Ya que hablábamos de vampiros y del Señor de los No Muertos, hace un año y pico me dio la vena poética --después de haber olvidado la poesía durante veinte años-- y escribí una docena de ¿reflexiones? poéticas sobre personajes del fantástico. No me atreví a llamarlos poemas, en tanto que suenan poco y más me parecen retazos concentrados de filosofía literaria, así que cuando los publicó Artifex los bauticé "Epigramagia", pues más me parecían epigramas y no poemas propiamente dichos. Es el primero de ellos, titulado, obviamente, Drácula
Ya no bebe vino.
Ya no vive ni muere
ni sangra ni espera.
Quiere sentirse araña pero es mosca,
preso del tiempo mismo pues del tiempo escapa
en su baile de sombras.
No conoce la ópera
ni impresiona acetatos
y está --pobre-- destinado de por muerte a ese calvario.
Imagina recuerdos de pasados brillantes,
de soldados de hierro y de turcos feroces.
Como un niño rabioso se reinventa la vida
y se antoja de Londres (Eurodisney aún no existe).
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