siete de Blake no anda muy lejana a la de ciertos "luchadores por la libertad" de una galaxia de cuento de hadas. El personaje de Oráculo (Gloria Foster), el sabio más sabio que el sabio, podría tener un paralelo en Yoda (o en la Madame Web de los tebeos de Spider-Man... o acaso Oráculo es Dios? Un ama de casa de características similares encarna a la deidad en los cómics de Spawn), y el ataque final de los Centinelas (nombre muy marveliano) y la reacción de la carrera hacia las troneras del Nautilus de turno, aquí llamado Nabucodonosor (y absurdamente no traducido, como tampoco se traduce el alias de uno de los rebeldes, Epoch), son un claro homenaje a la huida de la Estrella de la Muerte. Los Hombres de Negro vuelven a ser en esta película los inquietantes controladores del sistema que eran en la cultura popular antes de que Will Smith los volviera del lado de los "buenos". Ni siquiera la alusión a Bruce Lee y el chiste sobre sus gestos arranca la carcajada del público (¿o es que acaso Bruce Lee queda ya muy lejos?), y hasta la prodigiosa escena de cierra, con un Neo que cuelga el teléfono en la canina, se pone las gafas y vuela convertido en el Supermán que ya es (y no olvidemos que la productora Warner es la propietaria del sello DC) está camuflada como broma, sin carga paródica.
La gélida inexpresividad de Keanu Reeves y su pasado cinematográfico como Johnnu Mnemonic o el joven Buda lo convierten, también por alusiones, en el actor ideal para encarnar a Thomas Anderson/Neo, atrapado entre dos realidades (¿o son tres, o son más?), con la duda existencial de no comprender lo que está pasando y la de ser o no "el Elegido". Neo, a quien se define con dos pinceladas en su presentación ("Eres mi Jesucristo particular" y "Tú no existes"), verá acompañada de una música sospechosamente similar al Así habló Zaratrustra del paso mono-a-hombre de 2001 su paso de hombre-a-Dios. Con adecuados nombres comiqueros, los siete rebeldes de la nave (Trinity, Tanque, Dozer, Ratón, Cifra, Epoch, o la andrógina Interruptor, la única vestida de blanco en contraste absoluto con sus compañeros, lo cual me lleva a pensar que su nombre original "Switch" puede indicar un cambio de sexo), tienen en su traidor (llamado Cipher en inglés, una palabra que puede significar cifra o cero... o las sílabas finales de Lu-cifer para un personaje que acusa a Trinity diciendo "Todos caemos la primera vez"), su inevitable Mordred, su Judas. Interpretado sin estrudencias batmanianas por Joe Pantoliano (que ya había dado vida al marido cornudo de Lazos ardientes, Cifra se revela commo un personaje lógico, no un malo al uso, que prefiere vivir en el engaño que soportar la miseria de la realidad; supongo que como haríamos todos. El deseo de olvidar lo real y querer ser "alguien importante, un actor o así", se refuerza con la irónica revelación de su apellido: Reagan. Algo de miscasting podría achacarse, sin embargo, al insulso Hugo Weaving, a quien falta empaque físico para interpretar al agente Smith como el temible T-1000 de carne que se pretende. La película, por cierto, está rodada en Australia y el equipo encargado de los efectos especiales es autóctono. La versión estrenada en Estados Unidos tiene ocho minutos más que la nuestra.
Empezaba esta crónica hablando de la vida como exceso. Por la propia naturaleza de la historia que se cuenta, ese exceso queda sabiamente explicado en la traca final típica de las películas de efectos especiales (y en Matrix hay muchos, y muy buenos). La batalla ante el ascensor, la lucha con el helicóptero, el despendolado tirodeo contra las ventanas para liberar a Morfeo sin que lo alcance ni una esquirla tienen la justificación causal de vivir en un mundo virtual, la sala de peligros de la Patrulla X o la holocubierta Trek llevadas a sus máximas consecuencias. Si puedes ser Dios, ¿qué te impide poner el ojo donde no pones la bala?
Del mismo modo, la blancanievesca escena del beso y la resurrección que parecen molestar al respetable, com si se tratara de un deus ex machina inexplicable, no entra en contradicción con nada de lo que se cuenta en la película, ¿o acaso no es la propia Carrie-Anne Moss -que responde dos veces a la palabra "Dios"- quien, desde el mundo virtual, resucitó anteriormente a Tanque en el mundo "real", porque, como le dice Cipher, hacía falta un milagro? Y, ya puestos, ¿qué nos asegura que la realidad de Morfeo contra Matrix sea "la" realidad? ¿Qué nos certifica que no estamos viendo un juego dentro de un juego? ¿Cómo sabemos que no hay otra tercera realidad, o una quinta, o infinitas realidades superpuestas? Oráculo ("no juzgues en términos de correcto o incorrecto", advierte Morfeo, y vemos a la amable anciana bebiendo y fumando ostentosa y risueña), sabe el futuro o no lo sabe, dejando que Neo elija él mismo la respuesta que sabiamente elude (¿el libre albedrío de la iglesia católica?), pero cuando le entrega su galletita (su cookie, en alusión informática), le advierte que se sentirá "nuevo". Oráculo, lo he dicho más arriba, podría ser Dios. Y el personaje que interpreta la bellísima y feroz Carrie-Anne Moss se llama adecuadamente Trinity.
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